De digitalización y planes comunistas fracasados
Elías Amor Bravo economista
Está bien. Al fin, la ministra de comunicaciones, la señora Arevich, ha entendido lo que en este blog habíamos dicho en ocasiones anteriores: que la informatización es el pasado y que ahora, lo que toca, es digitalizar. Un proceso mucho más complejo, pero el único que se puede asumir en un entorno cambiante dominado por tecnologías disruptivas que trae consigo la cuarta revolución industrial en la que nos encontramos.
Cuba tiene que emprender la vía digital, y ello, sin haberse informatizado plenamente, pero es que no queda otro remedio, si se pretende simplemente estar en este nuevo mundo de tecnologías inteligentes y que cambian a gran velocidad.
No ha sido hasta fechas recientes, que los comunistas cubanos han despertado a la realidad de conceptos como informatización y digitalización, que durante algún tiempo se solían mezclar. Para los dirigentes, según dice Granma, la digitalización “es una etapa superior que, utilizando los pilares de la ciencia y la innovación, conduce a la Agenda Digital Cubana 2030, la hoja de ruta que permitirá proyectar una visión de país y dar grandes saltos en el aprovechamiento de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC)”. ¿Qué quieren que les diga, el enésimo plan? No aceptan errores.
Se equivocan. La transformación digital es un proceso nuevo que evoluciona en todos los países a gran velocidad, y lo hace no porque los gobiernos hagan planes de dudoso cumplimiento, sino porque las tecnologías involucradas generan procesos, productos y servicios de gran demanda social, lo que hace que encuentren mercado potencial y con ello, puedan crecer. Y si encuentran esa gran demanda y la atienden con precios competitivos, es porque responden unas necesidades de la población que desea estar conectada en tiempo real y acceder a operaciones que, siguiendo procesos alternativos presenciales, exigirían gran cantidad de tiempo y de esfuerzo.
Los gobiernos, ante procesos de estas características, deben cumplir básicamente una función. Allí donde las empresas no puedan atender las necesidades de infraestructura en telecomunicaciones, las inversiones públicas resultan fundamentales para que las empresas digitales puedan atender esa demanda social creciente y mejorar la calidad de vida de la población.
Dicho de otro modo: sobran planes intervencionistas, estrategias y discursos políticos. La transformación digital avanza a gran velocidad cuando los cubanos pueden comprar celulares y proyectan imágenes de lo que está ocurriendo realmente en la Isla, y en tiempo real, a todo el mundo. El aislamiento histórico al que habían sido condenados por el régimen comunista se ha roto gracias a la digitalización y por eso, el porcentaje de usuarios de telefonía móvil se ha disparado durante el último lustro, si bien, los servicios no han evolucionado a la misma velocidad, como, por ejemplo, la banca electrónica, la sanidad, o la producción de contenidos propios de aplicaciones y servicios informáticos. Hay tiempo, porque el modelo económico comunista está, como siempre, más preocupado por intervenir y controlar procesos, que por mejorar la calidad de vida de los cubanos.
Y por ello se inventan esa aburrida “agenda digital” que dicen está relacionada con los sectores estratégicos de otro de los mamotretos infumables del modelo económico comunista, el llamado “plan nacional de desarrollo económico y social hasta 2030”, que, de vez en cuando lo sacan a pasear, sobre todo, cuando las informaciones son escasas.
De nada sirve una agenda, como tampoco un plan, si no existe una demanda social capaz de estimular la producción y distribución de bienes y servicios asociados a la digitalización y que responda a unas necesidades bien definidas con su correspondiente potencial de compra. La “estrategia digital”, con sus proyectos impulsores, como "el trabajo a ciclo completo, la dudosa atracción que pueda tener sobre capital humano de talento, la seguridad de la multiplicación de resultados, o la identificación de los actores claves y las alianzas internacionales e integración regional", es un ejemplo de esos ejercicios de pérdida de tiempo que caracterizan a los dirigentes de la economía cubana, que, lejos de intentar mejorar la prosperidad de la población, lo que hacen es contribuir más aun al desastre que ya está encima.
