Sin mercado, la política de precios es un fracaso rotundo
Elías Amor Bravo, economista
Una de las consecuencias más evidentes de la Tarea
Ordenamiento ha sido el comportamiento dispar, errático, ineficiente de los
precios, lo que ha provocado cierto malestar en la población, al tiempo que el
gobierno ha tenido que retirar algunos precios y tasas aprobados.
Esta pésima gestión por el estado de un proceso, la
formación de precios, que en cualquier economía del mundo se realiza por el mercado
de forma más eficiente, ha ido finalmente acompañada de una intensa y malévola
campaña de descrédito y acusaciones en la prensa oficial contra los
comerciantes, a los que se culpa de especuladores, de violaciones e incumplimientos, al tiempo
que se exigen medidas delatorias y penales para castigar estos comportamientos.
Un río bien revuelto, de los que gustan al régimen
castrista, porque en ellos obtiene ganancia el estado, utilizando la propaganda y demagogia para ofrecer una imagen distorsionada del
proceso, atacar las instituciones básicas de la economía de mercado, y defender
el obsoleto modelo social comunista imperante.
La posición oficial insiste en que la sociedad se
queja de los precios desmesurados y
arroja todas las culpas al sector emprendedor privado. Esto fue lo sugerido por
la señora Bolaños ministra de Finanzas y
Precios, en cierto modo, responsable principal del desbarajuste con los precios
en la economía, cuando en Mesa redonda anunció que, del 1 al 13 de enero, solo en temas de
precios, su ministerio recibió 497 comunicaciones: 419 consultas y 78 denuncias
directas. ¿Muchas, pocas, las justas?
¿Cuál es la posición oficial sobre lo que está
ocurriendo?
Básicamente, el régimen reconoce que la Tarea
ordenamiento ha provocado una transformación de los precios, y ello guarda
relación con la ”implementación de los Lineamientos de los Congresos
partidistas, así como con la Estrategia económico-social aprobada por el país
para impulsar la economía y enfrentar la crisis provocada por la COVID-19 y el
bloqueo”. De modo que, con estos apoyos, a ver ¿quién alza su voz crítica y
alternativa en Cuba contra esa muralla de política partidista comunista, por
cierto, errónea en su diseño y de pésima aplicación?.
La posición oficial señala que los precios cambian,
en primer lugar, como consecuencia de los efectos de la devaluación del peso
cubano, “proceso que conlleva, necesariamente, al incremento de los costos”. Ya
lo avisamos en este blog, y lo que es peor, a las tendencias inflacionistas que
ahora se están produciendo, se suman la reforma general del salario y
pensiones, la eliminación de subsidios y gratuidades, así como la expansión
monetaria que está fuera de control o el aumento del déficit público, por
encima del 20%, entre otros.
También se explica la inflación actual como
consecuencia del aumento de una buena parte de los precios de los bienes y
servicios mayoristas y minoristas, pero no se informa que los precios y tarifas
de los bienes del sector presupuestado y muchos servicios públicos del estado
social comunista también han registrado incrementos de precios que, en algunos
casos (electricidad, gas, transporte) las autoridades han tenido que
rectificar. Aquí sería conveniente retrotraerse a los efectos provocados por el
aumento de salarios decretado por el gobierno en el sector presupuestado a
mediados de 2019 lo que vino a trastocar los precios.
El problema fundamental es creer que la economía de
intervención estatal sin derechos de propiedad tiene algo que hacer por medio
de los controles de precios, la centralización de precios o los precios topados
contra los efectos inflacionistas de esa devaluación. Esta limitación también
se advirtió en este blog hace tiempo. La devaluación pone en relación el valor
de la economía cubana con el del resto del mundo y esto no se puede controlar
por el estado intervencionista, sino que exige que las fuerzas productivas se
manifiesten y se contabilicen.
Sí se pretende que los precio sean aplicados de forma
correcta en sus aumentos, hay que apartar al estado de los procesos y dejar que
sean oferta y demanda los que determinen los equilibrios en los mercados. Un precio
alto se corrige a la baja vía exceso de oferta. Un precio bajo, aumenta
necesariamente empujado por el exceso de demanda. El mercado asegura los equilibrios
y la eficiencia. Solo así es posible incrementar la riqueza y la productividad
que necesita la economía cubana para mejorar las condiciones de vida de la población.
Pero la posición oficial dice que se han mantenido
los precios minoristas de productos destinados a los consumidores con
determinadas dietas médicas, entre ellos, enfermedades crónicas de la infancia,
embarazo, retrovirosis crónica, fórmula basal e intolerantes a la lactosa en
infantes. También se mantienen los precios de todos los alimentos específicos
para niños, en particular los que tienen déficit nutricional, bajo peso y talla.
¿Alguien sabe de qué porcentaje del total de bienes y servicios de la economía se
está hablando con estos precios que se mantienen estables? Pues alrededor del
0,5% del total, e incluso se anuncia que algunos serán revisados.
