Consolidación fiscal y lucha contra la inflación en Cuba: la política económica necesaria

Elías Amor Bravo economista 

¿Por qué el régimen comunista cubano no asume su responsabilidad fiscal? A pesar de que el déficit público probablemente ronde el 20% del PIB, el diseño presupuestario de 2022 apenas registra un pequeño descenso de los gastos estatales, provocado sobre todo por la insuficiencia de los ingresos, que en modo alguno se ajustarán al 4% de crecimiento del PIB establecido en el plan.

Los analistas consideran que la posición fiscal del régimen cubano, a la espera de los datos de liquidación presupuestaria de 2021, no es realista ni se adapta al nuevo escenario de la economía mundial. Desde hace décadas, el régimen comunista debería haber emprendido reformas profundas para aumentar el tamaño del sector privado en la economía, consolidar un sistema justo de respeto de derechos de propiedad y fomentar la libre elección de los ciudadanos y actores económicos. 

En vez de ello, el régimen ha seguido incrementando la participación del estado en los activos y el PIB de la economía, ha creado las mipymes pero dotándolas de un marco restrictivo de funcionamiento y la apuesta del gobierno por las empresas estatales como eje de la economía, solo ha servido para que alrededor de 500 no consigan superar graves situaciones de insolvencia, próximas a la quiebra.

En uno escenario como este, es normal que exista preocupación a nivel internacional por la capacidad del régimen para controlar el déficit público estimado a finales de 2021 en un 20% del PIB, posiblemente uno de los más elevados del mundo, y más de 2 puntos superior al de 2020, precisamente un año en que la pandemia de Covid-19 exigió al régimen, como a la mayoría de los países del mundo, a incrementar los programas de gasto, sobre todo sanitarios, para atender las demandas de la población. 

Al mismo tiempo, 2020 fue un año especialmente negativo para la economía, ya que el PIB se contrajo un 10,5%, lo que supuso menos ingresos tributarios al paralizarse durante meses la actividad económica. El problema es que 2021 no sirvió para cambiar ese escenario porque el régimen decidió embarcarse en un programa de nefastas consecuencias para la economía, la llamada Tarea ordenamiento, que ha generado más distorsiones en la gestión del presupuesto que el Covid-19. A estas alturas, los dirigentes cubanos no han estimado aún el resultado de la economía en 2021, pero algunos cálculos apuntan a que no se produjo el deseado efecto rebote, y que es muy probable que la economía se encuentre estancada o cerca de continuar en recesión.

Y en estas condiciones, la ministra de finanzas y precios asume un presupuesto para 2022 que si bien marcó de inicio un descenso de ingresos, gastos y déficit, como ya se ha señalado, los datos no apuntan a la necesaria reducción del saldo fiscal que debe contribuir a abrir más espacios a la actividad privada y contener la presión abrumadora e ineficiente del estado en la economía. Al no realizar este esfuerzo de consolidación fiscal, el régimen comunista cubano se separa del resto del mundo y se enroca en una compleja posición de la que va a tener muy difícil encontrar una salida. 

De hecho, a estas alturas de 2022 no hay un solo indicador de la economía cubana que apunte a una tendencia favorable (ni el turismo, ni el azúcar, ni la producción de alimentos, la construcción de viviendas, los ingresos por servicios) y en cambio, se acumulan sobre la mesa las complicaciones que apuntan a un escenario muy complejo de atender, como dijo en un reciente consejo de ministros, el del ramo, Gil.

Los dirigentes comunistas cubanos tienen que ser conscientes de que lograr más crecimiento económico y resolver las tensiones de la inflación, pasa por reducir el peso del estado en la actividad económica. Los tiempos de buscar una mayor y mejor racionalización del gasto público, desgraciadamente, quedaron atrás, y ya no es tiempo de ponerse a trabajar en reformas que dan resultados, pero más en el medio y largo plazo.  

La consolidación fiscal exige actuar de manera decidida en la atención a la disciplina presupuestaria, algo que en Cuba se ha olvidado desde mediados de la década pasada. En buena medida, el aumento espectacular de la inflación en 2021, un 77,3% tiene mucho que ver con la expansión descontrolada del gasto público que no podrá hacer frente al nuevo escenario de la economía mundial, dominado por una grave crisis energética mundial, una guerra en Ucrania con repercusiones muy negativas en la economía rusa, y unos costes financieros en aumento en todos los países que van a obligar a todo el mundo a racionalizar sus políticas de endeudamiento, si se pretende tener acceso a la financiación internacional.  

Además, en las actuales condiciones, el régimen oculta los datos relativos a las dimensiones de la deuda pública, de la que se sabe que mantiene un crecimiento continuo desde hace más de una década y que, previsiblemente, habrá superado el 100% del PIB que es la línea roja que muchos consideran que no se debe franquear para evitar el colapso económico. El caso de Cuba se ve agravado por el hecho de que el estado representa más del 70% de la actividad económica, por lo que el endeudamiento público acaba siendo un agujero negro que impide a la economía funcionar. 

El mismo recurso utilizado por el régimen para financiar los déficits anuales, la emisión de bonos soberanos colocados en la banca es un mecanismo que frena la canalización de recursos financieros a las actividades privadas e inmoviliza la financiación bancaria en actividades de escasa rentabilidad.  

Los dirigentes de la economía cubana deben saber que el nuevo escenario de la economía mundial exige al Banco central de Cuba un papel más activo en el control de la inflación que existe en la isla. Lo hacen en todos los países y por ello, Cuba no puede ser una excepción uniéndose al carro del control monetario. Por otra parte, el gobierno tiene que alinear su política fiscal en la misma dirección y sentido evitando la concentración del gasto público en todo tipo de medidas ideológicas como los subsidios a los precios de los productos, que son el origen de la permanente escasez e impiden a las empresas ajustar su producción a las demandas del mercado. 

Al mismo tiempo, reducir el gasto superfluo que financia las estructuras del estado vinculadas al partido y las organizaciones de masas, es absolutamente necesario. La reducción del gasto público en Cuba admite escenarios mucho más ambiciosos que los fijados en los presupuestos de 2022.

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