Las razones del fin: en busca de la unidad perdida

Elías Amor Bravo economista

El síntoma más evidente del final del régimen se encuentra en la campaña que ha comenzado en la prensa oficial, con el objetivo de “preservar la unidad”. Granma lo denomina “la clave del triunfo es una sola: la unidad”. Pero, visto lo visto, ¿de qué unidad de habla?

Desde luego, nada tiene que ver esa unidad, con el proceso necesario de escuchar a la sociedad, interpretar sus motivaciones, atender sus demandas y resolver los problemas, haciéndolos partícipes de la realidad. Ese proceso no guarda relación ni con las “enseñanzas de Fidel” ni tampoco con el cúmulo de despropósitos e injerencias del poder que han tenido que soportar los cubanos durante 63 años. La gente ha dicho basta, y quiere un nuevo comienzo, en el que pueda aplicar un verdadero proceso democrático de dirección y gestión pública que en Cuba nunca ha existido.

Por lo tanto, hablar de unidad para conseguir la recuperación es una receta que no funciona, no sirve. Los cubanos están en su pleno derecho de elegir otras fórmulas.

La gente está harta de que siempre, cada vez que surgen nuevos problemas para los que la solución no parece posible, como ese apagón general producido en todo el país por la incidencia de un ciclón en la región occidental, el régimen solo ofrezca la unidad, el trabajo unido, la solidaridad y la participación de su propio pueblo. Y así en el lenguaje oficial se añade, cómo no, la influencia del “nefasto engendro” del bloqueo de Estados Unidos, cuando justamente se ha sabido de la existencia de conversaciones del régimen para solicitar ayuda al vecino del norte. 

Unidad y falsedad. Una descripción de la realidad que busca ocultar a los cubaos la verdadera, la que no se quiere cambiar por el mero hecho de continuar al frente del poder. Es lo mismo que insistir una y otra vez que la Patria no tiene “otra hoja de ruta que aquella que trazó con su ejemplo la generación histórica de Fidel y de Raúl”. Mentira. La hoja de ruta democrática es la que quieren ahora decidir los cubanos para afrontar el futuro desde bases nuevas que signifiquen progreso para todos, y no solo para unos cuantos.

La propaganda oficial acusa al “enemigo” de “atacar porque teme la continuidad que representa la nueva generación al frente del país”, cuando las nuevas generaciones no hacen otra cosa que decir que no tienen el menor interés de conducir nada, sino de marcharse del país. Los 200.000 cubanos que se han marchado del país rumbo a Estados Unidos este año, son en su amplia mayoría, jóvenes que no quieren ser unidad ni continuidad de nada. Los dirigentes ya no saben interpretar las señales o no quieren hacerlo, y este es otro indicador del final.

Mientras la prensa oficial no escatima esfuerzos en su construcción de una realidad alternativa ajena a la razón humana, cuando dice que “los enemigos de Cuba no ofrecerán jamás una solución que no responda al interés de subvertir la sociedad socialista que nos damos; y en ese afán es que aprovechan –y hasta fabrican– las vicisitudes que atravesamos”. A ver si los verdaderos enemigos de Cuba son los que se empeñan en mantenerse en el poder a cualquier precio, agotando plazos y sin dar el paso al lado necesario. La perspectiva es muy importante en estos casos.

¿Es que acaso los problemas no resueltos durante generaciones por los cubanos no son responsabilidad de su gobierno o régimen que da lo mismo? Claro que por el norte también el ciclón ha causado estragos, pero allí muy pronto se podrá comprobar el retorno a la normalidad. 

En Pinar del Río muchas de las casas destruidas lo estaban ya por la acción de ciclones en el pasado. Los problemas en Cuba no se arreglan, se congelan. La cuestión es ganar tiempo. El peor enemigo del pueblo cubano es su régimen o gobierno que en 63 años no ha sido capaz de crear unidades profesionales de emergencia para afrontar situaciones de crisis y catástrofes, y que es incapaz de dar solución definitiva a los problemas de la gente. No es bueno pensar en lo ajeno, sin revisar en profundidad lo que hay dentro.

Y así la propaganda oficial del régimen, después de tratar de justificar la unidad con argumentos fantasiosos e hilarantes, lanza otro argumento mucho más alarmante: “sanar los daños del huracán Ian no será tarea fácil ni corta en el tiempo”. La cosa va para largo, y que nadie se llame a engaño. Los afectados ya pueden ir buscando otra zona, o contando con la ayuda de familiares o vecinos lejos de las zonas. La recuperación será muy larga e incluso, ni llegará en muchos casos. 

Ni siquiera la solidaridad internacional ha llegado en condiciones. Los amigos de siempre (Irán, Corea del Norte, Rusia, Venezuela, México, Nicaragua) tienen sus propios  problemas y nadie anda regalando dinero en momentos muy complicados como el actual.  También aquí se ve el final muy cerca. El argumento de la unidad se cae a pedazos, pero el régimen comunista cubano no lo quiere reconocer. La soledad es la peor de las consecuencias de no saber hacer bien las cosas.

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