Díaz Canel en Italia: una visita inoportuna

Elías Amor Bravo economista

La diplomacia castrista dirigida por Bruno Rodríguez ha organizado tremendo arroz con mango con el viaje de Díaz Canel a Italia, y luego a Serbia y a Francia. Todavía se escuchan los mensajes de Marrero junto a Putin, aireados durante la estancia en Moscú y San Petersburgo del primer ministro cubano, y ahora, el viaje a Italia de Díaz Canel, con parada en el Vaticano.  

La visita no puede ser más inoportuna y puede acabar en un descalabro total. Tan solo se espera que algún periodista italiano pregunte a Díaz Canel de quién se siente más cerca, de los valores democráticos occidentales o de la guerra sanguinaria de su aliado Putin. Sería un buen momento para ver qué dice el dirigente castrista. Desde luego, no lo va a tener fácil. Una pregunta como esa puede acabar destrozando la visita organizada por Rodríguez.

¿Qué espectáculo es éste? ¿Qué nos espera de esta ópera bufa en la que los nietos de Fidel Castro han convertido al “paraíso” de los pobres y deprimidos del mundo? Pues eso. Nada. No hay motivo alguno que justifique la visita de Díaz Canel a Italia, por mucho que la prensa estatal comunista cubana se desviva en la cobertura informativa. Es una visita difícil, problemática y que se produce en un momento especialmente grave. Basta con ver la cara de Raúl Castro en la despedida a Díaz Canel en el aeropuerto.

Ni siquiera el volumen de negocio entre Italia y Cuba, o los acuerdos de cooperación que se puedan generar para compensar las deudas, justifican el tratamiento a un dirigente político que mantiene a más de 1.000 presos políticos en las cárceles y lleva a la economía de su país al desastre por la obsesión comunista. Italia debe mostrarse como lo que es: una nación democrática y libre que rechaza a los regímenes políticos contrarios a sus principios. Los periodistas italianos tienen una oportunidad de oro para preguntar.

La parada en Italia obedece, al parecer, a que en 2020 fue solicitada la presencia de los colaboradores de la Henry Reeve para que ofrecieran sus servicios, por supuesto previo pago y bien generoso, en las regiones de Lombardía y Piamonte, ambas regiones gobernadas por la Lega Nord, un partido que está en las antípodas de la ideología que sustenta al régimen de La Habana. Superados los obstáculos iniciales derivados de la intensidad de la pandemia en estas zonas del país, la colaboración médica tuvo lugar. Y parece que no hubo problema alguno. Hay que ver qué cosas: los servicios médicos castristas se venden al mejor postor.

Y ahora, al parecer, Díaz Canel pretende que continúen los nexos bilaterales de este negocio de estado, basándose en un supuesto interés mutuo; de hecho, la prensa cubana informa que en la 76 Asamblea Mundial de la Salud, los ministros de Salud de la República Italiana y de Cuba, Orazio Schillaci y José Angel Portal, respectivamente, firmaron un memorando de entendimiento sobre la colaboración en ámbitos de la salud y las ciencias médicas, para fortalecer las relaciones entre las dos instituciones.

Los italianos han mostrado su interés en la experiencia de los profesionales cubanos en materia de salud e investigación científica y biofarmacéutica, entendiendo como áreas claves para el fomento de la cooperación bilateral (llámenle negocio, que es lo que es), la respuesta ante las emergencias de salud; el enfrentamiento a enfermedades transmisibles y no transmisibles; así como la investigación farmacéutica y biotecnológica.

Díaz Canel viene con su catálogo de productos y servicios, a ver si este memorando le proporciona ingresos por la venta de servicios que ajusten la deficitaria balanza comercial, y es probable que lo consiga. En todo caso, es asombroso que, Italia, una nación europea democrática, de alto nivel de desarrollo económico y social, dirigida por un presidente de la democracia cristiana, Mattarella, al que Díaz Canel va a visitar, y una primera ministra de derechas, la señora Meloni, que no aparece en la agenda diseñada por Bruno Rodríguez (lo cual es un error diplomático en Italia) se avenga a negociar “servicios médicos y sanitarios” con el régimen comunista cubano, conociendo cómo se procesan estas “brigadas” en las que se violan numerosos derechos humanos y laborales.

