En torno a la estrategia "abarcadora" de Díaz Canel para la economía
Elías Amor Bravo economista
La inflación está generando un “sálvese quien pueda” en Cuba que ha atraído la atención de la prensa estatal con un artículo en Granma titulado “¿Precios inflados o cuentas que no juegan con el bolsillo?” Los cubanos se han encontrado, de la noche a la mañana, ante un fenómeno poco conocido, que ya se había producido en épocas pretéritas, pero que ha vuelto con una intensidad desconocida; en solo dos años, el IPC ha aumentado un 95,8%, y se resiste a bajar.
Precios cada vez más altos, combinados con la permanente escasez y el racionamiento, hacen que la vida sea muy difícil para el cubano medio, que no tiene acceso a remesas o divisas, y tiene que afrontar la compra de lo que necesita con su salario o pensión en pesos cubanos devaluados. El arte de “resolver” se ha vuelto muy complejo en los tiempos que corren.
No es extraño que esta situación llame la atención de los dirigentes comunistas. Básicamente, porque no saben qué hacer, y, además, carecen de instrumentos para luchar contra los aumentos de precios. Ni la Estrategia económico-social, ni el PNDES 2030, hacen una sola referencia a la inflación. El Banco Central de Cuba ni se ha movido, mientras que la espiral de precios sigue en aumento, reduciendo el escaso poder adquisitivo de las familias, haciendo difícil acceder a productos y, servicios básicos. Y lo más grave es que aún no ha llegado lo peor.
La prensa estatal muestra su preocupación por el hecho de que “este asunto (la inflación) no se resuelva con topar precios, regular la adquisición de determinada mercancía en los establecimientos comerciales, u otros mecanismos similares” como había sido habitual en el pasado. Las recetas colectivistas tradicionales no dan resultado ahora porque la oferta es más escasa que nunca y los suministros se interrumpen o no llegan de forma continua a las tiendas, provocando las alzas de precios que se denuncian por todas partes.
Los comunistas quieren que los inspectores y otros agentes de la autoridad se empleen a fondo en estos casos, pero saben también que, si ello ocurre, entonces desaparece la poca mercancía que se encuentra por los compradores desesperados, lo que aumenta más aún el malestar existente, de modo que se acepta un mal (los precios en aumento) a costa de no crear otro peor (la ausencia de mercancía).
Detrás de este trasfondo, sucede que el cubano que tiene acceso a la MLC moneda libremente convertible entra en la red de tiendas creadas por el régimen que venden en esta moneda (en su día una operación temporal que ha venido a quedarse) y encuentra todo lo que necesita, pero pagando en MLC y a unos precios que, en muchos casos, multiplican por dos y por tres, los que puede encontrar en las tiendas estatales o los mercados informales.
La pregunta entonces es inmediata: ¿Por qué en estas tiendas hay de todo y en los comercios estatales no? Y aquí viene el régimen y el partido a explicar que el embargo, que el bloqueo, que las bóvedas de los bancos llenas de dólares, que … todo tipo de justificaciones para no aceptar que estas tiendas son un mecanismo extractivo de divisas para llenar las magras arcas del estado y van a seguir así.
“¿Qué hacer entonces?” se pregunta Granma, y en este punto se cita la necesidad de producir y ofertar más, y se añade que para lograr esto, se requiere “una estrategia mucho más abarcadora”.
Vayamos por partes. Porque a ver si esa estrategia tan “abarcadora” no va a terminar haciendo más daño que el que se pretende corregir. En este punto, parece evidente que hay preocupación en la cúpula dirigente del régimen comunista cubano por la inflación. Un fenómeno provocado por la muy deficiente aplicación de la Tarea Ordenamiento en 2021 que ahora amenaza con agravarse por la crisis provocada por la guerra de Rusia en Ucrania.
Y como no hay dos sin tres, a Díaz Canel le han puesto por escrito en un discurso ante el partido en La Habana, una receta para luchar contra la inflación que parece más un slogan de partido que una fórmula eficaz para frenar en seco el alza de precios. Dice el dirigente comunista que “la producción es la que nos puede equilibrar la oferta y la demanda, es la que nos puede sacar de la inflación y es la que nos puede sacar también de los altos precios”. No del todo. Díaz Canel está explicando la ley de oferta y demanda de los mercados competitivos que se niega a instaurar en la economía cubana.
