Fabricando medicinas en el Mariel: costes y riesgos

Elías Amor Bravo economista

Poco importa que las viviendas de los centros históricos de las ciudades se vengan abajo por la desidia y la falta de materiales, o que en la bodega de la esquina de la cuadra lleven semanas sin recibir un huevo, una malanga o jabón de lavar. Al régimen comunista de Cuba este tipo de naderías le importa un bledo. Lo ha demostrado con creces durante 60 años. Fidel Castro inauguró esa línea y nadie se ha atrevido a cambiar el guion. Por eso, la inauguración a bombo y plantillo del Complejo Industrial Biotecnológico CIGB Mariel S.A., con la presencia del jubilado Raúl Castro, no debe extrañar a nadie, ni mucho menos el especial dedicado por Granma al evento con el título, “Un tesoro en tiempos difíciles”.   

Para esto quiere el régimen comunista que entren divisas al país, y sobre todo, que vayan a parar a las arcas del estado. Para dedicarse a construir este tipo de obras faraónicas en un país que no llega a fin de mes con lo que producen sus campos o en el que no se construyen viviendas suficientes desde hace décadas o las inversiones en infraestructuras no superan el 10% del PIB.

En Cuba los dirigentes consideran que es mucho más importante dedicar el dinero a estos “tesoros” que se consiguen “por obra y gracia de la revolución”, y además, a pesar de que los indicadores de miseria social se acercan a ese polo especial que es el Mariel, los dirigentes anuncian que  “van a seguir creando tesoros así”, sintiéndose orgullosos como el que más de haber movilizado varios millones de dólares en este Complejo Industrial Biotecnológico mientras que la anciana jubilada que vive en una desvencijada vivienda de Centro Habana tiene que vérselas para encontrar algo que comer todos los días. Nadie puede cuestionar esta acción, así que hacen lo que les da la gana.

A esto ha llegado la llamada revolución de los pobres, a buscar hitos Impresionantes que merezcan algo más que reportajes fotográficos en la prensa estatal, a ver si de ese modo se pesca algún capitalista internacional dispuesto a colocar su dinero en este tipo de instalaciones que, según Granma, es “el complejo más importante ejecutado en el Mariel y la primera obra de alta tecnología establecida en la Zona” cuyo dueño, al menos de momento, es el Grupo Empresarial BioCubaFarma, con el impulso, la participación y el aliento, cómo no, del ejército comunista.   

El complejo se ha construido en 57 meses, por lo tanto, durante la pandemia, y no se ha visto afectado ni por la menor llegada de turistas, ni por el embargo o bloqueo, ni por la Tarea Ordenamiento, ni el conjunto de penalidades vividas por los cubanos en los últimos dos años. Al acto inaugural, además de la recua de autoridades comunistas, asistió Raúl Castro, visiblemente desmejorado, y con poco interés, como revelan algunas de las imágenes.   

Díaz Canel habló con claridad en su discurso, al decir que el complejo “es fruto de una inversión diseñada por tecnólogos e ingenieros de la Isla, financiada con capital 100% cubano, cumpliendo instrucciones del general de ejército”. Al vincular el complejo con la suerte del último de los Castro, Díaz Canel se vuelve a hacer un seguro de vida, lo mismo que con la Tarea Ordenamiento, cuando fue presentada en aquella rueda de prensa de 10 de diciembre de 2020 por los dos.

Al parecer, este es el primer negocio, de los tres establecidos en la rama biotecnológica en la Zona, aprobado por el consejo de ministros en una fecha tan lejana como el 1 de julio de 2016, y desde entonces, se ha venido trabajando en el mismo con un “novedoso sistema modular, que permitió acortar significativamente los plazos de montaje”. Sistema modular que se podría utilizar para atender las necesidades de vivienda de la población, pero ya se sabe dónde están las prioridades.

En el complejo se investigarán, desarrollarán y producirán vacunas y medicamentos novedosos para el tratamiento de enfermedades que constituyen los principales problemas de salud en Cuba y en el mundo, como el cáncer, la diabetes, las enfermedades autoinmunes, infecciosas, cerebrovasculares y la COVID-19. Entre otros, la vacuna Abdala, de Jusvinza, de nuevas formulaciones de Heberprot-P, y del Heberferón, entre otros reconocidos medicamentos. La apuesta es decidida y firme.

