El turismo cubano en la encrucijada
Elías Amor Bravo economista
El sector turístico hotelero ha sido, sin lugar a duda, uno de los que ha recibido golpes más duros por los efectos de la pandemia de COVID-19 en Cuba, como consecuencia de su dependencia de la movilidad, ocio, consumo y los viajes en general, actividades que se vieron trastocadas por la decisión de aislar a la población por parte de los gobiernos para frenar el avance del virus en todos los países del mundo.
Los analistas consideran que esta crisis tardará mucho tiempo en devolver a la economía cubana los resultados turísticos anteriores a 2019, y va a dejar una huella profunda en el sector en todo lo que se refiere a pérdidas económicas y de confianza por parte de los gestores empresariales, los actores privados y en general, todo el conjunto de negocios y de empresas que gravitan sobre la industria.
Y algo a lo que el régimen, obsesionado por construir más habitaciones de hoteles, mejorar las pistas de los aeropuertos o digitalizar determinados servicios, no ha dedicado la atención que merece, y que no es otra cosa que la experiencia de gestión y el conocimiento del mercado que se obtiene cuando se afronta una grave recesión como la actual.
Esta falta de experiencia y de rigor en la estrategia del régimen comunista hacia el turismo se puede constatar con diversos indicadores. Por ejemplo, la creencia de que las cifras de viajeros se pueden recuperar a corto plazo. No existe ningún informe internacional que permita confirmar que se pueda producir una recuperación, lenta pero sostenida, del sector.
Ni siquiera las potencias turísticas más avanzadas, como España, Francia o Italia, juegan con esta previsión y se preparan para hacer frente a un escenario complejo, cuya solución no se vislumbra a medio plazo. Un buen ejemplo de ello se encuentra en la evolución de los datos sobre el gasto total turístico registrado en los últimos meses, que, si bien ha crecido con respecto a los niveles anteriores a la pandemia, todavía necesita mantener meses continuos de avances para recuperar la tendencia anterior, que es lo realmente importante.
Un segundo aspecto al que los dirigentes comunistas cubanos no prestan atención es el hecho, constatado en los distintos países, que la paulatina vuelta a la normalidad no se produce del mismo modo a nivel mundial, y que se están produciendo diferencias importantes entre los sectores turísticos de distintos países, incluso dentro de una misma zona geográfica. Este es el caso de República Dominicana o Costa Rica, que apenas han experimentado durante este año la disminución de viajeros, en tanto que Cuba sigue postrada, sin apenas actividad o ingresos.
Este dato vuelve a indicar que no habrá una recuperación intensa del sector turístico en todos los países, y que la clave no está en incorporar elementos nuevos a la oferta o hundir los precios, sino en mantener el pie en el acelerador, sin perder de vista que el turismo es una actividad muy sensible a informaciones y datos que, una vez producidos, enseguida ayudan a espantar a los viajeros. Cuando Marrero habla de Cuba como “destino seguro” no hace otra cosa que activar esas luces rojas.
Y, en tercer lugar, la evidencia más clara de que los dirigentes del régimen no tienen ni idea de lo que están haciendo con el sector turístico es la escasa, o nula, apuesta por el turismo nacional. Los datos confirman que este se ha convertido en el motor principal del turismo en las principales potencias mundiales tras el levantamiento de los confinamientos.
Aquí viene lo más relevante, todos los informes indican que ese turismo nacional continuará siendo el motor de la actividad del sector en numerosos países en los próximos meses. Los indicadores de recuperación en el turismo internacional continúan siendo débiles, y no permiten realizar previsiones optimistas, en cambio, el turismo nacional incrementa los viajes dentro del país, realiza más gasto en los establecimientos hoteleros y dedica parte de los ahorros conseguidos durante el confinamiento a disfrutar del ocio que no pudo en los momentos de aislamiento.
La cuestión es ¿Cómo podrá el régimen comunista activar el turismo nacional en un país en que el poder adquisitivo de la población se ha visto deteriorado por un incremento espectacular de los precios por la Tarea Ordenamiento (un 66,3% hasta octubre, según ONEI)? ¿Cómo pueden los cubanos con salarios medios de 50 dólares al mes, alojarse en los resorts del turismo internacional a 120 dólares la habitación por noche?
En otros países esta cuestión se ha resuelto, no solo porque los habitantes disfrutan de un mayor nivel de vida y poder adquisitivo, sino porque los gobiernos han concedido subsidios temporales para que la gente viaje más y consuma servicios turísticos. ¿De dónde va a sacar fondos el régimen comunista con el déficit público cerca del 20% del PIB? La situación económica en Cuba es tan grave que ni siquiera los perceptores de remesas han podido dedicarlas al disfrute en los hoteles, porque han tenido que priorizar otros gastos necesarios.
De modo que la vuelta a la normalidad del turismo en Cuba ha sido una apuesta de una sola ficha a todo o nada. A la que ofrece el turismo internacional, que se valora como un balón de oxígeno para el sector en general, para las arcas del estado que se encuentran vacías después de dos años de recaudación nula. Lo peor de todo es que al no proyectar objetivos sobre el turismo nacional el régimen condena, al mismo tiempo, a la oferta privada de alojamientos y restauración vinculada también al turismo internacional, lo que provocará la pérdida de negocios privados que tendrán muy difícil volver a reanudar sus actividades, eludiendo el cierre para sobrevivir.
Los dirigentes comunistas cubanos que están al frente del turismo están jugando una partida en la que solo pueden perder. Lo hacen para contentar a los gestores internacionales de los hoteles, que llevan también dos años sin ingresos, sin negocio, y empiezan a plantearse cambiar a otras latitudes. El futuro inmediato del turismo en Cuba viene dominado por una enorme incertidumbre, derivada de los efectos de una nueva ola (quizás la cuarta o quinta) que está provocando el retorno a los cierres y los toques de queda en países como Austria o Alemania, y en algunos del Este.
Desde esta perspectiva, en la que existe una gran incertidumbre por el turismo mundial, el mercado nacional pasa a ser la apuesta principal de un sector que tiene dificultades para adaptarse a una coyuntura muy adversa, que ya ha tenido alguna manifestación de desconfianza en los mercados financieros y que sigue a la espera del retorno a la normalidad del turismo internacional con el regreso a la normalidad de los viajes de negocios y el tráfico internacional. En La Habana todavía siguen intentando entender por qué la campaña turística va viento en popa en República Dominicana y en Cuba no. Tal vez deberían hacer caso a lo que se les dice.
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