Producir más, si la demanda no cambia, puede incidir en la estabilidad de los precios, e incluso un posible descenso. Pero no es la única solución. Incluso, cuando producir más en Cuba, sobre todo a corto plazo, resulta complicado, teniendo en cuenta las múltiples trabas, restricciones y frenos que provoca el “embargo interno” que el modelo económico ejerce sobre el pueblo.
Y, mucho menos, cuando, como dice Díaz Canel, se quiere aumentar la producción por los actores económicos, “pero regulados por el Estado; una planificación estratégica y financiera menos administrativa y burocrática y donde haya un necesario balance entre mecanismos político-ideológicos, económicos y administrativos, apostando por los encadenamientos productivos entre actores económicos y dejando atrás su uso como consigna”. Una receta envenenada la estrategia “abarcadora” que parece sacada de los aburridos e intrascendentes discursos de Fidel Castro de mediados de los años 60.
Otra idea fallida del discurso comunista. No se puede continuar “desarrollando las exportaciones, y en las exportaciones nuevos rubros exportables, y seguir recuperando los tradicionales” si antes no se satisfacen las necesidades de la población. De nada sirve contar con espléndidos “polos exportadores” creados por inspiración comunista, si los mercados de productos en pesos cubanos siguen vacíos. Para salir del hoyo, se tiene que articular el mercado interno con el externo, como hicieron en su día los comunistas chinos y vietnamitas.
Se puede estar de acuerdo en la urgencia en “resolver los problemas que se presentan en las empresas estatales con pérdidas” pero antes hay que reconocer el origen del problema (la Tarea Ordenamiento) y plantear un esquema realista para el funcionamiento de esas empresas que permita la traslación de los aumentos de costes a los precios, sin generar más tensiones inflacionistas. No es fácil, pero se tiene que intentar.
Las empresas estatales insolventes no pueden, a pesar de que lo quieran, ser eficientes, corregir las desviaciones de la dolarización parcial, concentrar el esfuerzo principal en el incremento de las ofertas de bienes y servicios a la población o lograr la reducción del déficit fiscal como quiere Díaz Canel. Eso no es lo que tienen que hacer.
En cuanto a las 63 medidas de estímulo a la producción y comercialización de alimentos y otras que buscan elevar la eficiencia de la empresa estatal hay que reconocer que han sido inútiles e ineficientes un año después de su implementación y tampoco han servido para corregir la inflación. Las primeras, no han atraído el interés de los productores agropecuarios, las segundas han servido para impulsar la creación de las mipymes, todo lo más. Hay que revisar en profundidad lo que se está haciendo.
Y luego está ese término que junto a “encadenamientos” ha pasado a formar parte del discurso de Díaz Canel. Me refiero a la “matriz de actores económicos”. No se podría haber elegido uno mejor para mostrar esa fragmentación política e ideológica con la que, los comunistas clásicos, tienden a visualizar los agentes que operan en una economía. Díaz Canel apuesta por esta “matriz” abarcadora donde coloca a cada elemento en su sitio (orden y disciplina, como decía Raúl Castro) para vigilar de cerca su actividad, controlar y dirigir sus procesos manteniendo bajo control a la matriz, y eso, por mucho que se esfuerce en decirlo una y otra vez, tiene muy poco que ver con lo que él denomina “la construcción socialista”.
La simple idea de una matriz de actores económicos pertenecientes al estado, a las empresas estatales, a los actores económicos cooperativos y del sector no estatal, impide ver la realidad del funcionamiento de una economía que es que todos los agentes son iguales y se encuentran estrechamente relacionados entre sí, pero no por decisiones políticas y burocráticas, sino por los procesos de generación de valor, beneficio y acumulación de capital, que son los que deben crear las redes que sostienen la acción económica en los países.
La agenda comunista para incrementar la oferta, “apostando por los encadenamientos productivos con los diferentes actores, corrigiendo las desviaciones en el pago de las utilidades del sistema empresarial, controlando el gasto público y reduciendo el déficit fiscal, promoviendo transformaciones en la empresa estatal socialista, el perfeccionamiento del comercio interior, el cumplimiento de la circulación mercantil minorista estatal en pesos cubanos, controlando el impacto de las medidas para la atención priorizada a las personas, los hogares y las comunidades en situación de vulnerabilidad, logrando la eficiencia del proceso inversionista y priorizando la producción nacional de alimentos, resulta tan “abarcadora” e impracticable que no lleva a ningún sitio. Sobre el papel puede servir, pero implementarla con el modelo económico que rige el país, es inviable. Y al final, seguirá el problema de la inflación sin ser resuelto. Aviso: lo peor no ha llegado aún.
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