Las políticas de innovación empresarial y las razones de su fracaso en Cuba
Elías Amor Bravo economista (*)
Mientras que los cubanos ya no saben qué hacer para resolver los problemas de comida diaria y de electricidad, que son más graves de lo que parece, a tenor de lo que se publica estos días en la prensa oficial, en Granma ofrecen los datos de una encuesta publicada en la página web del ministerio de ciencia, tecnología y medioambiente que viene a confirmar lo que todo el mundo sabe: en dos décadas de estudio de la conducta innovadora de las empresas cubanas, no se han producido avances significativos.
Fundamentalmente, por las empresas a las que se dirigió esta encuesta, una muestra representativas de empresas estatales socialistas de carácter nacional, con una elevada contribución al Producto Interior Bruto.
Este resultado, aparentemente, contradice la tesis doctoral de Díaz Canel, el paradigma ciencia tecnología y sociedad, convertido en un ícono de las políticas públicas del régimen, respetado por todos, pero de escaso efecto social. Esta encuesta es una buena muestra. Uno de sus resultados más destacados es que la cultura innovadora sigue siendo escasa y la innovación no constituye una herramienta decisiva en el comportamiento estratégico y táctico de los directivos en las empresas. Con un balance como éste, se entiende el atraso que presenta Cuba, por ejemplo, en su sistema eléctrico nacional, con los problemas de falta de suministro que amenazan extenderse de forma indefinida en el tiempo.
No conviene perder de vista que esta ausencia de cultura innovadora afecta a otros sectores y ramas de la economía, el paradigma la industria azucarera, que de ser líder mundial ha registrado en 2021 una de las cosechas menores de la historia. O el sistema bancario, atrasado y poco eficiente, con notable desconfianza de la población a sus prácticas. E incluso, el sector agropecuario donde se sigue trabajando como en época colonial. Y así sucesivamente, el comercio con sus desabastecidas bodegas estatales, el transporte con los eternos almendrones, etc. etc. Un caso único a nivel mundial.
Esta falta de conexión del sector empresarial cubano con las entidades generadoras del conocimiento, las dedicadas a las actividades de interface y con otras empresas que pueden perfeccionar de manera más eficiente y con mejor calidad sus producciones, responde a un principio jerárquico de dirección comunista de la economía, que elimina de raíz cualquier incentivo, motivación o iniciativa empresarial en pos de la rentabilidad, la productividad y la eficiencia. Las empresas estatales sometidas a un plan central que condiciona su existencia y establece la jerarquía de obligado cumplimiento, no son responsables del todo de esta situación de atraso. Solo son parte del problema.
Y por eso, cuando en Granma se dice que “se hace necesario el trabajo en las políticas y las normativas jurídicas que se correspondan con la innovación empresarial” no se puede menos que sentir temor por lo que pueda decidir el régimen comunista. Porque no es con más comunismo, intervención central y control como de avanza en el mundo de la innovación empresarial, sino con todo lo contrario. A ver, por ejemplo, ¿por qué no se fomenta en Cuba a creación de startups sobre todo entre los jóvenes con conocimientos de nuevas tecnologías? ¿Es que acaso el régimen comunista tiene miedo de la capacidad de escalamiento de estas pequeñas empresas? ¿Por qué? ¿Saben lo que se están perdiendo al no poner en marcha hubs de tecnología entre mipymes, trabajadores por cuenta propia y otros agentes privados?
De nada sirve reconocer a partir del análisis realizado que la innovación no ha ejecutado el papel correspondiente en los niveles micro, meso y macro de la economía nacional, realizando una contribución suficiente al desarrollo y crecimiento del país. Ya está bien de fustigarse y lamentarse por cualquier cosa, hay que adoptar un papel activo en este asunto, ¿sabrán hacerlo?
De hecho, los mecanismos en los que está trabajando el régimen para fortalecer las conexiones en el sector académico, la dirección del estado y el gobierno, el sector productivo y de servicios, incluyendo la administración pública, no parece que vaya a servir para cambiar el escenario actual y propiciar una evolución más favorable. Todo lo contrario. Veamos ejemplos.
