El fracaso de la política de empleo del régimen comunista cubano
Elías Amor Bravo economista
Granma califica los más de 152.000 personas se han incorporado al trabajo en la esfera no estatal de la economía como un éxito y lo relacionan con las medidas para la diversificación de los actores económicos de la sociedad implementada en el país en los últimos años. Ni una cosa, ni la otra. Basta de propaganda, y vayamos a las conclusiones objetivas que se pueden obtener de estos datos.
El mercado de trabajo en Cuba sigue estando dominado por la economía comunista, el incremento del empleo es insuficiente y los nuevos actores económicos, estimados en unos 5.500 no han tenido el protagonismo que se esperaba en términos de creación de puestos de trabajo. Sus resultados van, si cabe, por otro sitio.
Pero da igual, el período oficial comunista celebra como un éxito que 152.373 personas se incorporaran al empleo en el país al cierre de agosto, de ellas 123.321 sin vínculo laboral, según datos del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS).
El peso del sector estatal en el empleo sigue siendo elevado y no deja que el privado recorte distancias. Y así, de las ofertas de empleo cubiertas 44.619 lo fueron en entidades del sector público; 107.754 en el sector no estatal, de estas 101.461 corresponden al trabajo por cuenta propia, 4 491 a otras formas de gestión privada, en tanto se beneficiaron de la entrega de tierras estatales ociosas en usufructo 1.802.
Este incremento en el empleo en la esfera no estatal, claramente insuficiente, se pretende relacionar con las medidas para la diversificación de los actores económicos de la sociedad implementada en el país en los últimos años. Pero en realidad lo que esconden las cifras fue la imposición obligatoria a los trabajadores por cuenta propia que tenían a más de 3 empleados a asumir la forma de mipyme si querían seguir funcionando dentro de la ley. Buena parte del empleo creado se corresponde con estas medidas impuestas por el régimen para “blanquear” los datos del proceso de creación de nuevos actores.
Asimismo, destaca Granma que de las personas ubicadas, el 38% son jóvenes menores de 35 años y el 31% mujeres, en tanto que en el caso de las personas sin vínculo laboral, el 44% son mujeres y el 29% jóvenes.
Un buen ejemplo de las mediocres cifras presentadas por el ministerio se encuentra en la comparación con igual periodo del año anterior. Si este es el caso, el aumento de los incorporados al trabajo ascendió tan solo a 16.117 personas más.
¿Qué nos dicen estos datos? De forma expresa confirman que la política de empleo del régimen comunista cubano es un fracaso más, que sigue sin articularse de forma adecuada con el resto de la política económica y social del régimen. En esencia, una política que se dirige a generar abultadas plantillas en las empresas estatales y organismos del sector presupuestado, donde existe subempleo, y bajos niveles de productividad que no se corresponden con los salarios recibidos. El mercado laboral en Cuba es inexistente, y ni cumple funciones técnicas para satisfacer las necesidades de cualificación de las empresas, ni mucho menos es socialmente útil para garantizar a los trabajadores carreras profesionales adecuadas.
El ejemplo más evidente de este fracaso se encuentra en los incumplimientos de la constitución comunista de 2018 y del llamado código del trabajo, Ley 116/ 2013, donde se establecen los principios fundamentales del trabajo como un derecho y deber social del ciudadano, implementados a través del Programa de Trabajo Digno. Pero que en la práctica conducen a esta situación de subempleo estatal, que tiende a reproducirse en el tiempo, sin que se hayan abierto espacios adecuados para la actividad privada.
El fracaso de la política de empleo del MTSS, y de conjunto con los organismos formadores, en coordinación con las demandas de la economía nacional y las estrategias de desarrollo local de cada territorio, se encuentra en el hecho, denunciado por los pocos inversores extranjeros que se aventuran a operar en el país, de que no encuentran personal cualificado para los puestos ofertados.
De igual modo, en la escasa oferta privada que trata de abrirse camino en el país, existen numerosos profesionales de alto nivel (doctores e investigadores) que prefieren sueldos de camarero o cocinero a los que obtienen en los organismos del sector presupuestado. El desbarajuste comunista es absoluto y las prioridades del empleo a "los egresados de los cursos regular diurno de los diferentes niveles de enseñanza, a los licenciados del servicio militar activo y a otras personas de interés estatal, con principal atención a las mujeres, las personas en situación de vulnerabilidad y aquellas que cumplen sanción o medida de seguridad en libertad", tampoco viene a dar satisfacción a las personas que añoran poder desarrollar carreras profesionales adaptadas a lo que saben hacer.
La prueba del fracaso de la política de empleo se puede medir de forma alternativa teniendo en cuenta que de un total de 4.770.000 trabajadores ocupados, vinculados tanto al sector estatal como al privado, este último apenas alcanza 1.600.000, un 34% un porcentaje que se ha mantenido relativamente estable desde que Raúl Castro autorizase allá por 2011 la reducción de las abultadas plantillas estatales. La mayor parte del empleo en Cuba sigue dependiendo del estado comunista y alcanza ese 66% que no se observa en ningún otro país del mundo, como paradigma de ineficiencia, baja competitividad y despilfarro de recursos.
El hecho de que tan solo 1.802 cubanos hayan solicitado acceder a la condición de arrendatario de tierras, que es la única fórmula semi privada que autoriza el régimen comunista en el campo cubano, es un buen ejemplo de que las fórmulas privadas en Cuba siguen estando muy por debajo de sus posibilidades reales, y que en este ámbito, como en otros muchos, hay que trabajar y duro.
La nota de Granma también ofreció algunas indicaciones de cómo el régimen pretende continuar potenciando “las modalidades de teletrabajo y trabajo a distancia como una forma de empleo que beneficia tanto a la entidad como al trabajador” e incluso de “la diversificación del empleo, de modo que sea más flexible la modalidad presencial”.
Sin embargo, al mismo tiempo, se aclaró en la nota informativa que “este modelo no es aplicable para todas las plazas laborales, pues depende fundamentalmente de la actividad que realice cada trabajador en su centro de trabajo, el cargo que ocupe, entre otras cuestiones”.
En suma, para los dirigentes el teletrabajo y el trabajo a distancia depende “de que también la entidad genere las condiciones, mecanismos de control, velar por la seguridad y salud del trabajador y garantizar que de esta manera no se vea afectado ni el empleado ni su desempeño”. Es decir, que el régimen tampoco tiene una estrategia clara para el teletrabajo y se dedican a marear. En realidad, las limitaciones se encuentran en el ámbito de los medios informáticos y la capacidad de las redes para trabajar desde casa. Y además, luego están los apagones, ¿de qué productividad se puede estar hablando para un teletrabajador que pasa 12 horas del día sin electricidad?
Grande le queda el camisón al régimen para aportar por la innovación en política laboral. Mientras tanto, los comunistas se entretienen enredando el marco laboral, y ahora quieren que el ministerio dirija, a través de los convenios colectivos de trabajo, la inscripción de todos los cargos que por su naturaleza puedan realizarse desde la modalidad de teletrabajo o trabajo a distancia; de esta manera queda colegiado entre los trabajadores, el sindicato y cada entidad empleadora. Burocracia, papeleo y más lío. La política laboral del régimen comunista cubano es un absoluto fracaso.
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