Después la posición oficial hace referencia, en el
caso de la venta liberada de productos industriales, a unos 133 que mantienen
sus precios estables en la red de establecimientos de mercados ideales, así
como otros 92 productos alimenticios liberados, fuera de la libreta de
abastecimiento, que incluyen las galletas de sal y las salchichas. Liberados,
no liberados, son conceptos asociados a la intervención estatal que solo
ocasionan problemas de abastecimiento a la población.
En la nómina de precios estables hay otros 209
productos que se comercializan en la cadena de tiendas minoristas, y que son de
alto impacto en la población, 489 productos de construcción que en venta
liberada mantienen el mismo precio de comercialización. Algunos servicios de
transporte como los ómnibus y taxis ruteros en La Habana, o los viajes en
catamarán, también se mantienen estables. Algo similar sucede con los
medicamentos, pues aquellos que están asociados a enfermedades crónicas con
tratamientos permanentes, los productos de óptica, medicina natural y
tradicional, y los servicios de reparación de calzado ortopédico, mantienen estables
sus precios.
Bien. Después de este enunciado nominal de precios
que se centralizan por el gobierno para que no suban, lo que hay es algo así
como un 10% de los precios de todos los bienes y servicios de la economía.
Habrá que ser realistas a la hora de determinar los efectos que los controles
tienen sobre el nivel de bienestar de la población. Distorsiones e
ineficiencia.
En numerosas ocasiones, hemos explicado en este blog
que la política de precios de Cuba es uno de los fracasos más evidentes del
modelo social comunista. Desde que al comienzo de la llamada “revolución” se
decidió controlar los precios de los alquileres, el desastre llegó sin paliativos
al resto de sectores de la economía. La Tarea Ordenamiento confirma que el
sistema no funciona y que se debería cambiar.
Como se ha señalado, los procesos de determinación de
precios en una economía siguen las leyes de la oferta y demanda de los
mercados, y con ello aportan eficiencia. No necesitan de que un ministerio de
finanzas y precios elabore una nomenclatura de productos y servicios por sus
características y por el impacto que tienen en la población, la llamada “canasta
familiar normada”, y esta tarea es una facultad del Consejo de Ministros. Realmente
estos productos apenas llegan al 3% del total y cada vez menos.
El gobierno regula también por Decreto Ley los
productos cuyos precios no corresponden al consejo de ministros, sino que dependen
del ministerio o de otras autoridades como organismos de la administración central
del estado, institutos, consejos provinciales, organizaciones superiores de
dirección empresarial, de las empresas y hasta el nivel de unidades económicas
de base.
La posición oficial justifica que “el ejercicio de
esas facultades no es arbitrario” y puede que tengan razón, pero si que es el
origen de los problemas y asimetrías, así como las tensiones inflacionistas que
aparecen en la economía con cierta frecuencia, y que acaban con los mercados vacíos
como consecuencia de las políticas de precios topados.
Y esta vez no ha habido que esperar mucho para observar
los efectos perniciosos del modelo. En algunos casos, hilarantes, como los precios
en los comedores obreros o la merienda en horario laboral, que no contemplan la
necesidad de hacer frente a unos costes más elevados, lo que ha provocado aumentos
de precios en algunas instituciones, sobre la base de inventarios del año
anterior. Al final, todo esto ¿qué acaba produciendo? Lo que se denuncia en
Granma: deterioro de la calidad del servicio, en tanto que las autoridades apuntan
a dirigir la actividad del comedor obrero hacia la autogestión, el autoconsumo
y una mayor búsqueda de ofertas. Otro modelo de gestión.
También se refieren al transporte obrero, donde había
tarifas de 0,25 pesos por cada pasajero por kilómetro, y luego de analizar el
impacto que podía tener en el cobro de los trabajadores, se rebajó a 0,17
pesos, una reducción del 30 % en ómnibus de hasta 40 pasajeros. Habrá que ir a
trabajar caminando.
Otro tanto, ocurre con la limpieza de fosas, un
servicio por valor máximo de 280 pesos, y por el efecto que puede tener en determinadas
fosas que requieren limpiezas reiteradas.
Convendría tener en cuenta que todos estos casos se tratan
de servicios prestados por el sector presupuestado, que dependen del gobierno,
y que podría ejercer ese control de forma directa, para lo cual ejerce una inspección
en la formación de los precios mayoristas.
Las autoridades insisten que la mayor preocupación
está relacionada con los precios para la población para lo que se realizan
inspecciones al comercio minorista, tanto del estatal como no estatal, con las
que se pretende actuar contra los incumplimientos, un 65 % de los mismos tiene
que ver con los mercados agropecuarios y la comercialización de diferentes productos de
esa naturaleza, así como en servicios gastronómicos. A resultas, se han retirado
más de 600 licencias y 750 decomisos de un total de 52.685 inspecciones
realizadas. ¿Demasiadas inspecciones o pocas denuncias realmente? ¿En dónde
estamos?
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