La economía para los comunistas cubanos: reivindicar un modelo que no existe
Elías Amor Bravo economista
De modo que no hay dinero para dar de comer a la gente en Cuba, pero sí que lo hay para organizar en La Habana un encuentro internacional, el número 22, de partidos comunistas y obreros de todo el mundo. En la capital caribeña embargada y bloqueada del exterior, representantes comunistas de 73 delegaciones y 57 países del mundo (muchos de ellos pertenecientes a sistemas democráticos plurales en los que los comunistas se miden frente a otros partidos liberales, democristianos, socialdemócratas, etc.) se dan un descanso, quizás merecido, para hablar de cuestiones que, en este momento, preocupan bien poco a los electores de sus países.
En la inauguración del encuentro los esperaba Roberto Morales, un perfil de segundo nivel (alguien echó de menos a Díaz Canel, sin duda ocupado atendiendo a la delegación de empresarios de Estados Unidos). Morales es miembro del Buró Político y secretario de organización del comité central, que siguiendo la tradición, largó tremendo discurso a los asistentes, en el que, sin embargo, a riesgo de que nos puedan acusar de reduccionistas, nos vamos a dirigir a las cuestiones económicas, que por lo general, son las que interesan a los lectores de este blog.
¿Y qué fue lo que se dijo a los comunistas de todo el mundo sobre el modelo económico cubano, en fase de destrucción controlada? Pues, ciertamente, lo mismo de siempre e insistiendo en el objetivo de unidad de acción para afrontar los desafíos. Imaginen a los delegados de Vietnam o los más asentados y burgueses, pertenecientes a los partidos comunistas europeos, atendiendo a esta proclama del dirigente comunista cubano. Ya se lo pueden imaginar. Más de uno se debió de partir de risa, sobre todo cuando Morales recuperó el añejo antimperialismo, como el factor de unidad. Un discurso que bien podría haber servido a Fidel Castro hace 30 años, pero que en 2022 tiene muy poco sentido.
Los mensajes en contra de la proliferación del fascismo, la xenofobia y los discursos de odio, lanzados por Morales podrían haber servido para citar lo que en Cuba se suele decir por los dirigentes comunistas contra aquellos que no piensan igual. Por supuesto, en ningún momento hizo referencia a las cárceles cubanas, que siguen teniendo presos políticos por el único delito de disentir.
¿Y qué decir de la agenda de problemas económicos? Aquí Morales lanzó un discurso en clave interna, que no tuvo siquiera el menor interés por darse una vuelta por las tiendas que venden en MLC o el uso que hacen los cubanos de las remesas que envían sus familias en los resorts turísticos. Todo un mundo de desigualdades y demandas insatisfechas en el que avanza la pobreza, las desigualdades y la inseguridad alimentaria. Este es el mundo que está arraigado en este momento en Cuba, y no reconocerlo es un grave error. Culpar a otros de los problemas propios, es imprudente.
Es lo que se hace al atacar al orden internacional vigente por insostenible o culpar a otros de los problemas medioambientales. El discurso de Morales iba tomando caminos temerarios, como si el resto del mundo fuera el culpable de todos los males. Las referencias a Fidel Castro, resultaron hilarantes. Las relativas a las redes sociales y su impacto en la guerra cultural quedan para las hemerotecas, como un buen ejemplo del despropósito de un dirigente que sabe que su tiempo, simplemente, se ha acabado. Imagino qué pensarán los comunistas españoles de estos mensajes de Morales y si estarán de acuerdo con ellos.
Luego hubo tiempo, por supuesto, para atacar el bloqueo/embargo, incrementado por Trump y referido a un documento añejo de más de 60 años, desconocido para la mayoría de asistentes, el memorando del subsecretario de Estado Lester Mallory, porque ni siquiera la mayoría de los participantes en el encuentro habían nacido cuando se publicó dicho texto.
Y no contentos con circunscribir el embargo/bloqueo a los temas económicos, Morales denunció que ahora Estados Unidos fragua planes de desestabilización mediante los métodos de guerra no convencional e “intentan desesperadamente generar el llamado «estallido social», que no les ha funcionado por la confianza que la inmensa mayoría del pueblo mantiene en la Revolución y el socialismo”. Es evidente que estas palabras las dijo sin saber que apenas unas horas antes su jefe de filas Díaz Canel había tenido un mensaje de agradecimiento para una tropa de empresarios y hombres de negocios de visita en Cuba. No hay forma de entender este doble rostro del comunismo cubano. Entiendo que a los asistentes al encuentro les pase otro tanto.
