Mesi Bolaños hablando de sus presupuestos
Elías Amor Bravo economista
Ya resultaba extraño que Meisi Bolaños, ministra de finanzas y precios, no hubiera hablado de los presupuestos del estado para 2022. De hecho, los publicó en una gaceta extraordinaria en los primeros días del mes, y pasaron desapercibidos para la prensa oficial, como si se quisiera ocultar algo inconfesable. Ya sabemos qué fue: una reducción de gastos e ingresos de casi la quinta parte del presupuesto de 2021 en el marco de un “ajuste duro” difícil de explicar por el régimen comunista cubano dentro y fuera de la isla. No hay dinero y hay que inventarse el cuento que sea para salir del paso.
De modo que han transcurrido los días y la televisión manda, incluso en los aburridos programas de la televisión castrista. Randy Alonso ha estado al quite, y en cuanto ha sido posible, ha organizado la tradicional Mesa redonda de los presupuestos, en la que, como viene siendo tradicional, la señora Bolaños se ha explayado presentando sus cuentas, sin ninguna pregunta complicada o crítica por parte del interlocutor. Y así ni corta ni perezosa, señaló que su presupuesto pretende, ni más ni menos, que hacer frente a “las limitaciones que deberá enfrentar la economía este año, que mantiene las complejidades de la crisis mundial agravada por la pandemia, unida al recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos”.
El “bloqueo” solo existente en el imaginario colectivo castrista, se ha convertido en el chivo expiatorio de los dirigentes, y no hay escenario en que no aparezcan las referencias. Incluso en los presupuestos estatales que, como todo el mundo sabe, son un ejercicio de gastos e ingresos que practica el gobierno en la economía para asegurar unos objetivos políticos vinculados a su acción.
Al referirse a la Ley del Presupuesto del Estado para 2022, la señora Bolaños empezó diciendo que se pretende potenciar los ingresos lo que, según la ministra comunista, consiste en incrementar la actividad productiva en los territorios, con la participación de todos los actores económicos. Alguien debería explicar a la señora Bolaños que incrementar la recaudación por medio de mayor actividad económica es más difícil que hacer lo contrario.
Y, de hecho, es posible aumentar la recaudación de ingresos sin necesidad de subir impuestos, y eso, justamente eso, es lo que incrementa la actividad productiva. Los actores económicos reaccionan de forma positiva a las rebajas de la presión fiscal y, en cambio, pierden incentivos cuando la presión fiscal aumenta. No es posible potenciar ingresos y aumentar la actividad si los impuestos no bajan. Y eso no aparece por ningún sitio en el presupuesto de la señora Bolaños.
A resultas, el presupuesto nace, al igual que en años anteriores, con un déficit fiscal proyectado que alcanza 75.827,4 millones de pesos, que, según la señora Bolaños “es necesario reducir, porque es alto”, y de hecho lo ha logrado, al menos en el papel, reduciendo el déficit inicial de 2021 que rondaba los 86.000 millones. Es decir, un 12% menos de déficit planeado no es mucho, pero es un paso correcto en la dirección adecuada. ¿Por qué la ministra no dijo nada al respecto?
Porque no debe tener autorización para hacerlo y así, lejos de justificar ese ajuste del déficit, que es la confirmación de que la política fiscal ha tocado techo en la economía comunista cubana y ya no se le puede pedir más, la señora Bolaños prefirió hablar del “perfeccionamiento del presupuesto en la gestión de los presupuestos locales, que deben ir atemperándose y actualizándose, en función de lograr la autonomía municipal refrendada en la constitución”. Mal asunto para los gobiernos locales, si se tiene en cuenta que en el histórico de presupuestos de la economía cubana han sido, precisamente, los presupuestos locales los que año tras año, salvo 2020 con sus especiales características, cerraban en superávit. Se tiene la sensación de que la voracidad fiscal del gobierno central quiere intervenir el signo positivo de esa gestión.
Y otro ámbito en que la señora Bolaños quiso entretener a los pocos espectadores que seguían en ese momento su intervención, fue cuando empezó a hablar del “acompañamiento de la ciencia y la innovación, así como la participación popular” en la política presupuestaria. La ministra quiere meter, de forma asamblearia y a la fuerza, a los ciudadanos en una materia gris y oscura, técnicamente compleja, para que, según la señora Bolaños, “puedan definir cuál es el presupuesto que requiere”.