Seamos realistas. Para avanzar de forma rápida en los asuntos fundamentales de la economía y la sociedad asociados a la digitalización en Cuba, sobran las estrategias y falta libertad de mercado, empresa privada y óptica de beneficio económico. La transformación digital no solo está asociada a un cambio cultural, que implica hacer las cosas de otra forma, sino que incorpora un alto nivel de rentabilidad para las actividades que se desarrollan con las nuevas tecnologías.
¿Está preparado el régimen comunista cubano para aceptar las ganancias de pequeños negocios de trabajadores por cuenta propia o mipymes? ¿Está dispuesto el régimen para aceptar que buena parte de esas ganancias en los negocios se reinviertan por los propietarios en la mejora de sus procesos y productos, es decir, la innovación? ¿Está dispuesto el régimen a cumplir su papel invirtiendo en infraestructuras, a pesar de que se acumulan otras muchas áreas abandonadas por la escasez de inversiones acumulada durante años?
Sin duda, son muchos los interrogantes y pocas las respuestas. Por otro lado, en un momento muy difícil para Cuba, por los apagones, la inflación, la escasez, la pérdida de valor de la moneda, el dengue, que la prensa oficial se dedique a hablar de las bondades de la digitalización y de la estrategia del régimen carece de sentido ¿A qué suena todo esto? ¿Maniobra de distracción?
Hay algo cierto. Cuba se ha quedado muy atrás con respecto a otros países de nivel de desarrollo similar en el proceso de digitalización, y recuperar el tiempo perdido debe ser una prioridad del régimen. Hay países que llevan desarrollando programas y productos durante dos décadas, y Cuba ahora se quiere incorporar a ese grupo. No lo tendrá fácil. Demasiado tiempo perdido sin hacer lo que toca, trae consigo estas consecuencias. Que ahora hay que correr al doble de velocidad para poder permanecer en el punto en que se encuentra. Y tenemos serias dudas de que ello se vaya a conseguir.
Mientras tanto, la digitalización avanza sanamente en Cuba al margen del régimen, con los más de 7 millones de ciudadanos del servicio celular que todos los días acceden a la red de redes, Internet, con sus teléfonos para establecer contacto con sus familias en el exterior o para obtener esa valiosa información que, por ejemplo, la prensa o televisión estatal, no les ofrece. Y algunos, los que pueden, empiezan a comprar, incluso al extranjero, o a realizar transferencias entre sus cuentas, o acceder a los servicios de la administración o la sanidad. Y lo importante, todo esto se está produciendo de forma espontánea sin necesidad de “estrategias” ni de “planes” del régimen comunista, simplemente por la acción de la demanda de mercado y la libertad de elección, que responden a las necesidades que van aflorando.
Se tiene la impresión de que el impulso que provocó el COVID-19 a la digitalización no se ha sabido aprovechar plenamente, porque al régimen no le ha interesado llegar hasta el final. Buena parte de ese freno estructural a un proceso que nadie va a poder detener, se encuentra en las prácticas del monopolio estatal ETECSA, que, como buen ejemplo de una empresa de estas características, hace y deshace a su antojo sin tener en cuenta las necesidades de los clientes del servicio. Más competencia en el sector serviría para mejorar el servicio. Y hay que reconocer que todo no se puede cargar en ETECSA, ya que su capacidad es la que es, y no se puede pedir peras al olmo.
En fin, ¿Qué podemos pensar de alguien que considera un éxito en el desarrollo de la infraestructura en el país que un programa como el servicio Nauta Hogar llegue al 6,82% de los hogares? Si. Han oído bien, al 6,82% de los hogares. Hagan ustedes sus propios cálculos de demanda de mercado. La digitalización en Cuba tiene un largo camino por delante. Con tanta estrategia y tanto plan, los dirigentes comunistas no serán capaces de llegar a ningún sitio.
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