La caza de las divisas no cesa

Elías Amor Bravo, economista

La venta de artículos en tiendas que solo aceptan moneda libremente convertible MLC, y el sistema para la exportación controlada de los emprendedores privados, son dos medidas que han logrado una atracción importante de los analistas y observadores de la economía cubana por sus repercusiones destacadas a corto, medio y largo plazo. Vistos en perspectiva, en cierto modo, se trata de dos instrumentos similares que comparten muchos elementos comunes, y que no son fáciles de observar en otros países del mundo, lo que acentúa la excepcionalidad del modelo social comunista cubano.

Estas dos actuaciones obedecen a la necesidad del régimen comunista de contar con un suministro estable de divisas, en un momento en que el turismo, las exportaciones de bienes y servicios, las inversiones extranjeras, el petróleo venezolano e incluso las remesas, flaquean como consecuencia de la crisis económica mundial provocada por el COVID-19. La eterna dependencia externa de la economía estatal cubana, desde los tiempos del bloque soviético, ha estallado y no parece encontrar vías de solución en el escenario actual de la globalización.

De las tiendas en MLC poco más se puede decir que ha ocurrido lo que se preveía. Su diseño, impecable, las convirtió en un instrumento para centrifugar las remesas del exterior, al tiempo que se ponía coto a la actividad de las “mulas”, que había venido alcanzando unas dimensiones espectaculares en los últimos años. Para comprar en estas tiendas, el cliente necesitaba una tarjeta de débito. Hasta aquí nada anormal. El problema es que la tarjeta debía estar respaldada por una cuenta corriente en un banco del estado. Tampoco parece nada extraño. Lo simbólico era que el líquido de la cuenta debía estar en dólares o en MLC, ya que en las tiendas los precios de los artículos de consumo estaban nominados en esa divisa y no en la moneda de curso legal en el país, el CUP.

Por ello, el desabastecimiento que muestran algunos de estos establecimientos en los últimos días, confirma que es un fracaso más de las políticas del modelo social comunista cubano. Nadie puede entender cómo es posible que comercios que se abastecen en la misma moneda que venden sus productos (además con márgenes muy elevados) no puedan realimentar de forma continua los lineales, provocando estas incómodas roturas de stocks, además de las eternas colas e incertidumbres, sin olvidar unos precios cada vez más altos. 

El desabastecimiento impide vender más. Si no se obtienen ingresos por ventas, los márgenes comerciales caen, y se tiene que comprar menos, lo que vuelve a generar escasez frente a una demanda estable. El eterno círculo vicioso de la economía cubana.

Cierto que, en su momento, cuando se anunciaron estas tiendas por el ministro de economía hace casi dos años, el objetivo iba a ser que comercializaran productos de “alta gama”, pero la realidad se muestra tozuda, y en las tiendas en MLC se vende prácticamente de todo lo que resulta difícil encontrar en el resto de la oferta comercial del país.

Detrás de la gestión de estas tiendas se encuentran las grandes corporaciones vinculadas al ejército y seguridad del estado, en el área abierta de la economía, que suministra las divisas al gobierno para atender a sus necesidades. Estos grupos no están proporcionando los resultados esperados en términos de responsabilidad en los pagos a los proveedores, gestión logística y de aprovisionamientos, y lo que es peor, no suministran las divisas que el régimen necesita para, por ejemplo, atender los pagos de la deuda externa.

Por todo ello, es muy probable que cuando se produzca una reactivación del turismo, estas tiendas pasen a mejor vida. Las autoridades han reconocido en varias ocasiones que no las aceptan, dentro del modelo de la “revolución”, pero que no hay otra alternativa que mantenerlas en funcionamiento para controlar el flujo de las divisas que entran al país básicamente por medio de las remesas. La cuestión es que en ningún otro país del mundo existe un modelo comercial similar a este, salvo en algunos resorts turísticos y destinado a viajeros de estancias cortas. Pero la segmentación brutal que provocan las tiendas en MLC en el mercado de consumo cubano alerta sobre indicadores de estallido social. Sobre todo para aquellos sin acceso a las divisas, que son mayoría.

El modelo controlado para la exportación de los emprendedores privados es otra cosa, si bien comparte el mismo objetivo que las tiendas en MLC: proporcionar divisas al régimen. En este caso, se ha ideado la figura de un intermediario estatal “especializado” en comercio exterior, que ayuda al emprendedor privado a gestionar sus operaciones de comercio exterior, por medio de un pago por los servicios en forma de porcentaje fijo. Es cierto que en otros países del mundo existe este tipo de agencias de promoción de las exportaciones, pero no cobran por sus servicios, al estar financiadas con impuestos, y en ningún caso asumen el protagonismo que el modelo les otorga en el caso cubano, donde llegan a establecer negociaciones con el comprador internacional.

El régimen, de este modo, prohíbe al emprendedor privado exportar libremente a un negocio extranjero, español o italiano, y tiene que hacerlo a través del intermediario estatal. Además, para exportar hay que incorporarse a un “mapa” elaborado por la burocracia ministerial, que a buen seguro, prima a aquellos emprendedores que aceptan las condiciones del negocio. Esta intrusión formal en una actividad económica de libre ejecución, como es la comercial, se justifica por criterios de calidad, solvencia y tamaño de los emprendedores, cuando en la realidad de la economía mundial las pequeñas y medianas empresas son las que exportan vinculándose a las cadenas logísticas que operan a escala global, sin necesidad de la participación del estado. Este hecho supondría que, a corto plazo, algunos de estos exportadores privados cubanos experimentasen un fuerte crecimiento en su cifra de negocios, lo que no se permite por el régimen, obsesionado por mantener bajo control la economía.

No obstante, a diferencia de las tiendas en MLC que probablemente serán suspendidas en cuanto vuelvan el turismo o se reactive la inversión extranjera, el modelo de comercio exterior de los emprendedores privados tiene visos de permanencia y continuidad dentro del marco de las estructuras del régimen. Todo es cuestión de que se movilice suficiente oferta exportable privada y que se mantengan los suministros por parte de los productores. Y esto ocurrirá en la medida que los precios pagados sean remuneradores, y mejoren los niveles de rentabilidad que se consiguen en el interior de la economía cubana, lo que resultará fácil. Además, los compradores internacionales podrán determinar si los precios de la oferta exportable cubana son competitivos con respecto a los de otros países, en la medida que se acierte con el tipo de cambio de la moneda.

Ni las tiendas en MLC ni el sistema controlado para la exportación de emprendedores privados pertenecen al conjunto de medidas incluidas en la llamada Tarea Ordenamiento, pero no cabe duda que ambas se encuentran estrechamente relacionadas con aquella. Si el precio del dólar con respecto al peso cubano se incrementa, lo que ya está ocurriendo en los mercados informales, será muy difícil para los cubanos que no reciben dólares del exterior acceder a esta moneda, abrir cuentas en los bancos y obtener la tarjeta de compra en las tiendas en MLC. 

Por otra parte, los exportadores que realicen sus actividades de forma continua y retengan el 80% de la divisa, autorizado por el régimen, se van a encontrar con unas entradas crecientes de moneda extranjera para las que el régimen ya ha definido un espacio en la oferta de las tiendas de la red de Gelma, el Grupo Empresarial de Logística del Ministerio de Agricultura, destinado a la adquisición de aperos e insumos en MLC, siguiendo un modelo similar al de las tiendas, ya citado. Se habla incluso de la venta de tractores. ¿Llegarán a conseguirlo?


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