El régimen debe salir en defensa de las empresas cubanas, todas

Elías Amor Bravo, economista

A estas alturas del ejercicio, y teniendo en cuenta el impacto de la Tarea Ordenamiento en la economía cubana durante el mes de enero, las previsiones para 2021 no son favorables. Cierto que el ministro de economía anunció, el año pasado, en la Asamblea Nacional que después del derrumbe del PIB del 12% en 2020, como consecuencia de la pandemia del COVID-19, la economía volvería a crecer en 2021 un 6%, confirmando ese comportamiento pendular que se observa en otros muchos países. Por ejemplo, EEUU recuperará en 2021 todo lo perdido en 2020. China está en lo mismo. Otros países europeos se intentan sumar a ese grupo de líderes, pero no todos lo tienen fácil.

El caso concreto de Cuba anticipa que 2021 puede ser un año especialmente complicado para la economía, en el que a los viejos y no resueltos problemas, se sumarán otros de difícil solución. Además, el régimen tiene demasiadas actuaciones en marcha, y todas ellas produciendo unos resultados deficientes porque las bases que sustentan el modelo social comunista que rige la isla no son las más adecuadas para una coyuntura como la actual. Después de registrar la caída del PIB más acusada de América Latina y el Caribe, la economía cubana tendrá muy complicado alcanzar ese 6% en 2021 y lo más probable es que el crecimiento acabe siendo muy inferior, probablemente la mitad e incluso menos.

Se trata de estimaciones que se basan en que la recuperación del turismo, caso de producirse, no llegará hasta el segundo semestre del año, probablemente para la temporada alta de invierno, de modo que durante todo el ejercicio no será el motor del crecimiento de la economía cubana, sin aportar las necesarias divisas para cumplir con las obligaciones externas. Se repite el mismo escenario de 2020, con pequeñas diferencias. Sin divisas, las importaciones no podrán fluir, golpeadas por el tipo de cambio que deprecia el peso con relación al dólar.

Como consecuencia de ello, muchos sectores y actividades tendrán que reducir sus planes de producción porque no tendrán acceso a bienes intermedios que solo están disponibles en el exterior. Se volverá a aplazar pagos de la deuda y surgirán nuevas, y más contundentes reclamaciones que frenarán la financiación internacional para la Isla, tan necesaria en momentos como el actual. A ello habrá que añadir las habituales dificultades para exportar mercancías y servicios, el retraimiento de las inversiones extranjeras, e incluso, una evolución menos favorable de las remesas.

Pero la cuestión más importante es que si estos factores son claros determinantes de una mayor debilidad de la economía cubana en 2021, lo que hay que tener muy en cuenta es la previsible oleada de quiebras que sufrirán no solo los pequeños negocios del sector privado vinculados con un turismo que no va a llegar, sino también de numerosas empresas estatales que no podrán adaptar sus estructuras a la dinámica de los ajustes cambiarios, de costes y precios, asociados a la Tarea Ordenamiento. 

Esas empresas, muchas de ellas insolventes, tendrán que finalizar sus operaciones y despedir a sus empleados que, o bien se orientan hacia otras actividades o no tendrán más remedio que acudir al desempleo, un escenario complejo para los dirigentes del régimen, pero que está más cerca de lo que parece.

Tal vez la liberalización de las actividades para el ejercicio por cuenta propia podría tener un efecto mitigador sobre la crisis de los pequeños emprendedores. Aquellos que pierdan sus negocios en actividades como la hostelería o restauración, pueden probar fortuna en otras actividades, lo que antes no resultaba posible por la limitación de 127 actividades. La movilidad intersectorial de emprendedores privados facilita el traspaso de tecnologías de gestión y contribuye a dinamizar la base económica, pero tal vez el momento no sea el más adecuado para estos cambios. 

El problema es cómo empezar un negocio cuando otro acaba de desaparecer, con las limitaciones financieras que existen en la isla, donde el sistema bancario dependiente del estado, no consigue actuar como correa de trasmisión de las políticas monetarias hacia la economía real y productiva. En cuanto a las empresas estatales, la experiencia desde 2015 confirma que al régimen no le tiembla el pulso cuando tiene que cerrar sus empresas, que han bajado su número un 12% en dicho período. Ahora habrá más cierres, concentrados en un momento más corto del tiempo, lo que dejará notar sus efectos.

Por otra parte, la Estrategia económico y social tampoco va a contribuir a la mejora de la economía, porque no incorpora un plan de reconstrucción de la misma, similar al que adoptan otros países para superar la crisis. La Estrategia es un conjunto de intenciones que, de llevarse a la práctica, podrían conducir a una peligrosa recentralización del poder económico en manos del estado, justo lo contrario que necesita la economía cubana para superar la crisis. 

