La crisis del mercado cambiario y la intervención estatal (I)

Elías Amor Bravo economista

La voz oficial del partido ha hablado finalmente. Como don Rafael del Junco en aquel serial radiofónico del gran Félix B. Caignet que paralizó el país durante largo tiempo.

Granma ha hablado del mercado cambiario para echar las culpas de todo lo malo al mercado informal y a la inflación. Y lo ha hecho con argumentos más políticos que técnicos, con más propaganda que evidencia científica. Vamos. Que ha hecho como siempre. Nada más y nada menos de lo que podíamos esperar.

Según el análisis oficial de Granma “en las condiciones actuales de la nación es fundamental captar un mayor número de divisas, formalizando sus flujos de entrada al sistema financiero, estabilizar el tipo de cambio y lograr que este sea único para todos, tanto personas naturales como jurídicas”.

Falso. Una mayor entrada de divisas no garantiza el control del sistema financiero, ni tampoco que se vaya a lograr la estabilidad cambiaria. Entonces, ¿qué quiere Granma? Que nadie se equivoque. Lograr que las arcas del estado se llenen para luego destinar dichos fondos a los objetivos del régimen, que como es bien sabido, tienen poco que ver con los generales de los cubanos.

Esta idea fue la que llevó al ministro Gil hace dos meses, a improvisar un nuevo tipo de cambio para la compra de divisas por parte del Estado (1 USD por cada 120 CUP), según dijo en aquel momento, para establecer un mercado cambiario en el país destinado a “incrementar los ingresos en divisas y avanzar paulatinamente en la recuperación de la economía”. Lo primero sí, desde luego. Lo segundo ya se ha visto. El crecimiento del PIB trimestral cayó del 10,7% del primer trimestre al 1,7% del segundo. Un derrumbe en toda regla de la economía, que se vio arrastrado por los pésimos resultados en agricultura, azúcar o manufacturas.

Los comunistas no consiguen entender, en tales condiciones, como en muy poco tiempo ese tipo de cambio oficial fue derrumbado por el que rige en los mercados informales, que llegó a alcanzar en algún momento los 200 CUP. Fueron muchos los motivos del fracaso, pero estaba claro que la simple venta de divisas, limitada en cuantía y solo para las personas naturales, no iba a llegar muy lejos, como de hecho ocurrió.

De nada sirve que Granma lance todo tipo de ataques contra el mercado informal, al que califican de negocio "truhán e ilegal". Aunque Granma no lo reconozca, el mercado informal ha sido el ganador de todo este proceso, y salvo que lo repriman o eliminen, lo seguirá siendo. Básicamente porque este mercado, a diferencia del estatal del ministro Gil, presta sus servicios a la población sin límites, regulaciones ni ataduras. Granma dice, menospreciando a los agentes del mercado informal, que “es el único cambio que ahora resulta «lucrativo» estando desde la medianoche en las afueras de Cadeca, «cuidando» la cola y luego vender ese turno a 1 000 o 2 000 CUP, o incluso, al cambio en dólares”.

Granma quiere que ese esfuerzo personal se haga gratis. Hasta aquí podríamos llegar. Esas personas que se sacrifican en las colas no lo hacen por placer, sino porque pueden obtener un beneficio de ello. Y ya va siendo hora de que, esto se reconozca y acepte. Si en vez de dedicarse a desprestigiar las prácticas a las que se ven obligados los operadores del mercado informal para dar servicio a la población, tratasen de imitarlos en las CADECAS o bancos, la cosa sería muy distinta, pero esa superioridad moral comunista llega hasta este tipo de operaciones.

Granma no quiere explicar por qué las personas que realmente necesitan la divisa para completar el dinero y comprarse un freezer o un split, terminan recurriendo a los llamados revendedores de Cadeca, “o comprando el dólar al astronómico cambio de 1 USD por 200 CUP, según los valores que dicta el mercado informal e ilegal”. Muy fácil, porque no hay nadie más que ofrezca este servicio. En concreto, el estado comunista, no.

Y luego, de soslayo, culpan a la inflación, como si el descontrol de precios no fuera responsabilidad de un gobierno incapaz de mantener en equilibrio las magnitudes monetarias y fiscales. 

Nadie en Granma quiere reconocer que el problema está en que solo se autoriza vender a la población una limitada cantidad de divisas, porque el Estado comunista quiere captar la mayor parte de las que entran en el país para atender sus propias necesidades. Así ha sido siempre, y así seguirá siendo. Y en base a estos prolegómenos, Granma dice que “habría que hablar y entender primero por qué es importante avanzar hacia la convertibilidad de la moneda nacional y cómo el mercado cambiario es un paso para llegar a ese fin”.

Afortunadamente, se reconoce que el mercado cambiario oficial es como la punta del iceberg, cuya vitalidad depende de otras medidas que en la práctica permitan el funcionamiento de un tipo de cambio único para todos los actores de la sociedad. Ian Pedro Carbonell del Banco Central de Cuba (BCC), lo dijo con claridad “no puede existir crecimiento y desarrollo económico totalmente eficiente si la moneda nacional no es convertible”. Y es cierto, pero la convertibilidad de la moneda nacional depende de que la economía se desarrolle y esté fuerte, de modo que, ¿qué fue lo primero, el huevo o la gallina?

Dejando atrás la dualidad cambiaria, que fue un obstáculo si el objetivo final era contar con un tipo de cambio único y convertible para todos los sectores de la economía, las cosas se tienen que hacer de forma muy distinta. La competencia por las divisas entre el sector productivo y el estatal no existe en otros países del mundo, donde hay una oferta nacional en moneda nacional suficiente y ajustada a las necesidades de la población. En Cuba, el estado ejerce un dominio excesivo sobre la actividad económica y sus prioridades condicionan las políticas públicas. Mal asunto.

La intervención estatal en el mercado cambiario está en el origen de los problemas que los comunistas no quieren aceptar.  No se puede regular una moneda nacional con mecanismos administrativos. La distribución administrativa de los escasos ingresos en divisas con que cuenta el país, acaba siendo un obstáculo que provoca los altibajos observados en el mercado informal, donde la demanda es superior a la oferta.

Actuando de este modo, intervencionista y regulados, el estado no solo promueve un empleo poco eficiente de las divisas disponibles, sino que se acrecientan los efectos negativos de la inflación y la escasez general de bienes y servicios. 

Lo normal sería liberalizar, quitar controles y evitar distribución administrativa, dando a los agentes capaces de conseguir divisas las competencias necesarias para que las rentabilicen en el mercado interno. Los agentes económicos que no pueden obtener divisas con sus operaciones pueden orientarse a esos otros que recaudan la moneda extranjera, sin necesidad de agencias estatales intermediarias. 

Las medidas de Gil han acabado provocando la existencia de dos segmentos de la economía que funcionan a tipos de cambio diferentes, sin comunicación alguna y sin relaciones comerciales entre ambos, ya que el estado no tiene el menor interés de que ello ocurra. Consolidar un mercado cambiario no será fácil en las actuales condiciones. La necesaria relación entre las decisiones de política fiscal, monetaria y cambiaria es urgente y una prioridad. La culpa de lo que ocurre no es de los otros.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Muy deficientes resultados en la construcción de viviendas en el primer semestre

¿Qué pasó con el turismo en 2023? ¿Y qué pasará en 2024?

La propuesta de que la economía funcione para la mayoría