La "gratuidad" de la educación en Cuba sale bien cara: el peso de la ideología

Elías Amor Bravo economista 

Lograr que el sistema de enseñanza se mantenga al margen de lo que deteriora esta actividad en el mundo y utilizar la educación como instrumento político-ideológico en las instituciones docentes son los lineamientos marcados por Díaz Canel y Marrero en sendas reuniones celebradas con representantes de los ministerios del ramo. Los dirigentes castristas ya no se andan con remilgos. Lo dicen bien claro: la educación está al servicio del régimen. Y nosotros tomamos nota de ello.

Díaz Canel interpreta su consigna como que “debe prevalecer la unidad y la continuidad del proceso revolucionario por medio del sistema educativo en un mundo cada vez más atravesado por el egoísmo y el individualismo”. Parece como si no fuera capaz de ver la viga gigante en el ojo propio. Atacando a los demás el dirigente comunista cubano confirma lo que todos sabemos. Es incapaz de cambiar las cosas para mejor. Que nadie espere en Cuba una educación para hombres libres: la ideología exige unidad y obediencia. No hay más.

En su diagnóstico, sin duda erróneo, de lo que está ocurriendo en los procesos educativos de otros lugares del mundo, Díaz Canel menciona aspectos como “la rutinización de las prácticas escolares, la obsolescencia de los contenidos curriculares y la ineficiencia de los resultados finales”. Debería darse alguna vuelta por los centros educativos de Madrid, París o Washington, se llevaría grandes sorpresas. Fue entonces que exigió que el sistema cubano se separe de esas tendencias. El sistema cubano naufraga en esas tendencias y es incapaz de superar los elementos de egoísmo e insolidaridad que afloran en el día a día.

Díaz Canel tampoco perdió la oportunidad para atacar, una vez más, a Estados Unidos, al que culpó de una asombrosa “lucha por la colonización cultural, la contaminación del odio, el fomento de un comportamiento indecente, banal y vulgar entre nuestros jóvenes” para añadir que lo que desean, “es que nuestro pueblo renuncie a sus esencias, a su cultura, a su historia, vea como obsoleto los valores y las esencias de la formación de la nacionalidad cubana, para que entonces rompamos con eso y aceptemos sus paradigmas”. Este enunciado de Díaz Canel obliga a plantear la redacción justamente al revés. ¿De dónde sale la contaminación del odio, el fomento de un comportamiento indecente, banal y vulgar? ¿Quién renuncia a su cultura, a su historia, a sus esencias? ¿Hablamos del azúcar? ¿Hablamos de la verdadera historia de Cuba anterior a 1959?

Marrero fue mucho más radical que su jefe de filas, y. en su comparecencia en la reunión de balance de los ministerios del ramo, no dejó de hablar de consignas ideológicas y de revolución.

Había cierto interés por conocer los temas que se iban a tratar en esta primera reunión de balance del ministerio de educación, sin Ena Elsa Velázquez la ministra cesada fulminantemente por Díaz Canel en la remodelación de su gobierno después de las pasadas elecciones y que estuvo más de 15 años al frente del ministerio, ni tampoco José Ramón Saborido que había estado otros 7 años en educación superior.

No pasó nada. En concreto, Marrero insistió en la necesidad de fortalecer aún más el trabajo educativo y político-ideológico en las instituciones docentes, y formar ciudadanos en los que destaquen los valores del patriotismo, la solidaridad, el internacionalismo y la defensa de la verdad de la revolución. Si. Lo han oído bien, valores que pertenecen más a comienzos del siglo pasado, que a la globalización o la cuarta revolución industrial en que nos encontramos.

El mensaje fue trasmitido con total claridad a los representantes de los ministerios de Educación (Mined) y Educación Superior (MES). En ese sentido, pidió que los dos ministerios trabajen con una mayor consolidación, unidad y complementación, bajo el principio de que ambos son parte de un proceso de conquista de la revolución.

Marrero exigió continuar innovando en la creación de métodos atractivos para la enseñanza de la Historia de Cuba, el Marxismo-Leninismo, el hábito de la lectura y la educación ciudadana. Los alumnos se aburren de estas matracas. Por culpa de esos mismos métodos educativos muchos cubanos a desconocen la verdadera historia de la patria. Y desde luego, a nadie cabe la menor duda que el marxismo es una materia muy importante, que tiene un gran valor para la vida de las personas y sobre todo, para su desempeño profesional.

Al igual que Díaz Canel, Marrero realizó un análisis crítico de los métodos de enseñanza en todos los niveles, así como a dónde va la educación, que no debería aferrarse a métodos tradicionales, con especial atención a la calidad para que todos los estudiantes tengan los conocimientos necesarios para acceder a la Educación Superior. En particular, a ésta se le encarga que los estudiantes se mantengan en los estudios universitarios y que se ofrezcan nuevas ofertas de estudio a los jóvenes que no logran vencer las diferentes enseñanzas, para que puedan alcanzar un nivel que les permita acceder al empleo e integrarse a la sociedad.

Por último, Marrero pidió continuar incorporando jóvenes desvinculados del estudio y del trabajo, así como impulsar la formación de la fuerza de trabajo calificada que se demanda, la formación vocacional y la orientación profesional desde las enseñanzas precedentes, en función de los requerimientos de la economía nacional. Posiblemente lo único interesante que se dijo.

La nueva ministra de educación intervino para decir lo mismo que sus jefes de filas, que su ministerio se concentrará en impulsar la participación de los estudiantes en labores de impacto social, la formación doctoral, el enfrentamiento a la colonización cultural y la calidad del aprendizaje, y el proceso de los exámenes de ingreso.

Y en realidad, las expectativas no se cumplieron ya que se vino a repetir la misma cantaleta ideológica de siempre que significa que la educación en Cuba, a todos los niveles, sigue siendo patrimonio del partido único, y un instrumento de control social que acentúa la raíz totalitaria del sistema político. 

Nadie habló de cómo gestionar mejor más del 15% del presupuesto del estado que se dedica a pagar la educación. Rentabilizar socialmente ese presupuesto, con su elevado coste, debería ser la máxima prioridad, pero el análisis coste beneficio no entra en las competencias de las reuniones de balance ministeriales. Así les va.

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