Los esfuerzos del régimen por incentivar el empleo de la ciencia y la innovación en los principales asuntos de la vida nacional han pertenecido todos, o casi todos, al ámbito institucional y corporativo, con escasos vínculos con el tejido productivo que se pretende potenciar. Por ejemplo, la creación en mayo de 2021 del Consejo Nacional de Innovación, como órgano consultivo del estado, de carácter nacional, que asiste al Presidente de la República, orientado a recomendar las decisiones para impulsar la innovación y el cumplimiento del plan nacional de desarrollo económico y social vigente no parece que haya tenido algún efecto positivo para incentivar nada. Más bien lo contrario.
Asombrosamente, Granma defiende como esfuerzo del régimen en materia de ciencia e innovación, el célebre doctorado de Díaz Canel en gestión del gobierno basada en ciencia e innovación para el desarrollo sostenible de Cuba. Aunque pueda parecer asombroso, eso es lo que dice la prensa oficial, pero conviene preguntarse ¿ha visto alguien alguna aplicación concreta de esta propuesta en algún sector o actividad de la economía? En fin, nada más que decir.
Son muchos los problemas de la innovación empresarial en Cuba. Y aunque la información de las encuestas pueda ser útil para conocer el estado de situación que presenta, no conviene quedarse contemplando la fotografía, sino tratar de corregir aquellas formas que no se ven claras, o mejorar las condiciones de fondo para que una nueva fotografía ofrezca un mejor estado de la situación.
El ministerio de ciencia, tecnología y medio ambiente, en colaboración con la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), ya ha realizado tres encuestas nacionales de innovación en Cuba y los resultados no han cambiado apenas. Este es otro ámbito en que las cosas no pueden salir bien, porque el problema de fondo, lo que frena el avance es el modelo económico y social comunista que rige la economía cubana. Este modelo, por sus especiales características, se apoya en las antípodas de la innovación empresarial que fluye y avanza en contextos de libertad, competencia y eficiencia empresarial. Justo lo que no existe en Cuba.
Así que, de encuesta en encuesta, los dirigentes se recrean en la contemplación de un paisaje que apenas cambia, y lo que es peor, va a la baja, en un continuo declive que en el sector eléctrico tiene su ejemplo más desgraciado. Faltan en Cuba muchas cosas para modernizar la economía y sacarla del círculo vicioso en que se encuentra, y sin duda alguna, una de ellas, posiblemente, de las más importantes, sería la motivación y aplicación por el sector empresarial de la innovación tecnológica.
Para lograr este objetivo, se requiere mucho más que las recetas intervencionistas comunistas basadas en el papeleo y la burocracia asfixiante. Por ejemplo, acciones de identificación del contexto político, económico y social, de la base científica y tecnológica y de los factores de transferencia existentes que favorecen u obstaculizan el proceso innovador y su impacto en la economía y la sociedad, no parece que ayuden mucho, porque esta identificación se encuentra en el ámbito de empresas ambiciosas y orientadas por la rentabilidad y el beneficio.
Tampoco parece necesario seguir recabando información para el establecimiento, retroalimentación y perfeccionamiento de las políticas públicas y estrategias gubernamentales que favorezcan la promoción y desarrollo de la actividad de innovación. Esto se supone que ya existe. Resulta innecesario si no se llevan a la práctica decisiones que cambien el statu quo. Lo que se tiene que hacer es poner toda la inteligencia de datos de las encuestas al servicio de la actividad económica y, sobre todo, eliminar barreras y trabas. Es decir, trabajar de forma completamente distinta. A ver si se enteran.
(*) Este blog, hoy rinde reconocimiento a Mijail Gorbachov, que ha fallecido a los 91 años. Un gran dirigente político que cambió no solo a la decrépita URSS, sino al mundo entero, haciéndolo mucho mejor. Descanse en paz. La historia de la humanidad nunca tendrá suficiente agradecimiento para este gigante.
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