No es con más represión como se controlan los precios
Elías Amor Bravo, economista
Un día sí, y al otro también. La dinámica de los
precios, consecuencia de la adopción de la Tarea ordenamiento, inquieta y
preocupa a las autoridades comunistas, y a ello dedican diversos artículos en
los medios oficiales. El tono de los mismos ha ido subiendo contra los aumentos de precios, de forma
peligrosa, llegando a ser calificados de “maltrato y lo que engorda la billetera de los pillos”,
como ha ocurrido con el caso del pan, por su bajo peso y mala calidad. Pero
también se ha denunciado “los aumentos de precio de la carne de
cerdo, las malas prácticas de algunos carretilleros, la gastronomía, las peluquerías, el importe de los salarios
y de hasta dónde habrá que aprender a estirarlos, el enfrentamiento al abuso y
la especulación, entre otros”.
Los artículos giran en torno a varias ideas fuerza que desarrollan la propaganda del régimen.
Primero, que los precios suben, pero el estado no renuncia a ejercer su control.
Segundo, si los precios aumentan es por culpa de malas prácticas de vendedores y comerciantes, estatales y no estatales, que hay que reprimir y castigar.
Tercero, la Tarea ordenamiento seguirá en su aplicación, porque es necesaria.
Y, cuarto, el régimen advierte que no va a permitir comportamientos que se salgan de lo
prestablecido, pero que se impone, dicen
“escuchar a las personas, enfrentar cuantas distorsiones
intenten asomar la cabeza y rectificar lo rectificable, como siempre ha hecho
la Revolución”.
De modo
que apenas transcurridos 15 días de Tarea ordenamiento, los precios se han
convertido en un dolor de cabeza para el régimen y para la sociedad cubana, si
bien por motivos muy diferentes. El ministerio competente en esta materia de
precios, único en el mundo, se ha dedicado a revisar las tarifas y precios
aprobados sobre la marcha y hacer modificaciones cuando se observa que la sociedad
gira su tono de acusación hacia el régimen opiniones del pueblo como principal
termómetro. Hasta la fecha, y pese a la gravedad de la situación, ni Díaz Canel
ni Marrero han salido en defensa de la ministra, que ha tenido que enfrentar
ella sola el impacto del aumento de todos los precios en servicios y productos,
como consecuencia de la Tarea ordenamiento. Triste.
La
ministra ha sacado toda la artillería pesada que depende de sus competencias para controlar lo imposible. Inspecciones, multas,
controles de calidad, delaciones, confiscaciones de mercancía, tanto al
sector estatal como al trabajo por cuenta propia. Y en todo tipo de bienes y
servicios. No hay diferencia alguna en un proceso que afecta de forma general e
integral a todos los precios de la economía, de forma devastadora. Todas las medidas de control adoptadas han
mostrado ser inútiles, mientras que la consecuencia principal de todo el
proceso, el temible desabastecimiento, se generaliza en todo tipo de establecimientos
comerciales.
El hecho de que las autoridades sean conscientes de que, habiéndose empleado a fondo en la lucha contra los aumentos de precios, las medidas adoptadas no dan resultados, está creando una cierta sensación de incertidumbre y frustración, sobre todo en las organizaciones comunistas locales que están más próximas a los prestadores de servicios a la población. Hay quien cree que los gobiernos locales no se esperaban una situación como la actual, y ya han comenzado a mirar de reojo a los burócratas del gobierno central, a los que acusan por su indolencia en todo el proceso. Cuidado con estas fisuras que pueden acabar siendo grietas críticas.
Ni siquiera la aplicación de medidas directas, como las rebajas de precios en determinados establecimientos, por ejemplo de la gastronomía, los servicios para el hogar, o las peluquerías infantiles, entre otros, han dado solución al problema, obligando en muchos casos al cierre de los mismos dejando de prestar servicios. En todo caso, parece que los efectos de la Tarea ordenamiento sobre los precios están provocando una ruptura entre la organización comunista central y local, cuyas consecuencias nadie sabe bien en qué pueden acabar.
