Díaz Canel y los bancos cubanos: una historia obsoleta

Elías Amor Bravo, economista

Tiene razón Díaz Canel al afirmar que “el buen hacer bancario fortalece todos los procesos económicos y sociales”, durante una reunión de trabajo en la que se realizó un análisis de las proyecciones del sistema bancario y financiero para 2021. Granma se ha hecho eco de lo dicho en la misma.

La banca juega un papel fundamental en el funcionamiento de las economías, al actuar como correa de trasmisión de los impulsos monetarios a la economía real. Los bancos crean dinero con sus prácticas y la política monetaria debe canalizar y establece patrones para que no se produzca un descontrol del dinero. En Cuba, por desgracia, tras las expropiaciones comunistas de la llamada revolución, el potente sistema bancario que existía en el país antes de 1959 y que había ido consolidando sus posiciones a nivel nacional e internacional, desapareció y en su lugar apareció una banca estatal, dirigida con criterios políticos que el tiempo se ha encargado de mostrar su inutilidad.

Poner el contador a cero y darle al sistema financiero cubano un nuevo impulso, debería ser una misión principal de los actuales dirigentes. Pero mucho nos tememos que no lo harán, y que sobreviven prácticas y conceptos atávicos que impiden esa necesaria modernización de las finanzas. Por ejemplo, ni siquiera la Oficina Nacional de Estadística ofrece información relativa al sistema bancario y financiero, lo que impide realizar el análisis del sector, como ocurre en otros países.

Tal vez, los primeros en darse cuenta de que no están a la altura de las necesidades del sistema económico sean los directivos y trabajadores de la banca y las finanzas. Ellos saben que, con arengas y mensajes más o menos vacíos de contenido, no se capta el ahorro de los ciudadanos (que no existe porque los cubanos viven al día) y resulta muy difícil otorgar préstamos con criterios profesionales. Siempre hay un dirigente comunista al final del camino para desviar la decisión técnica hacia criterios políticos e ideológicos.

Por eso, en esta reunión la ministra presidenta del Banco Central de Cuba Marta Wilson no quiso pillarse los dedos delante de Díaz Canel y aunque no lo dijo, asumió que su institución carece de autonomía para dirigir la política monetaria, como ocurre con los bancos centrales de otros países, lanzando balones fuera y dedicándose a presentar una serie de proyecciones del trabajo de la institución para 2021 y problemas cotidianos “que se tienen que resolver” y que están realmente muy lejos de la agenda de un gobernador de un banco central.

No obstante, conviene recordar que en Cuba hay un Decreto ley, el 361 que establece dentro de la misión del Banco Central de Cuba “promover, conforme a sus facultades, la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional y contribuir al desarrollo armónico de la economía”. No es una definición al uso de política monetaria, pero puede servir. Existe incluso un Comité de Política Monetaria encargado de realizar un análisis mensual de la evolución de las principales variables del entorno monetario cubano, y promover la toma decisiones y/o recomendaciones de política a otras instancias de gobierno sobre temas monetarios, cambiarios y crediticios. De nada de esto se habló en la reunión con Díaz Canel, sus razones tendrán.

De hecho, el propio Banco Central reconoce sus limitaciones en su página web y afirma que “en atención a las características de la economía cubana, donde no siempre se evidencian mecanismos de trasmisión tradicionales asociados a economías de mercado, el Banco Central se apoya para sus análisis en un esquema de vigilancia de los agregados monetarios fundamentales. También se monitorean otras variables del entorno monetario que tienen en cuenta sus particularidades: dualidad monetaria y cambiaria, segmentación de mercados, controles sobre precios y flujos en divisas, entre otras”.

Deberían de ir actualizando los contenidos, básicamente porque aun cuando sobrevivirá hasta junio, desde el 1 de enero el peso es la única moneda de curso legal. Y también se informa que “los principales instrumentos de política con que cuenta el Banco en la actualidad son el control directo sobre las tasas de interés, subastas periódicas de depósitos y financiamientos de regulación monetaria, con el objetivo de garantizar la estabilidad de la liquidez del mercado interbancario, así como el encaje legal. Todo muy burdo y rudimentario. Poco margen.

Y añade al respecto, “las herramientas analíticas y los instrumentos de política del Banco se encuentran en constante revisión y se van atemperando paulatinamente a los cambios operados en el entorno monetario y la economía en su conjunto”. Ya pueden darse prisa.

