Cuba y Brasil: primeros apuntes económicos de la victoria de Lula
Elías Amor Bravo economista
La prensa estatal comunista cubana reaccionó con rapidez a la victoria de Lula en las elecciones presidenciales de Brasil. Díaz Canel, recuperándose del discurso a los comunistas reunidos en La Habana con motivo del XXII Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros, no perdió ni un instante para felicitar a Lula, calificando su victoria de “unidad, paz e integración latinoamericana y caribeña”.
Palabras de Díaz Canel que resuenan a viejos cánticos como los lanzados por aquel Fidel Castro arruinado económicamente durante el período especial a un triunfante Chávez en Venezuela, que con el tiempo se convirtió en fuente de subsidios para la economía extractiva cubana. Tal vez Díaz Canel crea que la historia se repite, y de ahí su alegría por el triunfo de las izquierdas en Brasil, con Lula al frente.
Pero a veces, las cosas no salen como se quiere. Vienen de otra forma. Y mucho nos tememos que este Lula, en su segunda etapa presidencial, no se va a embarcar en operaciones peligrosas que le vuelvan a acercar a unos tribunales que conoce bien. De hecho, en su discurso de victoria, ya se preocupó por dejar claros sus objetivos. Combatir la miseria y la pobreza de Brasil y unir a la sociedad tras unas elecciones muy divisivas. El cómo lo haga y sobre todo, el recurso al enorme potencial de la economía carioca, será un asunto a tener muy en cuenta.
De hecho, reiteró su compromiso con el medio ambiente y anunció que retomará la protección de la biomasa en el país, especialmente de la Amazonía. Este es un asunto escabroso, sobre todo si quiere recibir apoyo de los chinos, cuyo modelo de explotación global tiene poco que ver con la protección del entorno. Esta apuesta le aleja, tal vez sin saberlo, de aquellos que podrían ser sus principales aliados en esta nueva etapa.
Con una agenda como la que plantea Lula, la posición del régimen comunista cubano va a quedar debilitada. El fracaso del Mariel pesó, y mucho, sobre el estado de las relaciones económicas entre los dos países. Los datos son elocuentes. En 2016 Brasil representaba el 2,8% de las exportaciones y el 5,2% de las importaciones cubanas. Un lustro después, los porcentajes respectivos eran 0,11% y 2,8%, respectivamente, arrastrando un comercio deficitario y cada vez más reducido. Poco negocio para un país, Brasil, de más de 200 millones de habitantes. Las exportaciones cayeron un 96% las importaciones, un 48%.
Por lo que respecta al turismo, de 35.000 brasileros que llegaron a la Isla en 2016 se pasó a los 416 de 2021 en plena pandemia. A diferencia de otros mercados de turismo de Cuba, Brasil no registró el valor más elevado en 2019 sino en 2018 llegando a los 41 mil turistas, apenas el 0,87% del total. Comparado con el potencial de población del país, el turismo de Brasil a Cuba es insignificante.
Y se podrían ofrecer más datos, todos ellos igualmente elocuentes. La poderosa economía brasilera tiene poco, escaso interés en lo que Cuba puede ofrecer, y por otro lado, el potencial de compra de Cuba es insignificante para sostener un marco estable de relaciones con Brasil, de modo que entre los dos países los flujos de capital y negocio dejan mucho que desear.
¿Puede ocurrir que Lula cambie el signo de estas tendencias? Desde luego, eso sería lo que interesa a Díaz Canel, pero ¿está Lula en condiciones de hipotecarse para el futuro con alguien que no paga o que lo hace tarde y mal? ¿Qué beneficio puede Lula obtener del régimen comunista cubano situado en las antípodas de este proyecto de reconciliación nacional del que habla Lula? ¿Qué tiene Cuba que ofrecer a Lula, médicos, espías, entrenadores, etc.?
Algún asesor de Díaz Canel debió escuchar con algo más de detalle el discurso de victoria de Lula, sobre todo cuando dijo, que su victoria es “de todas las mujeres y los hombres que aman la democracia y quieren libertad”, para después añadir con claridad que “no es una victoria mía o del PT (Partido de los Trabajadores)”. Precisamente, el mensaje oportunista de felicitación de Díaz Canel a Lula iba en esa línea contraria, cuando le trasmitió, “pero no pudieron impedir que vencieras con el voto del pueblo. Regresa el Partido de los Trabajadores de Brasil, regresará la justicia social”. Justo lo que Lula no quiere escuchar en busca de esa unidad de la que habló. Con este tipo de planteamientos izquierdistas y radicales, Cuba y Brasil no van a ir muy lejos. Tiempo al tiempo.
Es evidente que existe una clara diferencia entre los discursos de los dos mandatarios, y se tiene la impresión de que el brasilero va a volar solo y no va a dedicar al comunista cubano un interés particular. Basta escuchar otra de las frases del discurso de Lula para darse cuenta de la intención de gobernar para todos, “esta es una victoria de todas las mujeres y los hombres que aman la democracia, que quieren libertad, que quieren cultura, educación, fraternidad e igualdad”. En suma, una clara preocupación sobre “cómo deberá comenzar a definir y arreglar este país”. Los mensajes de "capitalismo decadente, de victoria del socialismo, de recuperación de las ideas de Marx, Engels y el Manifiesto Comunista", y otras majaderías lanzadas por Díaz Canel en el encuentro de La Habana ni se escucharon en el discurso de Lula. Ha aprendido la lección. Ya veremos cómo acaba todo.
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