Guilarte: el sindicato no está para la eficiencia, sino para reivindicar
Elías Amor Bravo economista
El dirigente de la CTC y
miembro de la dirección comunista de Cuba, Ulises Guilarte, ha dicho algo que
no debe haber pensado suficiente. Le podría acarrear problemas de otros colegas
suyos de países occidentales, que no están de acuerdo con que el “sindicato en
el socialismo tiene que movilizar la eficiencia”.
Guilarte debe saber que
el sindicato está, ante todo, para defender a los trabajadores. Ese fue su
origen, y ese es el principio que determina su participación social. Ni en el
socialismo, ni en el capitalismo, donde tal vez podría estar algo justificado,
el papel del sindicato tiene que ver la eficiencia de las empresas. Esta idea
es absurda, y carece de sentido. En la OIT debe haber algunos escandalizados
con este tipo de mensajes. Pero es que a esto hemos llegado en el “paraíso de
los trabajadores”, y el clima de malestar social alcanza tales dimensiones, que
los encargados del control social a través del sindicato oficial ya no saben
qué decir y se pierden con estas salidas de tono que no convencen ni a unos ni
a otros.
En todos los países del
mundo, el movimiento sindical desarrolla sus funciones en el ámbito de la
defensa de los intereses de los trabajadores, intentando que los resultados del
proceso resultante de las continuas transformaciones del sistema empresarial
beneficien en la medida de lo posible a los trabajadores, así como al capital.
Para conseguir este objetivo, los sindicatos se organizan, construyen plataformas
reivindicativas, negocian a tres bandas con patronal y gobierno, y alcanzan
acuerdos que definen la concertación y el diálogo social que permite a los
países avanzar. Cualquier parecido con esa “movilización de eficiencia” que
dice Guilarte es pura casualidad. Nada que ver.
No hay ninguna
justificación para señalar que, en un sistema socialista, el sindicato deba
dejar de cumplir su función principal de defensa de los trabajadores, para dedicarse
a la eficiencia, si se tiene en cuenta en qué situación deja el socialismo a
los trabajadores. Las estadísticas de Cuba no admiten comparación.
El salario medio
mensual, en 37 dólares, es de los más bajos del mundo, solo con Venezuela por
detrás. El nivel de bienestar de los cubanos cada vez tiene menos relación con
los bienes y servicios que se suministran gratuitamente por el estado, y ya
empiezan a surgir voces que demandan una asignación alternativa a través de
oferta y demanda de mercado, con un ajuste al alza de los salarios que promueva
la libre elección.
Guilarte, como miembro
del Buró Político del Partido comunista, debe entender que su papel como dirigente
sindical exige otros planteamientos en defensa de los trabajadores. Que mezclar
churras con merinas no es lo más correcto y que la CTC debería adoptar un papel
más reivindicativo frente al estado totalitario en defensa del bienestar y prosperidad
de los trabajadores cubanos, incluso en el socialismo y bajo el predominio
absoluto de la empresa estatal socialista.
Realmente es muy poco lo
que hace la CTC en defensa de los intereses de los trabajadores frente al dominio
absoluto del estado, con sus 3.100.000 afiliados pertenecientes a todos los
sectores, lo que le debería otorgar una fuerza muy destacada para exigir, por
medio de una plataforma bien elaborada, cambios en la economía para que la
situación económica de los trabajadores mejore. En vez de hablar de eficiencia,
una defensa a ultranza con esas bases de poder debería conducir a cambios muy
importantes en el enfoque de la política del gobierno, que ha sido, a todas
luces, un fracaso, sobre todo en la aplicación más reciente de la Tarea
Ordenamiento.
La responsabilidad de un
sindicato como la CTC no es actuar como correa de trasmisión del poder político
comunista. No es así como se consiguen prebendas. En Polonia, un gran
sindicato, Solidaridad, impulsó con valentía los cambios que llevaron al país comunista
a la democracia. Y lo hizo a partir de una plataforma de defensa de los
trabajadores que sorprendió sin argumentos al comunista Jaruzelwsi, y a toda la
cúpula del partido cimentada en estructuras muy parecidas a las que rigen en
Cuba.
La historia del
movimiento sindical en el mundo está llena de procesos y de hitos en los que
lejos de ponerse a hablar de “eficiencia” los sindicatos han asumido el cambio
social, la transformación de sistemas injustos y obsoletos, incapaces de mejorar
las condiciones de vida de los trabajadores que representan, como ocurre en Cuba.
A nadie le debe quedar
la menor duda que la responsabilidad del sindicato CTC en la actual situación
que se vive en Cuba no debe ser organizar “juegos florales” en defensa de la
ideología comunista, sino liderar y proponer al régimen las medidas que sean
necesarias para representar y movilizar a los trabajadores cubanos en demanda
de un futuro mejor, toda vez que esa “participación en los procesos de
planificación, regulación, gestión y control de la economía del país” que se
establece en la constitución no ha servido de nada para mejorar la prosperidad
del país. De nada sirve todo ese poder, si luego las cosas no salen bien, y habría
que explicar por qué ocurre eso.
Hay algo que distancia a
un sindicato de cualquier otra organización y que Guilarte desconoce, que se
llama “reivindicar”. Utilizando el poder de esos 3,1 millones de afiliados, un
sindicato debe exigir al gobierno medidas que permitan vivir de forma
aceptable, y que todas las transformaciones del sistema empresarial cubano
sirvan para compensar, de forma equilibrada, los intereses en conflicto de capital
y trabajo. Es un grave error creer que en el socialismo a la cubana no existen
desigualdades entre los factores de producción.
Hay numerosos ejemplos
que nos llevan a las estadísticas macroeconómicas, que reflejan una
participación desmedida de los beneficios empresariales en el PIB (beneficios
que van a parar a las arcas del estado para financiar los programas de gastos
que el estado determina con anterioridad que quiere ofrecer, sin libertad de
elección para las personas).
Este modelo ha fracasado
completamente, y buscar “eficiencia” desde el sindicato es un insulto a la inteligencia
que debería provocar una protesta airada de los cuadros que no compartan ese
tipo de mensajes, que los debe haber. No se resuelven los problemas del país
con la descentralización de funciones y facultades a las empresas estatales que
estaban anteriormente en las estructuras de dirección superior. Ese no es el
camino. Eso conduce al fracaso.
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