Elías Amor Bravo, economista
Hay
dudas sobre ello. De lo que no cabe duda es que si se quiere superar
la crisis provocada por la pandemia, no se puede estar a verlas
venir, sino que se necesita actuar. No hay tiempo para tomar medidas
necesarias y efectivas, el régimen tiene que reaccionar y darse
cuenta que la Tarea Ordenamiento no hace otra cosa que frenar el
crecimiento que necesita el país. La solución a los problemas de la
economía cubana no es ganar tiempo, sino
de diseñar
políticas económicas eficientes que combinen
reformas
estructurales, estímulos
y
flexibilidad.
La
economía cubana ha sido una de las más afectadas de América Latina
por la pandemia de COVID-19 y los
esfuerzos por controlar la enfermedad
han
provocado
daños en los principales sectores productivos. Interpretar las
señales procedentes de la economía no es difícil. En estos dos
primeros meses del año, una inflación en auge deteriora el poder
adquisitivo de los salarios y pensiones, lo que unido a la reducción
de subsidios y gratuidades, rebaja más aún la demanda.
Y
sin embargo, la oferta productiva, sobre todo la alimentación, sigue sin reaccionar al entorno más favorable
de la devaluación que, a todas luces, se ha quedado corta como
señala de forma evidente el mercado informal. Las principales
actividades productivas manufactureras se han visto afectadas por la incidencia de
unos costes unitarios de producción más elevados (salarios e insumos importados que no se producen en el país) que no se han
podido trasladar a los precios finales.
Las
empresas y los pequeños negocios de los trabajadores por cuenta
propia se encuentran ante la amenaza de cierre porque la insolvencia
aumenta. La financiación bancaria es inexistente. El entorno no puede ser más depresivo, y nada que ver con
lo que suele ocurrir después de una devaluación. El empobrecimiento general está ahí, pero el crecimiento de la oferta exportable ni está, ni
se espera. Entonces ¿qué hacer? Desde luego, nada de lo que se está
implementando en la actualidad. Incluso se da la coincidencia, como viene siendo habitual, que las autoridades del régimen
tienden a interpretar de forma errónea algunas de las señales
procedentes de la economía. Por ejemplo, es el caso del aumento de
ciudadanos que se dirigen a los dispositivos de empleo en demanda de
puestos de trabajo.
La
ministra de trabajo en su cuenta en twitter, no con datos oficiales
del gobierno, se ha mostrado “optimista” al dar a conocer que una actualización de los datos sobrela incorporación al empleo en
Cuba, que en los dos meses transcurridos del año, 76.020
personas han aceptado opciones laborales en todo el país, de
un total de 126.938 personas que han visitado las direcciones de
trabajo en busca de empleo (un 32% se han ido sin empleo a sus casas). ¿Qué significa realmente este dato?¿Hay
motivos para el optimismo?
En
principio, las autoridades comunistas lo identifican con un efecto
positivo de la Tarea Ordenamiento, que está obligando a la gente a
aceptar empleos en vez de permanecer en la inactividad. Bien, yendo
por partes, lo primero sería determinar qué tipo de trabajos se
ofertan y dónde. No parece que se ubiquen en empresas y mucho menos
en negocios privados que están atravesando una grave crisis financiera. La tendencia es a ocupar empleos en el sector
presupuestado, de bajos salarios y nula productividad lo que acaba
generando esas "plantillas abultadas" en el estado que Raúl Castro
identificó como uno de los principales problemas de la economía
allá por 2006.
La
historia con Díaz Canel vuelve al comienzo, y por eso, la reciente libertad de licencias para el trabajo por cuenta propia no ayudará a
incrementar la actividad privada en Cuba. Lo que hay que interpretar
de ese aumento de gente que acude a buscar un empleo, el que sea, es que
la cosa esta difícil, como decía un emprendedor al preguntarle por
este tema, y buena muestra de ello son las 28.515 mujeres o los
23.374 jóvenes que han aceptado empleos ofrecidos en las direcciones
provinciales.
