Riesgos y amenazas al trabajo social en Cuba

Elías Amor Bravo economista

La prensa estatal del régimen dedica un espacio a glosar el trabajo social en Cuba, y tal parece que esta actividad solo exista en la Isla comunista y que, en el resto del mundo, no haya la menor atención a su ámbito de trabajo. Falso. En España, sin ir más lejos, el trabajo social se considera una disciplina orientada a promover el cambio social, resolver conflictos y mejorar las condiciones de vida de las personas más vulnerables de la sociedad, y todo ello, desde la perspectiva de justicia y la inclusión social.

Es por ello habitual que los trabajadores sociales españoles atiendan la promoción de la igualdad de oportunidades y la eliminación de barreras para el acceso a los recursos y servicios que necesitan las personas, incluyendo el acceso a la atención médica, la educación, la vivienda, el empleo, la justicia y la participación activa en la vida comunitaria.

Además, el trabajo social en Europa, en general, es una disciplina que no solo trata los problemas individuales, sino que también atiende a los colectivos, para cambiar las condiciones estructurales que dan lugar a la desigualdad social. De hecho, los trabajadores sociales colaboran con otros profesionales y organizaciones comunitarias para desarrollar políticas y programas que se enfrenten a los problemas sociales de manera efectiva y sostenible. Muchos de los profesionales de esta actividad  trabajan para el sector público, pero otros más lo hacen en entidades privadas sin ánimo de lucro que ofertan los servicios gratuitamente a los ciudadanos a partir de una generosa política de bienestar social.

Lo que cuenta la prensa estatal comunista cubana del panorama del trabajo social en la Isla no es nada nuevo, ni tampoco exclusivo del régimen. De hecho, como actividad financiada principalmente con gastos públicos, uno de los retos que se deberían plantear las autoridades comunistas es cómo mantener los niveles de prestación del servicio en un entorno en que, más tarde o más temprano, habrá que recortar gastos. Pero claro, de las cuestiones de eficiencia en la prestación de servicios públicos, Díaz Canel no dijo ni una sola palabra a los poco más de 700 trabajadores sociales de todo el país que asistieron por videoconferencia a la reunión organizada por el ministerio de trabajo.

Al parecer, este no es el primer encuentro que celebran las autoridades con los profesionales del trabajo social. Esta vez, además de Díaz Canel y la ministra de trabajo María Elena Feitó, asistieron Gil y los miembros del partido Jorge Luis Broche y Joel Queipo, siempre atentos a este tipo de cónclaves donde los comunistas acaban imponiendo sus tesis. 

Desde el pasado 14 de septiembre, cuando se realizó el primero hasta ahora, ocho meses después, fue la ministra de trabajo Marta Elena Feitó la encargada de dar cuenta de los resultados producidos. Y ciertamente, hubo poco que celebrar. La ministra recordó los acuerdos adoptados entonces, relativos a realizar el Primer Taller Nacional de Trabajo Social; la propuesta de perfeccionamiento de las estructuras hasta nivel de circunscripción y de ampliar las plantillas; así como la profesionalización del trabajo social, con la aprobación de la Licenciatura, en cuyo plan de estudio se trabaja, al tiempo que se perfecciona el del Técnico Superior. Trabajo burocrático de raíz jerárquica, poco relacionado con satisfacer las necesidades urgentes de la población. Resultados, por determinar.

O, dicho de otro modo, los avances producidos en estos acuerdos han sido bastante limitados. Las inquietudes planteadas en aquella primera reunión pasaron a mejor vida. Esto es lo que suele ocurrir en el régimen castrista, donde las cuestiones se van estirando en el tiempo, prorrogando, ampliando plazos, etc. y así llevan 64 años.

Ahora, surgen nuevas iniciativas de las autoridades con relación al trabajo social. Una es la alocada propuesta de llevar el trabajo a nivel local. Se dio apoyo por los asistentes a este proceso de descentralización al que Díaz Canel quiere abocar a toda la administración estatal, sin saber en qué puede acabar todo. También se habló de ciencia, investigación e innovación, pero poco por cuanto se prestó más atención a relatar las experiencias personales y colectivas de los asistentes.

También hubo comentarios que se salieron del guion oficial. De hecho, uno de los asuntos de la reunión fue la necesidad de superar la idea que existe en muchos lugares de que el trabajador social es “el que da o quita la chequera”, insistiendo en que se puede perfeccionar, y mucho, el desempeño en las comunidades. En realidad, lo que se descubre detrás de esta concepción es una visión crítica de la sociedad hacia estos profesionales que puede tener mucho que ver con los procedimientos y la organización administrativa que aplica el régimen.

Por ello, viendo que se habían metido en un lío con la chequera, Díaz Canel valoró positivamente el hecho de que muchos de los actuales delegados de circunscripción fueran trabajadores sociales, que según él significa un reconocimiento a la labor que realizan, "porque la población aprecia lo que ha significado en la cotidianidad su trabajo, y cuánto han aportado al desarrollo de la comunidad". No debería estar tan feliz, ya que esa compatibilidad de tareas puede suponer una menor atención a una de ellas, y ahí vienen siempre los problemas: ¿Qué se deja de lado y qué se prioriza?

Después llegaron las consabidas arengas de Díaz Canel, cuando dijo que “Fidel no se equivocó con ustedes” como si el puesto de trabajo que ostentan los trabajadores sociales fuera debido a Fidel, cada vez más lejos en la distancia física y temporal. Díaz Canel habló de “un ejército con vocación humanista” dedicado a “rescatar las ideas fundacionales del programa ideado por Fidel para poder lograr la verdadera transformación social que necesita el país”. Si, han oído bien, esto es lo que dijo Díaz Canel en 2023 para endulzar los oídos de la audiencia, a la que, como suele ocurrir en estos casos, prometió nuevas reuniones como ésta, que no se sabe bien para qué sirven.

Y así el mandatario comunista concluyó señalando a los asistentes que “el fin de su trabajo es la transformación social, y son muchos los ámbitos del país en que se ha logrado” para describir la agenda para el trabajo futuro de los trabajadores sociales en los siguientes: "transformación social, disminución del desempleo y de la desvinculación del estudio y el trabajo, el enfrentamiento a la violencia contra la mujer, la atención a las personas de la tercera edad, la participación en las estrategias de desarrollo local y programas socioculturales, así como la prevención del delito". 

Una agenda compleja y de difícil encuadre profesional en la que el estado debería apostar por otras fórmulas, como la cooperación pública y privada de la que existe bastante experiencia a nivel internacional. Para los comunistas cubanos solo hay una fórmula: gasto y más gasto público, sin atender al origen del presupuesto de ingresos. Una vía que no es sostenible.

 

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