Las
autoridades se plantearon en su momento que los precios de los bienes y
servicios, no podrían, en ningún caso, aumentar en más de tres veces su valor, de
tal forma que el incremento de salarios y pensiones fuera superior generando
poder adquisitivo tras la Tarea ordenamiento. De igual modo, los planificadores
de la economía señalaron que los precios de los bienes y servicios de los
trabajadores por cuenta
propia tan solo podrían aumentar dos veces, con relación con los máximos
aprobados en el territorio en julio de 2019. Y aquí se encuentra buena parte
del problema, ya que los primeros se determinan por el gobierno central, mientras
que en los segundos intervienen en ejercicio de sus competencias, los gobiernos
locales.
Nadie tuvo en cuenta que al devaluar una moneda, como ha ocurrido con el peso cubano, se incrementan de sopetón los precios de los productos importados, que en el caso cubano son necesarios y por ello, tienen en rango de bienes intermedios de la producción, y ese aumento de precios encarece los costes obligando a vender a precios más elevados so pena de entrar en crisis las empresas. La traslación de los costes a precios sin merma del margen de rentabilidad empresarial que, en el caso cubano es reducido para muchas empresas estatales y trabajadores por cuenta propia, supone un incremento de precios.
Si a ello se añade el efecto
del aumento salarial, la tensión inflacionista es imparable, además del aumento
de la circulación monetaria y del descontrol fiscal. Además, el escenario es
especialmente complejo si se piensa que no hay forma de abaratar costes en las
empresas cubanas, por sus altos niveles de subempleo y baja productividad. La
inflación está ahí y será muy difícil su corrección si no se aplican medidas muy
distintas.
Por ello,
alguien tiene que advertir al régimen que no tiene mucho sentido andar
publicando más y más listados de numerosas páginas, con los precios minoristas
y las tarifas vigentes, porque eso es poco operativo y no contribuye al
control. Los precios se determinan en todos los países del mundo por la
actuación libre y coordinada de oferta y demanda, que en millones de decisiones
simultáneas en todos los mercados de la economía, alcanzan equilibrios estables
y eficientes, mucho mejores que esos “tabloides” del régimen comunista. Este
comportamiento libre e independiente es lo que necesita la economía cubana para
levantarse y echar a andar. Esa es la auténtica revolución que se necesita.
La
escalada del régimen contra los precios ha entrado en una nueva fase, que causa
cierta preocupación, porque las autoridades, desbordadas por la situación, han
pedido un aumento del “control popular” por parte de la población, y este tipo
de llamados son peligrosos porque apuntan a un enfrentamiento entre cubanos
que, por las características que presenta, ya tiene un ganador y un perdedor de
antemano. Trasladar la actuación del régimen a la población es una grave irresponsabilidad,
que puede acabar creando problemas mucho más difíciles de resolver que unas
presuntas elevaciones de precios, como ocurre ahora.
La prensa oficial del régimen muestra una especie de “carrera” entre autoridades provinciales para chequear quién inspecciona más, quién aumenta los controles y quién está al frente las multas, las confiscaciones y decomisos, y la supresión de licencias. Llevamos días que las provincias se disputan ocupar la cabecera de este ranking represor, que tendrá un final muy complicado, porque no se están adoptando las medidas necesarias para dar solución al problema.
El
mensaje es claro. Si en vez de enfocarse como dice Granma en “la lucha contra los precios no
visibles, el favoritismo, cobros en exceso, la venta por parte de trabajadores
por cuenta propia de productos industriales que no están autorizados, el empleo
de pesas sin certificar, descontrol en los inventarios, mala calidad de los
productos y sobrante o faltante en caja”, el gobierno pone en marcha medidas para
dimensionar la oferta productiva e incrementar la corriente de bienes y servicios
producidos, el actual escenario puede cambiar. Si no, conforme pase el tiempo
todo irá a peor.
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