Datos
como este aumento de la población activa, que había estado disminuyendo en los últimos años, indican que la situación
económica no es buena, y que previsiblemente, las cifras del año pasado se mantienen, con decrecimientos en los ritmos de actividad que
no favorecen el bienestar y calidad de vida. Las señales del
mercado laboral no son buenas, por mucho que el régimen quiera
mostrar lo contrario, e indican paralización en los principales
sectores, sobre todo en el trabajo por cuenta propia, no solo de
titulares de licencias, sino de sus trabajadores contratados,
sectores que se han mostrado muy
vulnerables frente a las medidas de restricción.
Junto
al aumento de los demandantes de empleo otros indicadores que se han
conocido por informaciones ofrecidas por los dirigentes no apuntan en
la buena dirección. Por ejemplo, el menor consumo de
electricidad, que el régimen valora como dato positivo, es un indicador que confirma que la actividad se
resiente y que la gente mira el centavo porque teme las facturas que
debe pagar. Los cubanos carecen de ahorros, a diferencia de lo que
ocurre en otras economías del mundo, y viven al día con su salario,
de modo que es muy difícil realizar una previsión de futuro más
allá de un año. Las estadísticas
ofrecidas
por
la ministra en su twitter indican que la gente necesita cualquier
empleo por el salario, no está para elegir, y que la necesidad económica está siendo cada
vez mayor en los núcleos familiares, donde se ha instalado un
“sálvese quien pueda” desconocido desde los tiempos del período
especial. Esto no es bueno.
No
hay forma de anticipar, en estas condiciones, cuándo y cómo va a
salir la economía cubana de la parálisis. Por mucha disciplina y
control, la lucha contra el
COVID-19
no
ha concluido aún, y continuamente aparecen nuevos brotes lo que da
una cierta sensación de que la
pandemia
no acaba. Al mismo tiempo, la propaganda oficial habla de una vacuna
que no se sabe cuándo se empezará a suministrar lo que aumenta la
inquietud de la población y la preocupación por el binomio crisis
económica y sanitaria que no se acaba de resolver.
La
tercera ola del COVID-19
ha
destruido la campaña del turismo de invierno impidiendo la llegada
de divisas y ahora toca pasar otro año sin ingresos del exterior que
no podrán compensar las cuantiosas inversiones que se han realizado
en el sector hotelero. Todo
ello, unido a los efectos negativos de la Tarea Ordenamiento ha
oscurecido el horizonte de la recuperación económica
y debería
obligar a las autoridades
seriamente a
replantearse si
la estrategia de reconstrucción de la economía y
lo que se está haciendo en la actualidad es lo correcto, al margen
de la ideología y las imposiciones políticas y electoralistas del
próximo congreso comunista.
Dicho
en otras palabras, ya pasó el tiempo de las reflexiones y es
necesario y urgente diseñar
una política económica focalizada en el crecimiento, que no es una
mera cuestión de tiempo, sino de reformas
estructurales, estímulos
y
flexibilidad.
No
se ha observado, hasta ahora, política alguna de defensa y
protección
del tejido empresarial, estatal
y no estatal, a pesar de que existe una creciente demanda social para
ello. El gobierno ha situado este sector en el último lugar de sus
prioridades concentrando la
financiación en
el gasto corriente y en los programas del sector presupuestado que
contribuyen a generar esos puestos de trabajo que se están
ofertando, de escaso recorrido.
Abandonar
al sector empresarial cubano en el momento que más necesita el apoyo
del gobierno es un grave error, que se acabará pagando en términos
de más destrucción de empleo, crisis y penuria económica. El
modelo social comunista no está preparado para afrontar un escenario
de destrucción del tejido empresarial. Por eso, las
medidas de apoyo y
de fomento empresarial son necesarias,
pero no
suficientes y
deben ir
acompañadas de un proceso de reordenación y ajuste de los gastos
públicos, tendente a reducir el tamaño desproporcionado del déficit
público, 20% del PIB, que hipoteca las capacidades de desarrollo de
la economía.
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