Mas siembra y mejor distribución exigen reformas estructurales en la agricultura cubana
Elías Amor Bravo economista
Bien. Los comunistas cubanos creen que han descubierto como sacar adelante la agricultura. Y las propuestas las ha realizado Valdés Mesa en sucesivas evaluaciones por las provincias del llamado programa de soberanía alimentaria y educación nutricional. Granma se hace eco de la “receta” del dirigente comunista: “más siembra y mejores procesos de distribución”.
Decir eso, y no decir nada es lo mismo. Es apostar por la economía de escala, y eso es algo que no vamos a negar en este blog. Solo se puede aumentar la oferta ampliando la superficie de cultivo, y Cuba cuenta con terrenos ociosos que se pueden poner en cultivo para conseguir más siembra, como dice Valdés Mesa.
Pero falta dar el paso necesario, que no suficiente, para lograr que se cultiven más tierras. Y ya se ha visto que la solución de los “arrendamientos a largo plazo” no es capaz se remontar las cifras. Y la propuesta de Valdés Mesa, consistente en un “crecimiento más dinámico de las minindustrias, y lograr que existan en todas las bases productivas” tampoco parece que pueda ser la solución para producir más.
Valdés Mesa pretende resolver un problema, la falta de producción de alimentos para toda la población, planteando soluciones que se encuentran dentro del problema a resolver. Por ello no es posible pensar que se vaya a tener éxito. Los “experimentos” castristas en la agricultura para no entrar en el asunto principal que se tiene que abordar, han sido todos un fracaso.
Por ello, hay que volver al punto de partida, que marca el declive secular de la producción agropecuaria, y que se encuentra, precisamente, en los primeros años del proceso revolucionario, cuando se confiscaron las tierras que pertenecían a campesinos privados, que fueron expulsados de sus granjas y explotaciones, sin compensaciones, pasando aquellas tierras altamente productivas, a manos de un estado comunista que las convirtió en eriales improductivos e ineficientes.
Y así, tras más de 60 años de infortunio para los productores agropecuarios y los cubanos e general, Valdés Mesa, que vivió aquellos procesos traumáticos en la agricultura cubana y que conoce perfectamente cómo era el sector antes y cómo cambió después de las medidas revolucionarias, debe saber que han llegado al límite y que toca hacer otras cosas.
La vía elegida por el dirigente comunista, y que Granma destaca en titulares, es la industrialización de la agricultura, apoyando las minindustrias, no solo con los “proyectos de colaboración extranjera, sino también en las potencialidades propias”. Un enunciado absolutamente vacío de contenido, y carente de credibilidad, porque para que las minindustrias funcionen necesitan materia prima, y eso es lo que se produce en el surco, que sigue siendo insuficiente para todos.
De modo que este planteamiento de “industrializar la agricultura” que se ha sacado de la manga el dirigente comunista, es otra broma macabra más de quienes saben lo que se tiene que hacer, pero no quieren. Se muestran incapaces por motivos ideológicos trasnochados, de reconocer que es necesario poner fin a un principio que impide a sector agropecuario crecer, y que no es otro que el modelo de propiedad de la tierra como medio de producción.
El retorno a un escenario en que la propiedad privada de la tierra pase a ocupar la centralidad de la distribución de este factor de producción, se podrá incrementar las cosechas, alimentar a la población, producir para la industria y exportar los excedentes. Esto ya lo hizo Cuba antes de 1959 y estamos seguros de que lo puede volver a lograr. La solución es clara. Pero producir más hay que dar carpetazo a los artículos 29 y 30 de la constitución, en cuanto a la regulación específica de la tierra como factor de producción.
Y si aumentar la oferta exige reformas estructurales de la tierra, otro tanto ocurre con la distribución comercial. La visión comunista es “revisar en los municipios la red de distribución con el propósito de ampliarla, de manera que los productores individuales, las bases productivas y las empresas puedan vender directamente, para quitar intermediarios, que inciden notablemente en la subida de los precios”.
Y esta propuesta, tan superficial, una vez más será un fracaso porque deja las cosas como están. La obsesión ideológica con el papel de los intermediarios es enfermiza. Y, sin embargo, si se quiere mejorar la comercialización no solo agropecuaria, sino de todos los bienes y servicios producidos en la economía, habrá que contar con otro enfoque de la distribución que no sea el modelo estatal monopolista de acopio, que ha sido un fracaso general. Incorporar al sector privado al negocio de intermediación comercial es esencial para que los mercados estén abastecidos y a buenos precios.
Pronto se verá que la reciente asignación de responsabilidades en materia de decisiones de precios a los jefes de las tiendas acabará creando más problemas que soluciones, Valdés Mesa, que vivió los tiempos anteriores a 1959 sabe que el mercado es una entidad espontánea, natural, que no requiere decisiones políticas o ideológicas para funcionar de forma eficiente.
Que si se quiere aumentar la distribución comercial en la Isla, hay que revitalizar el papel de la demanda y oferta, los canales de distribución, en funcionamiento de los precios y, al mismo tiempo, olvidarse del “ministerio de precios” y de conceptos anacrónicos como precios normados, centralizados, topados o intervenidos.
Valdés Mesa sabe que los gobiernos locales no son los que deben promover los cambios en la economía, sino las empresas, privadas y estatales, que con un marco alternativo al que existe en la actualidad, puedan funcionar con libertad, como antes de 1959.
Lo que tiene que asumir Valdés Mesa es duro, porque supone que toda su vida como actor político al servicio de un régimen, ha sido un fracaso, pero es la realidad. Y cierto, reconocer ese fracaso es difícil, pero ahí es donde se puede constatar la altura de miras de los dirigentes políticos. Los franquistas hicieron tal cosa y España evoluciono a un sistema político económico y social mucho mejor.
Aferrarse a viejas ideas que resultan impracticables porque son contrarias a la razón humana y que década tras década se han visto fracasar, es una actitud imprudente que no lleva a ningún sitio porque no se podrá superar la escasez general, atender la demanda social de productos agropecuarios, en tanto que seguir con los indicadores obsoletos de "30 libras per cápita" que, además, nunca se cumplen, es motivo de rechazo creciente y malestar para los cubanos. Realmente, no hay justificación para viejas posiciones que han quebrado.
La última broma de Valdés Mesa a un pueblo hambriento, confundido y cada vez más alejado de sus dirigentes, es proponer que se desarrollen en la agricultura, nada más y nada menos, que “métodos y prácticas agroecológicas que conlleven la obtención de mayores rendimientos”. Debería hablar con algunos productores españoles de esta modalidad para que pudiera llegar a la conclusión de que eso tampoco es la solución.
Propuestas similares de Valdés Mesa fueron los llamados “polos agrícolas” o la atención a los “productores de vanguardia, la calidad del proceso de contratación, la consolidación de los módulos pecuarios, y el fortalecimiento de los colectivos laborales bajo una nueva concepción que no puede desvirtuarse”. Más de lo mismo, dejar intacto el sistema que existe y que, evidentemente, no funciona.
¿Alguien ha oído alguna propuesta relacionada con reformas jurídicas estructurales de los derechos de propiedad de la tierra? ¿Alguien ha visto alguna propuesta relacionada con la autorización de los intermediarios en la distribución? Mucho me temo que no.
Las reformas de Valdés Mesa son más de lo mismo y por ello, seguirán los problemas de oferta y el malestar creciente del pueblo. La alternativa, reconocer el fracaso y dar un giro de 180º es difícil para Valdés Mesa y los suyos, aunque saben que es la solución.
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