Si realmente Italia está interesada en contratar los servicios de médicos cubanos, porque se valora su profesionalidad y capacidad, como nación libre, debería atenerse a las normas europeas de contratación de personal laboral y dejarse de operaciones de compraventa con un estado, y de "brigadas comunistas" que solo hacen el juego político a La Habana. Hay razones más que suficientes para pensar que el negocio de la Henry Reeve es contrario a lo dispuesto en el modelo europeo de política laboral y por tanto, denunciable en los tribunales. Además, se pretende dar más contenido a la colaboración cultural entre los dos países y la cooperación italiana en sectores como la seguridad alimentaria y la recuperación del patrimonio arquitectónico, así como en esferas de interés mutuo, como la económico-comercial, la cultural y la de salud. A ver si se concreta en algo.

El otro plato fuerte de la visita a Roma es la reunión de Díaz Canel con el Papa Francisco, que acaba de superar una dolencia por la que tuvo que ser sometido a cirugía. La prensa cubana destaca que esta es la tercera visita a la Santa Sede de un presidente cubano: Fidel Castro vino en noviembre de 1996 a ver al Papa San Juan Pablo II, y en mayo de 2015 Raúl Castro sostuvo un encuentro con el Papa Francisco. Parece mentira, después de todas las atrocidades y calamidades cometidas por el mismo régimen de los hermanos Castro contra la Iglesia católica cubana con las expulsiones de sacerdotes y monjas, y el cierre de templos de culto y la declaración de ateísmo de la revolución. Cierto que todo aquello ocurrió hace más de 60 años, pero nadie, absolutamente nadie, ha pedido perdón ni asumida responsabilidad alguna, y eso clama al cielo.

En concreto, será la cuarta vez que se vean Díaz Canel y el Papa Francisco. El primero de ellos fue en marzo de 2013, cuando el dirigente comunista, como delfín de Raúl Castro, asistió a su entronización como Papa; en septiembre de 2015, en ocasión de la visita apostólica de Francisco a Cuba, y en febrero de 2016, durante el encuentro entre el Sumo Pontífice y el Patriarca de Moscú y de toda Rusia, Kirill, en La Habana. Hay dudas de que este encuentro pueda servir de algo salvo para la pantalla de imagen gratuita que va a recibir el dirigente castrista del Papa.

Al margen de que Cuba sigue prohibiendo a la Iglesia católica realizar actividades educativas, culturales o sociales que presta en numerosos otros países, la prensa cubana se ha encargado de manipular el encuentro y felicitó “el liderazgo internacional del Papa Francisco en temas como el enfrentamiento a los problemas globales, y sus posiciones en lo relativo a la defensa de la paz internacional, el desarme nuclear, la justicia, la solidaridad, la protección del medioambiente y la lucha contra la exclusión social, la desigualdad y la pobreza”.

Al mismo tiempo, agradeció “la histórica posición de rechazo que ha manifestado el Vaticano en la ONU, respecto a la Resolución cubana contra el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos. Son múltiples las ocasiones en las cuales representantes de la Santa Sede han denunciado públicamente esta injusta política, rechazando las sanciones unilaterales que ello implica contra nuestro país”.

Para concluir en el comunicado, a la espera de que trascienda lo que van a tratar en la reunión de carácter reservado, que “los actuales nexos que distinguen los vínculos entre Cuba y la Santa Sede se han ido forjando sobre las bases del respeto, el reconocimiento mutuo, así como la diplomacia ética y responsable. Es propósito de ambos estados que así continúe siendo”. Inmediatamente surge una cuestión ¿Hablarán de los miles de presos políticos y de las libertades públicas de los cubanos?

La agenda de Díaz Canel, antes de viajar a Serbia que es otra incógnita a despejar, incluye una visita al presidente de Italia, Sergio Mattarella, y otra de cortesía al director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el chino QU Dongyu, un antiguo aliado del régimen de los Castro que se impuso al español Moratinos en la competición por el puesto en este organismo.

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