En los países democráticos, existen los llamados presupuestos participativos que resuelven este tipo de objetivos, sin tanto ruido. Lo que la ministra dejó claro es que lo que ella considera “insuficiencias” de la gestión presupuestaria municipal y la necesidad de “mayor participación popular en la gestión y control de los presupuestos, en la definición de los problemas, prioridades y destinos de los dineros” tiene poco que ver con la eficiencia y la eficacia de las políticas tributarias. Se acaba con la sensación de que está planteando un juego peligroso del que todo el mundo puede acabar peor.
A partir de ahí, la señora Bolaños Weiss, anunció la creación de capacidades y habilidades en los municipios, para que puedan tener “recursos materiales y financieros para poder invertir en proyectos de desarrollo local”, así como para solucionar los problemas de la comunidad e incluso financiar los servicios básicos. También señaló que se tiene que reducir el importe de las transferencias del presupuesto central que reciben los gobiernos locales, para poder dar cobertura a sus gastos sociales, para concluir que pretende “incrementar la actividad económica de los municipios, aprovechando sus características y potencialidades”, en una apuesta decidida del régimen por crear desigualdades económicas en el territorio que pueden acabar creando problemas graves de equidad en la sociedad cubana.
En la tercera parte del programa la ministra vendió la idea de que la mayor parte de los gastos del presupuesto del Estado están destinados al sector social, siendo educación y salud los que concentran poco más del 50% de los mismos. Nada nuevo. Y lleva razón. El gasto corriente se devora el 80% del presupuesto, dejando escaso margen para la inversión en infraestructuras que tanta falta hace en la economía cubana. También se refirió al gasto de la seguridad social en pensiones, 37.000 millones de pesos, una partida que, si se divide por el número de pensionistas, permite comprobar las pensiones de miseria que se pagan en Cuba. Un asunto al que se tendrá que prestar atención en algún momento.
También la ministra habló del compromiso de su ministerio con otro de los temas preferidos de Díaz Canel, el relativo a las intervenciones en los barrios, que según la ministra Bolaños, en un alarde de imaginación, “debe sobrepasar la mera trasformación física, y abogar por el cambio espiritual y propiciar una incorporación de las personas a las actividades en la comunidad”. Lo cierto es que en este punto no se sabía si la que hablaba era una ministra de finanzas al uso, o un representante altamente cualificado de la “teoría de la liberación” o las dos cosas a la vez, que nunca se sabe
Después citó que el presupuesto central del estado dedica subsidios elevados al sostenimiento de la canasta familiar normada o el costo de la electricidad, esta última con unos 21.500 millones de pesos en subsidios que reducen el precio del servicio. El régimen no quiere los problemas de la Tarea Ordenamiento, y ha dado marcha atrás a una de las propuestas estrella del programa, la reducción de subsidios y gratuidades.
Además, se refirió al proceso de inflación que atraviesa el país, señalando que no es privativo de la nación, y en eso lleva razón, el problema es que la media de países de América Latina ronda el 6% de inflación y en Cuba ha sido un 77,3%. Hay alguna diferencia cuantitativa y cualitativa que dice que las cosas no se han hecho bien. La ministra insistió en que se tiene que reducir el déficit fiscal con mayor producción de bienes y con un mayor cumplimiento tributario. Y en ello tiene razón, pero el presupuesto que ha presentado, lejos de fomentar el crecimiento de las bases imponibles, va justo en la dirección contraria.
Por ejemplo, ¿Cómo quiere la ministra aumentar la actividad productiva, que depende de las empresas, estatales o no, si ajusta a la baja el apoyo financiero del presupuesto a las empresas con pérdidas (de 18.000 a 3.000 millones de pesos)? Por otra parte, no se observa en el presupuesto que esa reducción del apoyo a las empresas haya ido acompañada de mayores recursos a los programas sociales. La Ayuda a vulnerables de 2021 de 760 millones de pesos ha desaparecido en el presupuesto de 2022.
Tuvo tiempo la ministra para presentar el sistema de gestión basado en ciencia e innovación de su departamento, inspirado, cómo no, en la tesis de Díaz Canel y proclamó que este sistema va dirigido a “modernizar e innovar”, señalando que “queremos que nuestras instituciones respondan más a los contextos actuales como son las políticas de precios”.
La ministra debería saber que el mercado, la ley de oferta demanda, es infinitamente mejor que cualquier sistema de gestión de los precios. Por mucho que Díaz Canel le haya dado instrucciones para que se estudien y aborden estos elementos desde el pensamiento marxista, los precios funcionan mucho mejor en una economía de mercado con libre elección en la que, los agentes económicos, siguen las leyes de la oferta y demanda para vaciar los mercados. Lástima que la ministra no se lo crea. Le irían mucho mejor las cosas.
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