En su primera etapa, “el complejo cuenta con una planta de ingrediente farmacéutico activo, y otra de formulación, llenado y envase para las formas terminadas líquidas y liofilizadas; asimismo, dispone de una moderna infraestructura de laboratorios de control de la calidad, cámaras frías, equipos y sistemas auxiliares y críticos”. No le falta de nada, los dirigentes comunistas no han escatimado en gastos.

Posteriormente, se prevé “poner en explotación otra planta de ingrediente farmacéutico activo de superior capacidad de fermentación, una planta piloto para ensayos clínicos de innovación y desarrollo, la instalación de equipamiento para las formas terminadas: espray, jeringuillas prellenadas, sólidos en polvo, supositorios y una nueva formulación en nanovesículas”.

En el complejo, cuyo coste de fabricación se ignora, se prevé dar empleo “a más de 400 trabajadores procedentes de las provincias de La Habana y de Artemisa, en su mayoría profesionales jóvenes con alta calificación y elevado compromiso”. El compromiso ya se sabe en qué consiste: militantes comunistas fuerte/fuerte, o nada. En la construcción del complejo participaron decenas de empresas, entre ellas la de Construcción y Montaje Mariel, de BioCubaFarma y del Sistema Empresarial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.  

El complejo ha sido inaugurado el mismo día que se cumplen ocho años de que la Zona Especial de Desarrollo Mariel abriera sus puertas a la inversión extranjera, en el contexto de la Feria Internacional de La Habana del año 2013. La ZED es uno de los proyectos por los que apostó Raúl Castro, de modo que su presencia en el acto tiene que ver con el impulso a este tipo de proyectos faraónicos que han movilizado cuantiosos recursos de las arcas del estado, dejando sin atender otros que son fundamentales para el bienestar de la población.

De los datos ofrecidos por Díaz Canel en su discurso se puede concluir que los objetivos de 3.000 millones de inversión extranjera al año, directamente relacionados con la Zona Especial del Mariel, tendrán que seguir esperando. La Zona, con 465 kilómetros cuadrados, en que existen empresas cubanas y de 21 países (61 negocios aprobados, entre ellos 31 empresas de capital totalmente extranjero, 16 mixtas, 11 totalmente cubanas. Tiene hoy 34 negocios en operaciones y los sectores más representados son la industria, la logística, el transporte, la construcción, la industria alimentaria, la energía y la biotecnología) está muy lejos de cumplir los objetivos formulados al comienzo, de modo que inauguraciones como esta del CIGB reciben la máxima atención de la propaganda del régimen.

La apuesta por la fabricación de productos farmacéuticos es de alto riesgo, cuando lo que sale de los laboratorios de investigación y/o las cadenas de producción no da los resultados esperados en términos de sanación o no recibe la aprobación de las certificaciones internacionales. Luego vendrá la culpa al embargo o bloqueo, pero un país como Cuba, con una economía en fase crítica, en la que no existen indicadores favorables de ningún tipo, asume un alto riesgo al canalizar recursos de las arcas del estado al sector farmacéutico, aunque sea a un monopolio de interés del ejército. 

El riesgo de invertir en productos que no alcancen los resultados previstos es elevado. Y si no, que lo pregunten a las multinacionales farmacéuticas para que les expliquen en qué consiste el ciclo de vida de estos productos, y cómo se gana o se pierde dinero de forma descomunal. Sinceramente, tal y como está la economía cubana, este tipo de aventuras no tiene sentido, salvo que, llegado el momento, este complejo se ponga en venta mediante subasta internacional, a alguna multinacional y se privatice. No creo que sea la intención actual de los dirigentes comunistas, pero usarlo como fianza para lograr más préstamos del Club de París, puede ser una opción. En todo caso, lograr la rentabilidad de este complejo no será fácil, incluso aunque nunca nos digan lo que ha costado a todos los cubanos.

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