Las evidencias empíricas confirman que cuanto más aumenta la participación del estado en la actividad económica, menor el crecimiento tendencial de la misma. Además, el presupuesto del estado, con un déficit en el 20% del PIB en 2020, y un endeudamiento cercano al 30%, no tiene márgenes para expandirse, presionado por los subsidios a las empresas y el abanico de gastos presupuestarios que no se quieren reducir para evitar que aumente el malestar social.

A todo ello, habría que añadir el alcance limitado de medidas implementadas a toda prisa por el régimen para drenar las pocas divisas que entran en la economía, como las tiendas en MLC o las exportaciones de los trabajadores por cuenta propia mediante intermediarios estatales. Estas actuaciones son claramente insuficientes e impiden al régimen facilitar el cambio de moneda por divisas en establecimientos oficiales, mientras que los mercados informales descuentan el tipo de cambio al doble, y aún no ha tocado techo.

Además, la lucha contra la pandemia está produciendo resultados descorazonadores en estos primeros meses del año, con un incremento de casos y la necesidad de adoptar nuevas medidas de confinamiento, sin que se tenga alguna evidencia de posibles campañas de vacunación, con las propias o las procedentes de Rusia. Todo ello, está provocando un efecto negativo sobre el crecimiento económico en estos primeros meses, de modo que la luz al final del túnel no se ve todavía, ni siquiera proyectando luces largas hasta la segunda mitad de 2021. Tan solo si las restricciones para contener el virus adquieren un carácter residual porque se logra vencer la pandemia, y si la campaña de vacunación resulta positiva, entonces cabría trasladar a 2022 cualquier escenario posible de recuperación real de la economía cubana. Demasiado lejos.

Confiar la salida de la crisis al turismo es de lo poco que pueden hacer las autoridades para afrontar la coyuntura actual. Pero incluso aunque esta actividad pudiera mejorar algo durante el presente año, no llegará a los niveles de viajeros e ingresos de los años anteriores a la pandemia, de modo que su impacto será limitado. En ningún caso el turismo solamente servirá para que la economía recupere lo perdido durante 2020 lo antes posible. Entonces, la pregunta vuelve a ser la misma que en otras ocasiones ¿qué deben hacer las autoridades para intentar que la economía no colapse?

La recomendación es evidente. Prestar mucha más atención a las empresas. Tanto a las estatales como las privadas, siguiendo la terminología del ministro de economía, que ya no distingue unas de otras. Las empresas deben pasar a ser la clave de la economía, el factor determinante del crecimiento de los ingresos, el empleo y la actividad.

Sin embargo, el régimen actúa de forma diferente, y no atiende a la precaria situación de muchas empresas y negocios, que están atravesando una grave crisis de liquidez y solvencia. El incremento de las quiebras e insolvencias empresariales, como consecuencia de las medidas de la Tarea Ordenamiento, es una posibilidad más que real que tiene su origen en la modificación de precios relativos que se está produciendo en la economía, la imposibilidad de trasladar los incrementos de costes unitarios a los precios y la ausencia de mercados que flexibilicen los ajustes oferta y demanda. Un gran riesgo de las autoridades comunistas ha sido implementar la Tarea Ordenamiento sin impulsar, previamente, reformas que permitieran a la economía cubana superar sus debilidades estructurales.

La Tarea Ordenamiento no tiene sentido sin esas reformas, y no cabe esperar que la aplicación de esta política económica cambie nada, porque ese no es su objetivo. Las empresas atraviesan un mal momento porque las insolvencias se extienden por todos los sectores de actividad, desde la producción agropecuaria a la construcción, pasando por los transportes, la distribución, las finanzas. La economía, en su conjunto, se enfrente a un escenario de aumento del desempleo y reducción de la capacidad productiva que está en las antípodas de lo que se necesita para salir del actual atolladero.

La principal preocupación de las autoridades debería ser salvar el tejido productivo empresarial, que en el caso cubano, junto a las ineficientes empresas estatales, se encuentra formado en gran parte por pequeños emprendedores privados que tienen un escaso margen de maniobra frente a la situación actual. El régimen, en esta crisis, ha tomado menos medidas de apoyo a los sectores empresariales de las necesarias, y por supuesto, claramente inferiores a las de otros países de América Latina y Caribe. Y lo más grave es que más medidas y sobre todo, eficaces, ni están ni se las espera.

El gobierno comunista tiene que salir al auxilio de las empresas cubanas. Hay que incorporar mayor flexibilidad en la concesión del crédito para que pueda convertirse en ayudas a fondo perdido que estabilicen las empresas, facilitando que los fondos económicos se destinen a procesos de reconversión que alejen los escenarios de quiebra para las empresas y pequeños negocios que resulten viables. De hecho anunciar, como hace el régimen, que estas ayudas se van a mantener durante un determinado período de tiempo es de poca o nula relevancia, ya que las circunstancias de la crisis son cambiantes, y no es posible determinar el final del túnel oscuro. Sin ayuda a las empresas, la economía cubana no superará la crisis.


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