Precios, eficiencia, ¿cómo salir del caos de la Tarea Ordenamiento?
Elías Amor Bravo, economista
La Tarea Ordenamiento está siendo un desastre sin
paliativos, aun cuando las autoridades no lo quieran reconocer. Cada día que
pasa, las consecuencias son peores. Los dirigentes de la economía cubana están
bloqueados y no saben qué hacer. Granma hace un flaco favor al proceso al
recoger unas declaraciones del primer ministro Marrero en las que
reconoció que “el descontrol de precios y tarifas y la aplicación abusiva de
ellos, en entidades estatales y formas no estatales de gestión están entre los
problemas más reiterados que afectan al pueblo”. Ya nadie oculta nada.
Y en ese sentido, hizo un llamado a “perfeccionar el
trabajo del ministerio de finanzas y precios, y dijo que no basta con un
ministerio fuerte, sino también que el sistema de del mismo se fortalezca en
los territorios, en las provincias, y principalmente en los municipios”.
Insisto, completamente perdidos.
Estas cosas ocurren, y ya lo hemos explicado en
alguna entrada anterior, cuando en una economía de planificación e intervención
estatal, como la cubana, en la que no se permite el libre actuar de la
propiedad privada empresarial y no se admite el papel fundamental del mercado
como instrumento de asignación de recursos, se pretende acometer un problema
como “el descontrol de precios y tarifas” que tienen lugar tras un proceso
combinado de devaluación y aumento salarial,, con los instrumentos de precios
topados, centralizados y demás. Como no sirven, y el ejemplo se está viendo en
Cuba, entonces achacan los problemas a
una “supuesta aplicación abusiva de los precios en todo tipo de entidades”, sin
especificar cuáles ni cómo. Falso.
Esta afirmación se produjo en el contexto de una
reunión del ministerio de finanzas y precios para analizar sus proyecciones de
trabajo para el año 2021, Marrero centró buena parte de su intervención en la
explicación de lo que se está haciendo en el país con los ingresos y los gastos
en que incurre para afrontar la crisis. Según su criterio, los “diferentes
actores económicos tienen que ganar más en base a la eficiencia, no a costa de
subir los precios” y tiene razón.
Lo que ocurre es que estos procesos requieren tiempo,
y mientras que la reacción de la oferta a los precios es rápida, flexible y en
tiempo real, la influencia que tienen los procesos de mejora en el
funcionamiento de las economías, vía mayor eficiencia, requieren tiempo, para
que las inversiones, previamente realizadas, cuajen. Y aquí, el problema es que
esas inversiones ni están ni se esperan.
En Cuba las mejores de eficiencia no tendrán lugar porque
no se invierte. La participación de la formación bruta de capital fijo en el
PIB no supera el 10% frente a una media en América Latina de un 30%. Dicho
diferencial explica por qué los niveles de eficiencia de la economía cubana son
tan bajos y existe escasez y poca oferta, lo que tensa los precios cuando no se
puede importar al carecer de divisas. En economía, a diferencia de la magia,
los conejos no salen de las chisteras, hay que criarlos. Y eso requiere tiempo.
Y así Marrero, después de afirmar que “lo primero que
tenemos que ordenar es nuestras mentes” un buen mensaje que debería haber sido
captado por Murillo, asistente a la reunión, y culpar al embargo o bloqueo de
todos los males, dijo que “para momentos complejos necesitamos soluciones
diferentes”, es decir, “desaprender
verdades establecidas y adquirir y poner en práctica nuevas maneras de hacer
junto a la academia y las universidades, y con la generación de ciencia e
innovación”.
Asombroso. Esa deconstrucción del modelo social comunista
que se esconde detrás de ese mensaje, ¿puede ser algo que viene en el próximo
congreso del partido? ¿Y si estamos ante el cambio que realmente necesita la
economía cubana, igual que hicieron chinos, vietnamitas y europeos del este?
Ellos también desaprendieron para hacer las cosas de otra forma distinta, y ahí
está Vietnam con un crecimiento para este año del 7% del PIB o la República
Checa, superando a España en PIB per cápita.
Por lo que respecta a la referencia de Marrero a los
precios que, según él, “hay que seguir estudiando, y debe ser más allá de los
conocimientos ya fijados, de lo que dicen los libros”, mi recomendación es
sencilla. Cualquier manual de economía de primer curso de las carreras que se
estudian en las universidades de cualquier país, excepto Cuba, puede servir.
Que vaya al capítulo 1 donde se analizan oferta y demanda, y equilibrio de
mercado, y tendrá más que suficiente para conocer bien cómo funcionan los
precios. Insisto, no hace falta “visión cubana”, la economía es una ciencia que
ofrece modelos y perspectivas generales que funcionan. Apartarse de ese tronco
común, entraña riesgos. Ahí está el ejemplo de Cuba en 62 años.
Tengo dudas de que vayan a regresar a la ortodoxia,
por mucho que digan que “los precios son una prioridad, que están entre los
principales temas de análisis en la sociedad, y no es algo coyuntural y que es
necesaria una política de precios integral”, según dijo el ministro de economía,
Gil, asistente a la reunión. Que además, recalcó la importancia de “una de las
prioridades de trabajo del MFP, referida a que la actualización de la política
de precios debe estar bajo el principio de ser única, inclusiva y en igualdad
de condiciones para todos los sujetos de la economía, estatales y no estatales”.
Eso se llama mercado, ministro.
De la claridad de unos a la oscuridad de otros. Por
ejemplo, insistir, como hizo la ministra de finanzas y precios, que la Tarea
Ordenamiento ha sido útil para avanzar en la solución de trabas relativas a la
excesiva centralización y aprobación de precios, con la descentralización de
facultades de este tipo, así como en la formación de precios por correlación e
indicadores de eficiencia no es adecuado, porque no es verdad. La Tarea
Ordenamiento ha agravado mucho más estos procesos y creado problemas
adicionales en materia presupuestaria, tributaria, de precios, de tesorería y
crédito público, de patrimonio estatal, de seguros. Prácticamente todo se ha
visto trastocado, para mal.
Buena prueba ha sido el número de rectificaciones y
modificaciones que ha realizado este ministerio a tenor de las “escuchas a la
población”. Y así, la ministra citó 10 modificaciones de precios y tarifas
minoristas, y 21 adecuaciones a precios y tarifas mayoristas para evitar
desviaciones del diseño de la Tarea y minimizar impactos negativos en los
precios minoristas, también la revisión de los costos de las producciones
agropecuarias y correcciones en determinados precios de acopio, y los ajustes
derivados de la reconversión del presupuesto del estado, incluyendo la
identificación de fuentes para financiar decisiones aprobadas en la
implementación del ordenamiento monetario. Cabría preguntarse qué quedó después
de todo este proceso de cambios. Incluidos los Decretos 30 y 31 con las
infracciones y sanciones por los precios.
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