De forma sorprendente, al fijar las prioridades para 2021 del Banco central, en lugar de avanzar en un compromiso por una mejor política monetaria, más rigurosa y ejemplar, que buena falta hace para mitigar los efectos negativos de la Tarea Ordenamiento, la máxima dirigente del Banco anunció la “revisión de todos los procesos relacionados con la prestación de servicios para racionalizar los trámites e incrementar la utilización de los canales de pago por la vía digital”.

¿Es esta la función que corresponde a un Banco central, al uso? No lo creo. Como tampoco lo es diseñar e implementar, como dijeron en la reunión, “nuevos productos de ahorro y crédito en correspondencia con las condiciones de la economía y las necesidades de los diferentes actores económicos, con prioridad en los financiamientos con respaldo de liquidez en divisas y el diseño crediticio de la nueva política de la vivienda. Otra prioridad es el desarrollo de la banca de fomento para la agricultura”.

Este tipo de enunciados confirman lo lejos que está actualmente Cuba de los sistemas financieros que existen en el resto del mundo, ya que no quieren dejar de disponer de un Banco central al servicio de las prioridades del gobierno, como comprar de forma sistemática y obediente todos los bonos soberanos que se emiten año tras año para financiar un déficit público que ya ha alcanzado el 20% del PIB. En lugar de exigir responsabilidad fiscal y control al gobierno desde una posición de autonomía y credibilidad, el Banco central de Cuba se ha convertido, por obra y gracia de los comunistas, en una entidad servil y obediente del régimen y por eso, no se puede esperar mucho del modelo. Mas bien, nada.

En vez de prestar atención al diseño y ejecución de la política monetaria, tan necesaria en estos momentos de absoluto descontrol provocado por la Tarea Ordenamiento, en la reunión se habló de otro tipo de cosas, como que, si proliferan los jóvenes en el sistema bancario, hasta alcanzar el 42% de los empleados. También se citó el caso del Banco Metropolitano, y se aludió a las eternas colas y demoras, a pesar de la bancarización y pago electrónico, en definitiva, de la satisfacción de los clientes, que no parece que esté a la altura de las circunstancias.

Y como siempre ocurre en estos foros, después de hablar de estos asuntos tan relevantes para el control monetario de la economía, Díaz Canel cerró el acto hablando de generalidades y cosas sueltas, como que si la banca es una actividad transversal a todos los procesos económicos y sociales (descubrió por donde le entra el agua al coco) o la insistencia, una vez más, en que “los problemas que enfrentamos necesitan soluciones creativas, inteligentes y ágiles” el mismo mensaje que tan solo hace unos días se dirigió a los productores agropecuarios o los constructores de viviendas.

El eterno problema de cómo afrontar las complejidades actuales, que conviene recordar que están ahí precisamente por la mezcla envenenada de la Tarea ordenamiento y la Estrategia, que por desgracia combinan como agua y aceite.  Y acabó incidiendo en la necesidad de facilitar las exportaciones y la sustitución de importaciones, con más flexibilidad ofreciendo servicios nuevos para el sector productivo y las personas, y a la vez, control interno, sin olvidar, como viene siendo habitual, la referencia a la investigación científica y la innovación, en esta ocasión aplicadas a la banca.

Alternativamente, habría sido necesario otro discurso con relación al sistema bancario y financiero, especialmente dirigido a introducir reformas para facilitar su centralidad en la economía y utilización como instrumento fundamental al servicio de la política monetaria.

Por ejemplo, no dijo nada del tipo de cambio del peso, que se supone que debe ser un indicador a defender y proteger por el Banco central, asegurando que las emisiones de dinero se ajusten a las necesidades monetarias de la economía. Tampoco mencionó la situación distinta a la que se someten los bancos estatales y los bancos que actúan como delegaciones de bancos extranjeros en el país, y en ese sentido, no se explicó qué sentido tiene no incluir en la cartera de oportunidades de la inversión extranjera la penetración de capitales foráneos en la banca cubana, algo que ocurrirá.

Tampoco se habló de la competencia y especialización de las entidades actuales, y ni siquiera se mencionó una posible participación del sector privado en la actividad financiera. Este es un sector, el financiero, que los comunistas cubanos quieren que sea solo estatal, pero no cabe duda de que, en el mundo de las cooperativas no agropecuarias se podrían abrir espacios para la actividad financiera, cuyo desarrollo habría que someter a evaluación por sus perspectivas favorables, apostando por la creación de entidades sin ánimo de lucro que desembocaran en cajas de ahorros como las que existen en otros países. En fin, en esta reunión no se habló de lo que es necesario y urgente, y podría mejorar el funcionamiento de la economía para lo cual es clave el sistema bancario y financiero, pero no con su actual diseño. Ya vendrán tiempos mejores.

 


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