Canción triste por la banca cubana

Elías Amor Bravo economista

Dice el órgano oficial del partido comunista en un artículo que “el país demanda un sistema bancario moderno y activo”. Y no podemos más que estar de acuerdo, sin que sirva de precedente. Pocos sectores hay para el desarrollo y la prosperidad de un país como la banca. Pues claro que sí. Sin embargo, por la misma, la banca en Cuba es inoperante y si no está a las alturas de lo que necesita la sociedad y sobre todo, los actores económicos, es porque el modelo económico y social impuesto por el régimen, lo impide.

La banca es un sector maltratado por su propietario, el estado, que es incapaz de orientar su funcionamiento hacia actividades rentables y eficientes, poniéndolo al servicio de toda la sociedad. Alternativamente, la jerarquía comunista que rige el país se sirve de la banca cubana. ¿Cómo si no se podrían colocar 120 mil millones de pesos que alcanza la deuda pública, el 120% del PIB, en bonos soberanos en la banca, con los que se obtiene la liquidez para financiar los dispendios del presupuesto?

Al comunismo, como ideología política que trata de dirigir, controlar e intervenir la economía, no le interesa que exista un sistema bancario independiente, eficaz, capaz de impulsar la actividad económica, sobre todo privada, atender correctamente a los clientes, en definitiva, una banca que opere en condiciones muy distintas a las que presenta actualmente en Cuba.

Buena prueba de esa manipulación y control de la banca por los dirigentes comunistas fue que, nada más llegar al poder, los primeros que sufrieron las confiscaciones y expropiaciones de sus empresas, fueron los bancos privados cubanos, que habían registrado durante los años 40 y 50 un proceso de modernización y desarrollo que los colocaba a la vanguardia de América Latina. 

Algunos economistas que conocieron bien aquella etapa están convencidos de que, de no haber ocurrido el trauma confiscatorio de la revolución, aquellos bancos cubanos y el sector financiero en su conjunto, habrían convertido a Cuba en una Suiza de América Latina. Bases tenía para ello.

Pero 63 años después, la banca propiedad del estado, y que se rige por las decisiones ideológicas comunistas y el sometimiento absoluto al gobierno, ahí está, convertida en un sector improductivo, ineficiente, atrasado a nivel tecnológico e incapaz de dar respuesta a las necesidades de la sociedad. Por ejemplo, en materia de inversiones. Según datos de ONEI las inversiones a la banca, intermediación financiera, apenas alcanzaron el 1% del total de un conjunto de 19 actividades. Una participación insuficiente. Eso, no lo digo yo. Lo dice Granma.

De modo y manera que si se quiere que el sistema bancario cubano ocupe el papel que le corresponde en cualquier país del mundo y superar su actual estado de atraso y postración, lo recomendable es hacer justo lo contrario que dijo Marrero en una reunión de la que se hace eco Granma.

En esa reunión en la que Marrero y la señora Wilson, ministra-presidenta del Banco Central de Cuba, convocaron “a los trabajadores y directivos de las instituciones bancarias a trabajar con inteligencia colectiva para sortear los obstáculos, como demanda el papel estratégico que tienen en la sociedad” se dijeron muchas cosas. Pero, ninguna, consistente.

Por ejemplo, se reconocieron “los esfuerzos de la banca cubana, al mantener la vitalidad de los servicios en los tiempos más difíciles de enfrentamiento a la pandemia”. Vamos a ver. ¿Qué piensan Marrero y Wilson que se ha hecho en todos los países del mundo durante ese mismo período de tiempo? Desde luego, no se han cruzado de brazos. Pues mantener los servicios, e incluso avanzar hacia nuevas ofertas dirigidas a paliar las difíciles condiciones del momento. Nada nuevo bajo el sol. Los que se duermen en los laureles, incluso cuando se tiene el sueldo garantizado y el empleo, acaban pasándolo peor.

Después, Cabrisas dijo lo mismo de siempre. Que, como consecuencia de la “tensa situación económica y financiera internacional que para Cuba es mucho más compleja, ante la cruel política de bloqueo de Estados Unidos” los esfuerzos realizados por la banca fueron mucho más destacados. No se sabe bien qué influencia puede tener el supuesto bloqueo sobre actividades tan habituales y simples como abrir un depósito bancario, sacar dinero de un cajero, hacer una transferencia o cobrar un sueldo en cuenta, entre otras. 

No digamos si la banca empezara a ofrecer fórmulas de ahorro e inversión basadas en capitalización, que están prohibidas por el régimen comunista, como hipotecas, planes de pensiones o fondos de inversión. En realidad, no se sabe si lo que impide a la banca funcionar y desarrollarse es el bloqueo o el modelo económico impuesto en el país. No estuvo acertado Cabrisas en su intervención. 

Y podemos asegurar esto, porque después de él, el ministro Gil intervino para cambiar el eje del argumento y decir que “el país demanda un sistema bancario moderno y activo, que apoye al sector productivo y tenga la capacidad para oxigenar la economía”. Y si, hay que decir al ministro Gil que todo eso está muy bien, pero como quién manda en el país, el régimen comunista, no se haga caso a si mismo, en unos años estaremos diciendo más o menos lo mismo. ¿Qué se apuestan?

Un representante de la élite comunista partidista asistente al acto, definió al “sistema bancario como un sector profesional, revolucionario y comprometido, con una voluntad de transformación, que reconoce los problemas que persisten y se esfuerza en desempeñar un papel más activo de acuerdo con sus responsabilidades”. Lo de “revolucionario” les sobra. En realidad a los comunistas revolucionarios cubanos la banca les importa un bledo. Háganme caso, se que es una tarea aburrida, pero echen un vistazo a los documentos de política económica que tanto manosea el régimen, como la Estrategia y el PNDES 2030, y miren a ver si encuentran una sola referencia a la banca. Ya verán. Como si no existiera.

Es por eso que este tipo de reuniones del régimen y el partido con los sectores económicos acaban siendo papel mojado, porque no llevan a ningún sitio claro. La banca cubana, al igual que el resto de sectores productivos, necesita alcanzar un marco jurídico adecuado para el ejercicio de sus actividades, que no es otro que el privado. 

Si se pretende dar un servicio de calidad, diversificado, capaz de generar dinero vía coeficiente bancario y moderno, hay que superar la fase actual y avanzar hacia una profunda privatización de las entidades, dejando atrás el peso de la propiedad estatal, que debe quedar solo para establecer una regulación similar a la de otros países.  

Incluso, la entrada de la banca extranjera comercial podría suponer el aporte de know hoy y tecnología que necesita el país. Los cubanos se merecen una banca en la que confiar y no un agente intermedio al servicio de la seguridad del estado. El día que los cubanos no tengan que explicar el origen de los fondos que manejan, como ocurre en los estados democráticos de derecho en los que nadie es culpable mientras que no se demuestre lo contrario, hablaremos del futuro de la banca que Cuba necesita. Mientras tanto, nada hay qué hacer. Tan solo entonar la canción triste de la banca cubana.


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