Retos fiscales para el gobierno cubano: ahora o nunca

Elías Amor Bravo, economista

El año pasado, la llegada del COVID-19 asestó a la economía cubana un duro golpe, especialmente concentrado en un sector que, después se ha podido comprobar, es fundamental para lograr las divisas que necesita el país para funcionar. Sin turistas durante un año, la economía cubana ha colapsado, tal y como se anticipaba por los analistas, con un descenso superior al 12% del PIB, y las previsiones para 2021 no son mejores.

En tales condiciones, el régimen dispuso una serie de medidas fiscales para luchar contra el hundimiento de la economía (lo mismo que han hecho otros países) provocando una notable distorsión en las finanzas públicas, elevando el déficit al 20% del PIB y el nivel de endeudamiento hasta el 30% del PIB.

Pues bien, un año después, el notable incremento del gasto público para atender las prioridades de la crisis, obligará, más bien pronto que tarde, a adoptar medidas para reconducir la situación a un escenario más estable en la gestión de los fondos públicos. El caso cubano es especialmente complicado porque la participación de la actividad estatal en el PIB se acerca al 80% con un espacio limitado para la iniciativa privada, que se ha visto especialmente afectada por la crisis.

Una vez atendida la factura sanitaria, económica y social causada por la crisis toca ponerse a trabajar, y al menos de momento, el único referente de política económica es la denominada “Estrategia económica y social” que en ningún momento plantea medidas de ajuste presupuestario, más bien todo lo contrario.

El escenario se agrava porque las perspectivas de mejora económica en 2021 no se acaban de concretar, dado que los principales sectores de la economía cubana se encuentran paralizados. Por ello, habría que hacer algo para que el nivel de endeudamiento registrado por la economía cubana en 2020 no se convierta en un lastre de difícil superación y continúe causando daños irreparables a la economía en términos de credibilidad y confianza.

Un ejemplo, de nada sirve autorizar al capital extranjero adueñarse del capital productivo de la economía y medios de producción, si no se atiende a la consolidación de un sistema financiero que pueda realizar aportaciones a esos proyectos de inversión extranjera. La existencia de una deuda de grandes dimensiones actúa de forma negativa sobre las capacidades de la política económica del gobierno, lo que le impide atender políticas prioritarias en materia de inversiones, por ejemplo, que son necesarias para el crecimiento a medio y largo plazo.

La excesiva concentración del gobierno comunista cubano en el gasto corriente choca con el objetivo de reducir subsidios y gratuidades de la Tarea Ordenamiento, e impide atender otras políticas porque la absorción de recursos públicos que provoca, actúa incluso de forma negativa sobre la capacidad del sector privado para liderar la economía. Es por ello que la decisión de aumentar el número de licencias para el trabajo por cuenta propia no conseguirá los objetivos previstos, como consecuencia de esa pesada carga del endeudamiento del estado que no parece entrar en el plan de acción de los dirigentes comunistas.  

Y si algo deben tener bien claro las autoridades es que no se puede funcionar en una economía con un endeudamiento abultado y estable, al que no se presta la debida atención. La deuda se convierte en un obstáculo para promover inversiones productivas que permitan incrementar la escala de la economía y reducir costes unitarios para mejorar la competitividad. La deuda supone un freno al crecimiento económico, que es necesario a su vez para reducir el nivel de endeudamiento, de modo que el círculo vicioso de deuda, bajo crecimiento y recentralización del estado en la economía va a provocar un entorno muy negativo para el desarrollo de la actividad económica en Cuba, al tiempo que provocará nuevos riesgos externos de compleja solución.

Se puede aceptar que el aumento del gasto público durante la pandemia ha sido necesario, e incluso, cabría interpretar escenarios alternativos para la gestión de las políticas de gobierno con esa notable expansión de los gastos en la economía cubana. Pero ahora, toca cambiar el chip. Conforme se controle la pandemia y la economía vuelva a funcionar, aunque de forma desequilibrada y sin los cambios estructurales necesarios, toca cambiar el diseño de políticas de fuerte incremento del gasto público de los últimos meses, y apostar por la responsabilidad, el control del gasto y su reducción para avanzar en la disminución de la deuda.

No hay política alternativa para el régimen comunista. La maltrecha economía, cubana a la que ahora llegarán los efectos de la insolvencia de empresas por la devaluación y el aumento generalizado de los precios, no podrá continuar más tiempo con una deuda excesiva en términos de PIB y tendrá que reorientar las políticas de gasto.  ¿De qué modo? Pues fácil. Una vez asumido que los refuerzos sanitarios y medidas de soporte salariales a los trabajadores ya no se necesitan como durante la pandemia, toca concentrar recursos económicos en la financiación a las empresas, en las ayudas a los trabajadores por cuenta propia, en las inversiones en infraestructuras que no solo apoyen el turismo, en la formación en cualificación profesional de los trabajadores.

En definitiva, en todo aquello que sirve para activar la maquinaria económica.  El régimen cubano se juega mucho en pasar de una etapa de hibernación económica, que ya toca a su fin y que ha disparado el nivel de endeudamiento, a otra de crecimiento productivo que permita ir corrigiendo los excesos y trasmitir confianza y credibilidad a los agentes económicos sobre su capacidad para encauzar la deuda y el déficit público.

Este mensaje debería llegar a los mercados y, de buen seguro, un indicador al que habrá que prestar atención para saber si se avanza en la línea correcta, será el tipo de cambio del peso cubano con el dólar. Si el régimen castrista no es capaz de reconducir sus finanzas públicas, el mercado informal primero, y el oficial después, con nuevas devaluaciones tal vez mayores, se encargarán de ajustar las decisiones económicas.

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