El final de las ventas de garaje puede estar muy cerca

Elías Amor Bravo economista

Da igual a qué país del mundo vaya usted. Ricos, o pobres. Es igual, las denominadas “ventas de garaje” de Cuba son una experiencia única a nivel internacional, no por ello, menos criticable. Un reportaje en Granma presta atención a este fenómeno que ha llegado a las ciudades de la Isla en una versión más de ese “sálvese quien pueda” a que nos tiene acostumbrados el régimen comunista.

Pero ¿Qué son las ventas de garaje?

Pues tal y como se nombran, un método comercial (libre de impuestos) primitivo, que de hecho siempre ha estado ahí, que relaciona a oferentes que tienen algún producto que no precisan con compradores que buscan precisamente ese producto.

Las ventas de garaje, como modalidad de comercialización minorista eventual, fueron aprobadas por el Ministerio del Comercio Interior en el mes de julio de 2021, con la publicación de la Resolución 97 en la Gaceta Oficial de la República No. 66. Son esas experiencias eventuales que acaban quedándose. Sin embargo, algo ha ocurrido que puede indicar que lleguen a su final.

Las ventas de garaje fueron autorizadas en Cuba para comercializar artículos, que adquieren un valor especial en los tiempos de escasez que se viven en el país, en los que hace falta de todo. Muchos artículos de las ventas de garaje han desaparecido de la red minorista del comercio estatal, justo la que vende en pesos, lo que otorga algún valor a los que solo disponen de esta moneda. 

Los vendedores usan esta fórmula como complemento de sus ingresos principales, lo que supone alguna mejoría del nivel de vida de las familias en tiempos de abultada inflación, y por lo que se sabe, los precios son más competitivos que en otro tipo de formas comerciales.

Se podría pensar que las ventas de garaje son la experiencia cubana de las apps que comercializan esos productos que la gente ya no usa, y que tienen una gran aceptación social, incluso en los países más desarrollados. Sería un error establecer esa comparación. Nada que ver, ni con los productos, ni las condiciones de compra, ni la fórmula, ni los espacios, ni siquiera los precios o la fórmula de envío. La venta de garaje tiene un alcance familiar, casi de amigos, se realiza en garajes o locales similares, como los portales de las viviendas, y los precios son bajos. Si no fuera así esta fórmula no tendría sentido.

Al régimen comunista parecía gustarle esta opción, porque satisfacía a quienes venden y los que compran. No es muy habitual que los dirigentes cubanos se interesen por las demandas de la gente basadas en la libre elección. En Cuba, la canasta normada, la regulación e intervención de precios y cantidades, es el medio que garantiza el control político de la economía, y cualquier proceso de apertura y libertad económica suele ser contemplado con recelo.

Pero las ventas de garaje han sido un aspecto positivo para el bolsillo en tiempos de inflación descontrolada, con salarios y pensiones cayendo en picado en su capacidad de compra, y con el peso cada vez más incapaz de satisfacer las necesidades. Las ventas de garaje han abierto un mercado para la venta moneda nacional. Pero de la misma forma que se celebra el éxito de esta fórmula de garaje, el régimen ha empezado con las mismas de siempre.

La alarma puede haber saltado, porque algún dirigente comunista ha dicho que estas ventas de garaje “se aprovechan para encubrir negocios del mercado negro”. Añaden además, que aun cuando “esta modalidad llegó como una alternativa viable, que a lo largo de toda la Isla sigue ganando adeptos”, en algunos lugares se denuncian “tropiezos con la piedra de la indolencia y la sordidez de quienes se valen del cartel de «venta de garaje» para camuflar la reventa de artículos provenientes de las tiendas estatales o de productos importados a elevadísimos precios, a lo que añaden graves infracciones como la venta en aceras o la venta de medicamentos importados y productos regulados (aceite, cigarros, aseo). Mal asunto.

Hecha esta advertencia, parece evidente que la intranquilidad viene principalmente de las organizaciones comunistas locales, los llamados consejos de administración municipal, que al parecer se proponen regular esta actividad en una serie de elementos, como los días de apertura, por ejemplo. Lo que van a conseguir es acabar hundiéndola.

Dicen querer elegir los mejores días para la clase trabajadora que no puede, por ejemplo, incumplir sus tareas para salir a comprar artículos de segunda mano, necesarios, que escasean, pero esto se está haciendo de forma espontánea y natural, cualquier regulación acaba distorsionando el sistema.

La normativa antes citada de 2021, que regula las ventas de garaje lo hace de forma general, como toda disposición publicada en la gaceta oficial destinada a promover actividad económica. Pero cuando este ejercicio adquiere dimensión y escapa del control del régimen la percepción cambia de forma inmediata. Al parecer los redactores de aquella resolución no estudiaron bien la dinámica de las ventas de garaje con el tiempo, y apenas ha transcurrido un año, las experiencias prácticas empiezan a tener dificultades para su encuadre en la norma. Y claro, al régimen solo se le ocurre pensar en las ilegalidades.

Este círculo vicioso ha estado presente a lo largo de la historia de los últimos 63 años. El régimen comunista abre algún resquicio para la actividad económica privada, y en cuanto observa que ésta adquiere unas dimensiones crecientes, da marcha atrás. Me temo que se está a las puertas de este momento en que, de un golpe en la línea de flotación, los dirigentes comunistas van a dar el cerrojo a las ventas de garaje, o a cambiarlas de tal modo que acaben siendo poco interesantes para compradores y vendedores.

Por citar Granma, dicen que el régimen no sabe cuántos negocios de este tipo existen, pero si que están al día e informados de lo que denominan “proliferación de indisciplinas y violaciones a lo normado en gaceta, y lo acordado por las autoridades del territorio”. Las autoridades han empezado a actuar con apercibimientos o llamados de atención y contravenciones por las infracciones de la norma, que incluyen el cobro de “precios abusivos” (el eterno problema) y la reventa de bebidas alcohólicas y alimentos adquiridos en la red de tiendas u otras dependencias. De modo que las denuncias pueden presentarse a los poderes populares incluso hasta por las redes sociales. Y se puede denunciar de todo. La cacería se ha inaugurado.

¿Saben que puede ocurrir? Pues que muchos ciudadanos decidan poner punto y final a la venta de garaje pública, atemorizados por la presión comunista. ¿Para qué arriesgarse a una injusta sanción que puede poner en peligro, incluso, hasta la seguridad personal? Por otra parte, el cierre de garajes perjudicará a los clientes porque se reducirá la oferta que pueden comprar con pesos cubanos. La alternativa, como siempre, llegará porque entonces la gente decidirá abrir las puertas en la economía informal y realizar las transacciones sin ser vistos. De nuevo, el pacto de silencio que protege a unos y otros.

¿Es esto lo que quieren los comunistas? Puede ser. Dicen estar preocupados por la imagen urbana que generan las ventas de garaje o por el hecho, en mi opinión inaudito, de que algunas instituciones para suplir las ineficiencias en su propia gestión se dediquen a arrendar parte de sus locales para vender productos que nada tienen que ver con su función social. Esta es la dura realidad del sálvese quien pueda de la economía cubana en 2022. La solución, acabar con todo. “Limpiar malezas” dice una entrevistada que presuntamente apoya en Granma la decisión del régimen de entrar como elefante en cacharrería en un negocio que iba bien. Lástima. Ojalá no tenga que arrepentirse en unos meses.

 

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