El desarrollo económico de Cuba no depende del partido comunista

Elías Amor Bravo economista

Ha finalizado el road movie de los comunistas cubanos por los territorios de la Isla en los últimos días, y en el cierre en La Habana Díaz Canel se descuelga con un extenso discurso, cosa rara en él, en el que sostiene como argumento principal que “el fortalecimiento del Partido es el principal apoyo para el desarrollo económico social del país”. Pues bien, no se puede pedir peras al olmo. El viejo refrán viene como anillo al dedo para este alegato.

Nada más alejado de la realidad. Diciendo este tipo de cosas, Díaz Canel solo puede conseguir más rechazo y distancia social de la sociedad, y que una fracción cada vez mayor de cubanos pongan punto y final a su existencia en la Isla, por no ver proyecto de futuro alguno. Son 63 años con la misma dialéctica, y algo dice que ya no puede seguir así. Es como Nerón tocando la lira mientras ardía Roma. Mayor alejamiento de la realidad no puede existir.

El road movie comunista se organizó, en un momento de especial complejidad con numerosas tensiones en la economía, porque había que explicar “los conceptos, ideas y directrices, derivados del cónclave partidista efectuado en abril de 2021”. El mismo congreso que dio por válida la Tarea Ordenamiento, que ha convulsionado a la economía del país con una inflación de dos dígitos, desconocida en la historia de Cuba y provocando la insolvencia de casi 500 empresas estatales que siguen sin encontrar su espacio de funcionamiento. Los cubanos saben por qué están experimentando una notable pérdida de poder adquisitivo.

Y así, dejando de lado los asuntos económicos, y perdiendo ese contacto con las prioridades de la nación, los comunistas se han dedicado a la ideología, como suelen hacer cuando a cosa se complica. El avestruz esconde su cabeza bajo tierra cuando percibe el peligro, pues aquí más o menos lo mismo. Los comunistas se dedican a lo que califican de “tópicos trascendentales como son el trabajo político-ideológico, la batalla ideológica, el funcionamiento del Partido”. Lo demás, si se menciona, pasa a segundo plano, o se atiende con la cobertura de la ideología, con esa superioridad moral que la izquierda tiende a atribuirse con respecto a cualquier otra opción política.

Y como no existen propuestas dentro del modelo económico comunista para mejorar las condiciones de vida de los cubanos, lo que hay que hacer es lanzar la pelota lejos y buscar argumentos que, como siempre, trasladen la responsabilidad a otros. Y aquí aparece, como no, en primer lugar, el “recrudecimiento del bloqueo económico, financiero y comercial impuesto por el gobierno norteamericano hacia Cuba”, pese a que solo unos días antes Díaz Canel se reunió con una pléyade de productores agropecuarios de EEUU para pedirles alimentos y crédito comercial. Hay que ver qué bloqueo.

El segundo argumento es “la agresividad del imperio norteamericano hacia Cuba” manifestada en expresiones de guerra no convencional, basados en la desinformación y la mentira. Y entonces uno presta atención a lo que dicen los medios estatales de la televisión, radio y prensa comunista de Cuba y se entera de lo que es realmente la manipulación y la desinformación, simplemente, viendo cómo trata el régimen cubano la “operación militar especial de Rusia en Ucrania” y cómo vota Cuba en contra de Ucrania en Naciones Unidas. Hay que ver quien amenaza a quien.

Y el tercer argumento se refiere al COVID-19, que según Díaz Canel al parecer solo ha afectado a Cuba y por alguna extraña razón, se le negaron “vacunas, medicamentos, ventiladores pulmonares, insumos médicos”, pero ¿es que acaso lo pidieron a la ONU como otros países? ¿no se pusieron alocadamente a fabricar vacunas y demás con el complejo medicinal que existe en el país? Lo que ha ocurrido es que miles de cubanos, con gran esfuerzo, han trasladado a la Isla, pagando sobreprecios de avión, miles de toneladas de medicinas, alimentos y aseo, aprovechando los pequeños resquicios que dejan los comunistas para esto.

Y claro, mezclando en la coctelera cualquier cosa, sale un trago que acaba siendo de difícil ingestión, porque Díaz Canel afirmó que estos tres elementos,” interrelacionados, vinculados y convergentes, nos han llevado a una difícil situación económico-social, donde prevalecen los desabastecimientos”. ¿De verdad cree Díaz Canel que el desabastecimiento viene de aquí? Creo que los cubanos saben perfectamente que las colas interminables y eternas, los problemas de transporte, los apagones, la carestía, y ahora la inflación descontrolada y el valor del peso en el mercado informal, o las tiendas en MLC, tienen un origen perfectamente identificado en el modelo económico y social comunista impuesto al país.

Sin ese reconocimiento valiente, objetivo, realista, será imposible cerrar etapa en Cuba y sentar las bases de un modelo similar al del resto del mundo que no comprometa ni la soberanía, ni la independencia, ni los derechos humanos sino que consiga un país mejor, que no solo sea comunista, en el que quepan todos los cubanos, incluidos los comunistas, en un proyecto de libertades democráticas, plurales y respetuoso con la razón humana y la libre elección.

Si esto no lo permite el comunismo, lo mejor es dar carpetazo antes de que sea peor.

