Al final, Guilarte habló como don Rafael del Junco
Elías Amor Bravo economista
Cuentan los más viejos del lugar, pronto estaré entre ellos, que “El derecho de nacer” fue una radionovela cubana legendaria de un extraordinario éxito de audiencia, escrita por el gran Félix B. Caignet, que como en tantas otras cosas, fue un pionero de este tipo de programas de audiencias masivas, en aquella Cuba de finales de los años 40 comienzos de los 50 del siglo pasado.
Y cito esta serie, porque quizás el mayor atractivo que mantuvo en vilo a la fiel audiencia fue llegar a escuchar las palabras de don Rafael del Junco en su lecho de muerte, aclarando el escenario en que se habían desenvuelto los personajes. Recuerdo que mi abuela siempre decía, “habló al final como don Rafael del Junco” y esta expresión se utilizaba cuando alguien no le quedaba otro remedio que decir algo que todo el mundo estaba esperando.
Sirva este ejemplo, para comparar con lo acaecido en Ciego de Ávila hace unos días, donde al final, Guilarte de Nacimiento acabó hablando, como don Rafael del Junco, para criticar la inflación existente en la Isla y exhortar el gobierno a encontrar fórmulas contra el impacto de los “precios abusivos”. Lo primero puede estar bien, lo segundo, en función de cómo se mire puede generar no pocas confusiones. Lo importante es que, al final, alguien del mundo obrero, que se supone que debe estar para defender los intereses de los trabajadores, ha hablado.
Guilarte culpó al ejercicio especulativo y el impacto del mercado informal como determinantes de la pérdida de capacidad de compra del salario, y al hacerlo así, se quedó como suele ocurrir en estos casos, lejos del verdadero origen del problema. Por supuesto, que en su discurso no hubo una sola crítica a la Tarea Ordenamiento o las políticas del gobierno.
Guilarte que además de líder sindical es miembro del Buró Político del partido único se cuidó de lanzar una sola crítica al congreso del partido en que se aprobó la Tarea Ordenamiento, y se limitó a pedir “fórmulas para que el pueblo no sufra el impacto de los precios especulativos y abusivos, que impactan el efecto de la reforma del salario”.
En dicho sentido, vino a decir que el “movimiento sindical debe promover un pensamiento innovador y creativo, capaz de aprovechar al máximo las capacidades en los centros laborales como una de las maneras para que los precios bajen y, también, para sortear las limitaciones impuestas por la COVID-19 y el bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba”. Me gustaría saber qué pensamiento creativo puede haber cuando la inflación crece un 63,3% y los precios de los alimentos, alrededor de 30 puntos más. En esas condiciones, la creatividad del trabajador consiste en qué llevar a la mesa de su familia. Tal vez Guilarte debió referirse al 6.900% de aumento de precios del mercado informal que, según Murillo, está teniendo lugar en la economía cubana.
Lo cierto es que, en estas condiciones, más que divagar, lo que el movimiento sindical debería exigir al gobierno son políticas monetarias y fiscales eficaces para contener los precios. Si no lo hacen, es que sus razones tendrán. No actuar de este modo, en estos momentos, puede comprometer el protagonismo del sindicato de cara al futuro y, no sería extraño, que en algún momento, amplios sectores de la población laboral dieran la espalda al sindicato único, lo mismo que la sociedad está haciendo respecto del partido único.
Guilarte quiere que las organizaciones sindicales “desempeñen un rol preponderante en el proceso de distribución de utilidades, los convenios colectivos de trabajo, la capacitación y el estrecho vínculo con las administraciones de los centros laborales”, pero este papel no cae del cielo, sino que depende del marco existente para la negociación colectiva entre trabajadores y empresarios, un modelo inexistente en Cuba, donde todo el poder económico se encuentra concentrado en manos del estado, y otro tanto ocurre con el sindical.
Las organizaciones sindicales están para defender los intereses de los trabajadores. Y no siempre resulta fácil este objetivo. Pero si se articula un marco adecuado para la negociación colectiva y la concertación social, las economías pueden prosperar y avanzar. Y esto, hasta los liberales, lo defienden en sus programas, porque el diálogo social es fundamental para la estabilidad económica y social.
Pero el movimiento sindical cubano, dominando por los monopolios partidistas y la concentración de poder económico, no encuentra un espacio para su desarrollo y consolidación. Es una organización que vive de las rentas y de verlas pasar, actuando como un mecanismo de difusión de las órdenes que emanan del partido. Por eso, cuando Guilarte de Nacimiento habló el otro día, mucha gente quiso saber qué dijo.
Y de la misma forma que aumentó el interés, llegó la decepción, porque un líder sindical no debe estar para determinado tipo de cosas. Don Rafael del Junco sí que convenció y emocionó a las audiencias con sus palabras, después de muchos programas sin decir nada, pero el dirigente sindical cubano podría haber seguido callado, y tal vez habría quedado mejor.
Entonces, ¿de qué tendría que haber hablado Guilarte de Nacimiento para haber pasado a la historia como un don Rafael del Junco? Pues de lo que están viendo los cubanos en este momento y les preocupa con relación a la inflación.
Por ejemplo, podría haberse referido al descontrol monetario del régimen, con un exceso de circulante que está provocando profundas desigualdades sociales y planteando no pocos problemas para atender a los vulnerables, que son cada vez más.
Podría haber hablado de por qué la la circulación mercantil minorista es deficitaria en términos de oferta y el estado no consigue “retirar” los ingresos de la población, como dijo Murillo en la Asamblea Nacional hace unos días.
Tal vez debería referirse a qué se debe hacer para enfrentar la menor recaudación de ingresos que se está produciendo en las arcas del estado, alrededor de 3.000 millones de dólares según fuentes oficiales, por la falta de turistas, exportaciones, inversiones, en tanto que solo llegan a la Isla remesas de las familias.
O proponer medidas efectivas para aumentar la productividad y el salario, evitando decisiones unilaterales como las que con la Tarea Ordenamiento descompusieron los balances de las empresas. Sobre todo, en los mercados mayoristas cuyos precios se han comportado mejor, pero pueden estallar en cualquier momento.
O mencionar la injusta existencia de tiendas que venden en MLC para aquellos que tienen acceso a la moneda fuerte, en tanto que los establecimientos en pesos se encuentran vacíos y desatendidos. ¿Hasta cuándo puede durar esta situación, que se dijo era coyuntural? ¿No se había acordado la unificación monetaria para evitar esa situación?
En definitiva, situar la inflación en su nivel y no andar culpando a vendedores o revendedores de precios abusivos y otras majaderías, que quien puede corregir de forma más eficiente es el mercado. Al final, a los representantes de los trabajadores les interesa que la economía cubana sea dirigida por los actores privados. Es necesario que se definan claramente los roles del trabajo y del capital que modernizan el marco de las relaciones laborales y permiten avanzar a las sociedades. Guilarte confunde inflación con especulación, y eso es un grave error, porque nada tienen que ver los dos procesos. De hecho, se trata de fenómenos que son opuestos.
Don Rafael del Junco habló y dijo cosas que perduraron en el tiempo. Me temo lo que dijo Guilarte después permanecer callado once meses de este año, se olvidará pronto. Mejor será.
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