¿Plan y presupuesto asambleario municipal? no, gracias

Elías Amor Bravo economista

Todavía estamos a la mitad de la ejecución del plan de 2022, y aunque nadie sabe cómo se van a conseguir los resultados establecidos en el mismo, los comunistas ya están con el de 2023, que quieren que sea “humanista y revolucionario”. Y desde aquí preguntamos, ¿Por qué no se conforman con hacerlo bien y, que, de una vez, se cumpla lo establecido?

No parece que afinar los cálculos del plan sea un objetivo del régimen. Por el contrario, quienes están al frente de la economía han puesto el timón del barco del sistema económico en otra dirección, y ahora, dicen querer “primar el enfoque participativo de los trabajadores, delegados, presidentes de consejos populares, actores económicos del territorio y de la población”, y todo ello con el objetivo de “lograr un resultado lo más cercano posible a las realidades y prioridades de cada municipio, en correspondencia con las respectivas estrategias de desarrollo”.

Es decir, siguen adelante con la descentralización municipal, eso es evidente, si bien esta huida hacia adelante entraña no pocos riesgos. En este blog los hemos ido denunciando. Las desigualdades económicas y sociales en el territorio van a aparecer como consecuencia de esta descentralización, y los cubanos comprobarán que vivir en una determinada zona del país tendrá más o menos ventajas, que otras. 

Si este proceso de descentralización, que todavía está por ver, fuera acompañado de un mecanismo de compensación de las diferencias, hasta podríamos estar de acuerdo con la iniciativa. Pero no parece que ello se haya tenido en cuenta, y de momento, los comunistas quieren que plan y presupuesto, que ahora van a estar orientados por las “propuestas de la población y las potencialidades municipales”, tengan ese contenido asambleario que devuelve al régimen castrista a sus tiempos más oscuros de los comienzos de la llamada revolución.

Objetivamente, no se puede entender este empeño descentralizador, si no es con el ánimo de repartir el fracaso entre todos los estamentos del gobierno, central, provincial, municipal, y que en el hundimiento del modelo económico que se avecina, todos tengan su parte alícuota de culpa. Conocido es que los cubanos rara vez conocen los mecanismos de elaboración del plan de la economía, a pesar de la influencia que tiene en sus vidas, y sobre todo, les importa un bledo el proceso de elaboración del presupuesto, dado que las prioridades vienen marcadas por una burocracia jerárquica y partidista, muy alejada de los problemas sociales. Por ello, el régimen teje y desteje en función de sus intereses y luego acaba ocurriendo cualquier cosa.

En tales condiciones, el enfoque del régimen es que plan y presupuesto para 2023, que ya están en proceso de elaboración,  “generen soluciones a las necesidades y problemáticas locales, con énfasis en la transformación de los barrios, la atención a las personas y familias en situaciones de vulnerabilidad, el mejoramiento del fondo habitacional, y los proyectos de soberanía alimentaria y educación nutricional”.

Virar el rumbo de la nave en esta dirección entraña riesgos, y sobre todo, hacerlo de un año para otro, y tal y como están las cosas, que no andan bien. En este blog siempre hemos dicho que el problema del comunismo reside en distribuir lo que no se produce. Y así llevan 63 años. Si se quiere atender a barrios, colectivos vulnerables, personas y familias, lo que está muy bien y parece conveniente, antes hay que producir y generar riqueza y empleo, y aquí es donde falla de forma estrepitosa el modelo comunista que rige la economía cubana. Si ahora quieren introducir la participación y el control popular dentro del proceso de elaboración del plan, los resultados van a ser peores.  

El enfoque participativo de los trabajadores, delegados, presidentes de consejos populares, actores económicos del territorio y de la población se logra desde una perspectiva democrática, de consenso, basada en el diálogo social y la negociación colectiva, como ocurre en otros países del mundo. Existen mecanismos que garantizan la participación de trabajadores y empresarios (por cierto, nadie en Cuba los quiere para que participen) que se encuentran a disposición del régimen en la OIT y que instrumentan procesos de diálogo social que legitiman la acción de gobierno cuando los intereses en conflicto se ponen de acuerdo para alcanzar objetivos. En Cuba nadie debe pensar que la participación y el control popular tengan que ver con estas reglas que rigen en la mayoría de los países. En Cuba, simplemente, no hay diálogo social. 

Este entretenimiento de Lazo en la asamblea municipal de Arroyo Naranjo, donde se habló de estas cosas, sirve a Granma para rellenar espacios, pero tiene un alcance realmente escaso y limitado sobre la mejora inmediata de la situación económica en Cuba. 

Entramos en agosto de 2022 y muchos cubanos de mediana edad señalan que el ambiente recuerda, y mucho, al de agosto de 1994 y ustedes ya saben lo que ocurrió entonces. No veo a Díaz Canel presentándose en el malecón para calmar los ánimos, y de Raúl mejor es olvidarse. 

Cuanta más atención den los comunistas a los problemas de los territorios, menos dedicarán a resolver los graves problemas de la comida, los apagones, la inflación desbordada o la pérdida de poder adquisitivo del peso. Estos, son los problemas más urgentes a resolver que realmente tienen poco o nada que ver con los municipios. Si deciden entretenerse con las asambleas municipales y la participación y control popular de los presupuestos, se pueden encontrar con cualquier cosa.

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