La libreta de racionamiento se despide causando revuelo
Elías Amor Bravo, economista
Recuerdo que no hace mucho tiempo, allá por octubre del año pasado, el señor Murillo decía en una de sus numerosas comparecencias en Mesa redonda, que “el desmonte de la libreta de abastecimiento tendría que ser muy gradual” a una pregunta del periodista Randy Alonso sobre el futuro de la distribución normada de productos en Cuba. Ya empezaban en aquellas fechas a citarse los efectos de la eliminación de subsidios y gratuidades que traía consigo la Tarea Ordenamiento, y la preocupación popular justificó la pregunta de Alonso que, al señor Murillo debió molestar, porque respondió de forma tajante y sin rodeos.
El asunto causó interés y días después, el señor Díaz Canel tuvo que asegurar que en una primera etapa de la Tarea Ordenamiento se mantendría la libreta de abastecimiento como mecanismo para asegurar el acceso de los ciudadanos a artículos básicos en condiciones de déficit de oferta y proteger contra el acaparamiento y la especulación. Para añadir, a continuación, que una vez que los mercados tengan otra situación y avancen un grupo de relaciones económicas y financieras, “se tendrá que ir evolucionando para suprimir la libreta”.
No lo ocultan. Lo tienen claro. El mecanismo de distribución normada de productos es, para los dirigentes del régimen que han puesto en marcha la Tarea Ordenamiento, altamente costoso. Se considera que la práctica comercial de las bodegas es deficiente y genera no pocos problemas, que la tendencia es a un claro deterioro de los bienes suministrados y que, en tales condiciones, hay que ir pensando en un adiós definitivo a un invento personal de Fidel Castro allá por 1962.
Las autoridades, no obstante, atribuyen a la libreta de abastecimiento cierta eficiencia como mecanismo de distribución frente a escaseces de modo que cada vez que se hace un Censo de Población y Viviendas se compara con el registro del consumidor. Y por tanto, defienden que como mecanismo de distribución, la libreta funciona y parece que es válido dejarla al menos de momento. Hoy si, mañana no, y después ya veremos.
En realidad, el asunto de la eventual desaparición de la libreta de abastecimientos, como parte del ordenamiento económico de la nación, se anunció por primera vez en 2011. Aquel año, en el VI congreso comunista, Raúl Castro decía que la supresión de la libreta de abastecimiento no era un fin en sí mismo ni una decisión aislada, sino una de las principales medidas que se debían aplicar “con el objetivo de erradicar las profundas distorsiones existentes en el funcionamiento de la economía y la sociedad en su conjunto”.
Raúl Castro, superviviente de la entrada en vigor de la libreta allá por 1962, entendía y reconocía ante los comunistas cubanos que en aquella fecha, el ya lejano 2011, la libreta contradecía en su esencia el principio de distribución socialista de “a cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo". De modo que, reconocida la inutilidad de la libreta, la decisión ahora es cuándo decir adiós a este engendro que ha impedido a 11 millones de cubanos ejercer el principio de libre elección como consumidores.
Por eso, estando así las cosas, llama la atención que, desde hace algunos días, ha corrido el rumor relativo a multas de hasta 5.000 CUP (208 dólares) a aquellas personas que no den de baja en la libreta de abastecimiento a parientes fallecidos, o que no se encuentren viviendo en Cuba y que, sin embargo, continúen recibiendo todos los meses su canasta familiar normada. La tarea se ha encargado a las Oficina de Registros de Consumidores, OFICODAS, no es nueva, pero el rigor y la contundencia de las multas, indican que hay una disposición por las autoridades por acelerar la muerte de las libretas, o quizás no.
El caso es que, atemorizados por las sanciones, en los últimos días, con la pandemia desatada en la isla, se han observado largas filas de personas en las OFICODAS para realizar una gestión que, en un país donde el estado posee un control absoluto sobre la economía y la sociedad, parece absurdo que tenga que contar con la información procedente de los ciudadanos.
Luego la prensa oficial del régimen explicó que no se impondrían las multas en cuestión, pero al mismo tiempo, recordó que existe una Resolución, la 78/91 del Ministerio del Comercio Interior que obliga al jefe de núcleo familiar a dar de baja a toda persona inscrita en su libreta por motivos de fallecimiento, estar recluida en centros penitenciarios, hogar de ancianos o instituciones hospitalarias por más de 3 meses, o que haya salido del territorio nacional por más de 90 días o de forma permanente. El asunto se complica cuándo no existe ese “jefe de núcleo familiar” situación que suele ser bastante frecuente en la isla.
Es lo mismo de siempre, cuando el régimen comunista diseña normas de obligado cumplimiento las elabora o extremadamente homogéneas para todos, o fuertemente asimétricas para perjudicar a unos frente a otros. Este parece ser un caso del primer tipo, en el que ya se han empezado a recibir quejas como la dificultad para acceder a la documentación o la información que se necesita, un asunto que al estar impreso en la propia libreta de abastecimiento, pone de manifiesto el desdén y el escaso interés de la gente por este mecanismo obsoleto.
Tal vez la medida sea una puesta en orden del sistema, para ordenar su cierre definitivo. Hubo quejas en la Asamblea Nacional de personas emigradas o fallecidas, que continuaban recibiendo sus “mandados”, un síntoma de corrupción de bajo nivel que pone de manifiesto que las necesidades de los cubanos van más allá de lo que el régimen quiere reconocer.
La libreta dirá adiós, más pronto que tarde. Corregir determinados comportamientos creados por la miseria, la escasez y la reducción de los suministros que entrega el estado, puede ser justo y necesario, pero al mismo tiempo, el régimen comunista debería asumir la responsabilidad de que estas prácticas ocurren porque los cubanos no están conformes con lo que reciben y desean tener libertad para elegir más y mejor. Mientras eso no llegue, que con el modelo social comunista será inviable, lo mejor es acabar para siempre con la libreta.
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