¿Por qué fracasa el sector de la construcción en Cuba?
Elías Amor Bravo, economista
Acaban de informar del resultado de la construcción de
viviendas en Cuba durante 2020, cuando se alcanzó la cifra de 32.874 unidades
de las que un 42,2% correspondieron al estado y el resto 57,8% a la fórmula
denominada “esfuerzo propio” que es lo más parecido a la construcción privada,
salvando distancias. Inmediatamente surge una cuestión, ¿son muchas, son pocas,
son las que se necesitan? Y la respuesta no puede ser más clara, No, Si y No,
de nuevo. En este post lo vamos a explicar.
La nota en Cubadebate culpa al bloqueo de Estados
Unidos del resultado, aunque también hay una referencia de pasada a la
influencia de la pandemia del COVID-19, pero ambos argumentos caen por su
propio peso si se compara el resultado con los de años anteriores, que es como
se debe realizar el análisis de un sector económico.
De modo que si se contrasta con lo ocurrido en 2019, que fueron 44.556 unidades, el sector ha descendido la producción en un 26,2% un resultado que incide de forma muy negativa en la aportación de la construcción de vivienda a la economía nacional.
Además, al descomponer la cifra del ejercicio entre construcción estatal y por esfuerzo propio, se observa un descenso si cabe mayor en la segunda, que pasó de 29.075 viviendas en 2019 a poco más de 19.000 en 2020, un descenso porcentual del 34%, por encima de la media.
Por lo que respecta a la estatal, en 2019 se construyeron 15.491 unidades y en 2020 13.865, un descenso también del 13,3%. Ninguna de las dos modalidades autorizadas por el régimen comunista para atender las necesidades de vivienda de la población han dado resultado.
El modelo no funciona, se tiene que
sustituir por otro que facilite la actividad del sector de la construcción. Y este no es otro que el
empresario privado, emprendedor o autónomo que contrata trabajadores, medios de
producción y recibe encargos públicos o privados para construir. No hay
alternativa.
Si en Cuba no se apuesta por este modelo, la
construcción seguirá acumulando año tras año, ese déficit que algunos estiman
en más de un millón de viviendas para que los cubanos puedan disfrutar de una
vivienda digna, y no de ese desastre inmobiliario que se observa en algunas
zonas del país, con edificios cayéndose a pedazos. Son 63 años de aplicación forzosa de una ideología
comunista que sitúa a la construcción de vivienda en Cuba como uno de los
sectores más atrasados.
Y lo que es peor, ninguna de las medidas adoptadas por el régimen, como en su día, la compraventa ante notario, para eliminar el mercado informal de trueque que funcionó durante décadas, ha supuesto una mejora de la situación, porque con aquella reforma se consolidó el acceso a los títulos de propiedad de forma irregular, y no se activó el mercado, por las numerosas trabas y limitaciones, como esa de que solo se puede tener una vivienda y otra más para el disfrute vacacional.
Eso no es compatible ni con el socialismo, ni con el
marxismo, ni el castrismo, y es una de las medidas que de forma más negativa ha
influido en la economía cubana limitando el potencial de patrimonio de los
cubanos, haciéndolos simplemente más pobres que los ciudadanos del resto de
países del mundo.
Los datos divulgados en la publicación de ONEI, señalan que las provincias con
mejores indicadores en este sentido fueron La Habana, Holguín, Santiago de
Cuba y Villa Clara. Las de mayor población, y este comportamiento indica que se
producen desigualdades territoriales que aumentan más aún la penosa situación
del sector. ¿Dónde está la supuesta planificación estatal? ¿Qué sentido tiene
intervenir en la actividad de los agentes privados si no se consigue una mínima
disciplina en la evolución del sector?
Lograr que el sector de la vivienda despierte y de respuesta a las necesidades de la población debería ser un objetivo principal de la política económica. La fórmula actual basada en “esfuerzo propio” y sector estatal no sirve para cumplir los objetivos. El estado de la vivienda en Cuba, pésimo y deficiente, y además insuficiente, raya en el cumplimiento de los derechos que se establecen en la constitución comunista para este activo.
Los estándares de Cuba difícilmente se observan en otros países, con darse una
pequeña vuelta por el viejo San Juan y compararlo con La Habana vieja, se
obtiene una impresión inmediata del fracaso del modelo social comunista cubano.
¿Qué hacer? Pues lo mismo que en el sector agropecuario y en el resto de la economía. Retirar al estado de la construcción de vivienda y otorgar a la iniciativa privada empresarial el protagonismo a la hora de decidir qué construir, dónde hacerlo y a qué precios, respetando lógicamente las normas urbanísticas y territoriales que deben presidir la ejecutoria del sector.
Y ¿por dónde empezar?, una buena forma sería privatizar el suelo urbanizable para la
construcción de vivienda, basado en un eficiente planeamiento urbanístico
en las zonas de mayor demanda. El trasvase de derechos de propiedad del estado
a los particulares debe ser efectivo y con todas las garantías, superando los
procedimientos actuales que arrojan no pocas incertidumbres y limitaciones a
productores y compradores.
Los comunistas se pierden la oportunidad de
aprovechar el impacto que tiene el sector construcción como motor de la
economía nacional, en términos de empleo y producción y concentran los pocos recursos disponibles a construir hoteles. Sin embargo, hay mil formas de sacar
provecho a las remesas que envían las familias y convertirlas en capital productivo
y patrimonio privado para los cubanos que las reciben. De ahí se podría
irradiar al resto, por medio de un mercado de vivienda que no limite la
propiedad y titularidad de las mismas y que autorice el ejercicio de auténticas
agencias inmobiliarias que oferten sus servicios con profesionalidad e
independencia.
En definitiva, lo único que hay que hacer es copiar
el modelo que funciona en otros países y olvidarse de las limitaciones ideológicas
comunistas. Si la vivienda no crece en número, el resto del sector se retrasa porque no se consiguen los "encadenamientos" y se pierden oportunidades de crecimiento. Este ha sido el caso de los insumos básicos para la
producción nacional para la construcción, que registran todos descensos durante
2020, excepto arena calcárea y piedra triturada. Un desastre. Todo está
relacionado y activarlo exige, en el caso cubano, voluntad política.
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