El partido no podrá mejorar la prosperidad de los cubanos por mucho que se perfeccione, si no abandona los ejes principales del discurso, implantados por la fuerza en la constitución de 2019 en sus fundamentos económicos. Las posiciones comunistas sobre la economía no llegan a ningún sitio. Son parches que no modifican los problemas de fondo que existen.

Por ejemplo, Díaz Canel valora a los actores económicos en la medida que “la matriz de estos tiene que avanzar de una manera estructurada y no fragmentada hacia el objetivo de la construcción socialista, en el cual tanto la empresa estatal como el sector cooperativo y el no estatal trabajen complementados, en función de los principales proyectos de desarrollo social”.

De igual modo, se mostró favorable a “asumir un mercado con nuevos actores económicos, pero regulado por el Estado; a una planificación estratégica y financiera menos administrativa y burocrática, donde exista un necesario balance entre mecanismo políticos, económicos, ideológicos y administrativos, apostando por los necesarios encadenamientos productivos”.

Y acabó señalando que “es necesario promover, desde el Partido, una respuesta económica superior de todos los actores económicos, con más producción nacional; incentivar la inversión extranjera y de los cubanos residentes en el exterior; avanzar en políticas públicas para la atención a situaciones de vulnerabilidad, la eliminación de desigualdades, y las orientadas a la juventud y la niñez”.

Esa estrategia económico-social del modelo es bien conocida por todos los cubanos, que saben bien en qué acaba.

La alternativa va por otro sitio. Y es posible.

Habrá que restaurar el ejercicio jurídicamente protegido de los derechos de propiedad privada, sin límites, con el riesgo y la rentabilidad como elementos de decisión económica. Un sistema en que todos los cubanos tengan acceso a los medios de producción de la economía, sin límites, en función de sus proyectos, creatividad, capacidad de trabajo y generación de renta y riqueza. Al mismo tiempo, el estado debe ceder sus parcelas de poder económico a favor de la iniciativa privada y abordar un ambicioso proyecto de privatizaciones empresariales y de cierre de organismos ineficientes e improductivos para que la productividad de los factores sea el determinante de la actividad económica.

Será necesario recuperar el mercado como instrumento de asignación de recursos para que la oferta pueda distribuir con absoluta libertad sus producciones, apoyada en un sector intermediario independiente, tecnológicamente avanzado y de iniciativa privada. La planificación centralizada de la economía no cumple sus objetivos y fracasa de forma sistemática de año en año en sus previsiones y nivel de realizaciones, por lo que se debe dejar atrás. De igual modo, se deben liberalizar los cambios para que los capitales entren y salgan libremente del país, atrayendo la inversión extranjera sin obstáculos y facilitando las actividades comerciales con el exterior por parte de las empresas y agentes privados, sin intermediarios estatales.

Y en ese marco de transformaciones, las empresas privadas deben ocupar el papel que el modelo actualmente reserva para las empresas estatales socialistas. La empresa privada se podrá crear sin injerencias del gobierno, por medio de simples actos administrativos. Se fomentará la atracción de capital de la diáspora para que se formen empresas de cubanos de la Isla y del exterior que operen en condiciones competitivas dentro de la Isla y en los mercados internacionales.

Estas profundas reformas que afectarán al mundo laboral, al sistema financiero, a todos los sectores de la economía, tienen que ir dirigidas a preservar los servicios educativos y de salud que se proporcionan dentro de un marco de estado de bienestar moderno en el que la fórmula de consolidación de los servicios públicos pase por la colaboración público y privada en todos los ámbitos de la gestión del gobierno.

Una economía de hombres y mujeres libres, en la que el estado regule, no intervenga, en la que prime la libre elección, la acumulación de renta y riqueza, la capacidad para construir  patrimonios privados y colectivos, combinado con unos servicios públicos de calidad y gratuitos para los ciudadanos. En este diseño económico cabe incluso la protección a los vulnerables y las ayudas a aquellos colectivos que tengan dificultades de inserción.  La fórmula es posible, ha sido ensayada en numerosos países europeos, algunos con menos población que Cuba, y pasa por una reflexión de lo que aporta la ideología comunista a la economía y el reconocimiento de que no puede ir más allá.

Nadie debe pensar que estos cambios económicos puedan ir en contra de la cultura de la nación, sus esencias, raíces, historia, y demás elementos que conforman la nacionalidad cubana. Todo lo contrario. Hay suficientes referencias en Cuba anteriores a 1959 que el régimen comunista ha ocultado o distorsionado en su propio beneficio, que apuntan a un modelo de nación de valores diferentes, más abierto, plural, participativo, democrático, respetuoso con la libertad de las personas, dinámico desde el punto de vista económico e integrado en el mundo. Este modelo de libertades es fundamental, sobre todo para los jóvenes, porque acaba poniendo fin a la necesidad de abandonar el país, e incluso, con la consolidación de procesos, Cuba podría volver a ser una nación de acogida.

Mientras los comunistas anden preocupados por las “campañas de difamación mediática, la agresión del bloqueo, encontrar las contradicciones en nuestra sociedad, el combate en las redes sociales, la profundización de la figura del coordinador político en los barrios, el apoyo de la comunicación social a todos los procesos para defender las ideas y llegar al consenso” como dijo Díaz Canel estarán perdiendo un tiempo valioso para reconducir el proyecto de nación y la sociedad percibirá esa distancia con sus gobernantes que es el auténtico motor de los cambios sociales. La represión contundente a las protestas del 11J puede acabar teniendo efectos expansivos. Tiempo al tiempo.

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