Y bien, llegados a este punto, comenzaron los mensajes de contenido económico.
El primero, fue muy claro, al señalar que “ninguno de los planes subversivos de Estados Unidos nos apartará del camino trazado en la actualización del modelo económico-social y del ordenamiento jurídico, para consolidarnos como un Estado socialista de derecho y justicia social, según se refrenda en la Constitución aprobada por la inmensa mayoría del pueblo en el 2019”.
La verdad es que no se sabe cómo pueden decir este tipo de cosas cuando, continuamente, han estado adoptando medidas apartándose de ese modelo. La actualización del modelo quedó para el sueño de los justos cuando Raúl Castro dejó el poder. Lo único que se ha visto desde entonces ha sido el fracaso absoluto de la tarea ordenamiento. Todo han sido actuaciones de ruptura con el modelo.
¿Qué son sino las tiendas en MLC o los mercados mayoristas que venden en MLC a los agricultores? ¿Qué es la nueva línea cambiaria que rompe la fijeza del tipo de cambio establecida en la tarea ordenamiento? ¿Qué son las inversiones millonarias en hoteles cuando las viviendas se están cayendo a pedazos? Parece que la elección es obvia, y que el régimen no solo se ha separado del modelo, sino que lo aprovecha en beneficio propio. Desde luego, si este tipo de decisiones obedecen a la “resistencia creativa” para salvar el sistema socialista, tal vez lo mejor sería no salvarlo y apostar por un cambio que, por otra parte, ya está escrito en muchas de las decisiones y actuaciones.
Segundo mensaje en materia económica. Morales dijo que en “la economía mantenemos el empeño de impulsar el desarrollo del país, aún en medio de las complejas circunstancias descritas. La empresa estatal socialista tiene un papel protagónico en la concepción del modelo económico social cubano, y se complementa con las nuevas formas de gestión económica”.
¿Desarrollo del país? Le recordamos que el PIB de Cuba sigue estando por debajo del nivel anterior a la pandemia del COVID-19, que la inflación interanual del 35% es cuatro veces superior a la media de América Latina y que el sector turístico opera a un 30% del nivel del año 2019? ¿Es eso desarrollo?
En cuanto a la referencia a las empresas estatales, habrá que ver como lo justifica con el saldo de más de la mitad de las mismas sufriendo una penosa situación de insolvencia desde la aprobación de la tarea ordenamiento, o la obsesión con el control de los actores económicos privados, mipymes y cooperativas no agropecuarias en detrimento de los exitosos trabajadores por cuenta propia, que se pretenden ir eliminando.
Morales sabe que el ideal de un “socialismo próspero y sostenible” está cada vez más lejos. Se diría que ha quedado atrás, y la meta a alcanzar en esta Cuba de 2022 es el sálvese quien pueda.
El discurso concluyó con un alegato a la unidad dentro de la diversidad, que es justo lo contrario de lo que existe a nivel mundial. La diversidad, los puntos de vista alternativos, la forma de entender los problemas y las soluciones, no es única y se puede multiplicar por medio de la participación democrática y plural. Los comunistas cubanos no quieren eso. Ni se lo plantean. Apuestan por un tipo de unidad que es más bien homogeneidad, uniformidad, orden y disciplina, justificada por un falso respeto a los marcos históricos y las particularidades de cada país y proceso político.
Los comunistas de todo el mundo, sobre todo los que disfrutan de sistemas democráticos de derecho en sus países, no pueden estar de acuerdo con ese modelo de unidad, ni siquiera darle apoyo. Más bien, deben sentir repugnancia si son fieles a sus compromisos con los electorados que defienden que, desde luego, muchos lucharon para que otros sistemas políticos no impusieran ese mensaje unitarista.
Los comunistas cubanos no se dan cuenta de que el tiempo pasa. Los mensajes de Fidel Castro ya están obsoletos. El sistema económico imperante en Cuba, también.
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