La profesora Díaz y su decálogo para las empresas cubanas

Elías Amor Bravo economista 

La empresa estatal ha vuelto a ser objetivo de la mirada de una reciente edición del programa Mesa redonda de la televisión castrista. 

La primera en intervenir fue la viceministra Odriozola que ofreció una miríada de datos estadísticos para ilustrar sus palabras dirigidas a justificar el papel central de la empresa estatal en el sistema económico cubano.

Pero, con todo el respeto que merece esta autoridad, llamó mucho más la atención lo que dijo la siguiente en intervenir, la profesora y académica Ileana Díaz, que expuso una serie de cuestiones que merecen ser tenidas en cuenta, por cuanto representan de formulación alternativa al paradigma dominante del régimen comunista cubano. Una especie de decálogo de la empresa, crítico con la política del gobierno, cuya concreción ha sido aplastante. A ello se dedica esta entrada del blog.

En primer lugar, afirmó la necesidad de que “la empresa incremente y tenga mejores resultados, mayor exportación, menores importaciones”. Nada que objetar a este principio. La cuestión es que la señora Díaz resaltó que “el mecanismo que existe en el país, que es un mecanismo administrativo, es que cuando hay un problema hay que tocarlo con la mano. Esto supone que cuando se resuelve uno por aquí y sale otro por acá; y esa ha sido la manera en de dirigir durante muchísimos años. Ello ha provocado distorsiones en la microeconómica, cuando se han tomado decisiones que buscan el beneficio para la sociedad”. Buen comienzo, ¿no les parece?

En segundo lugar, fue directa al grano, al señalar que “cuando se afirma que se tiene que cambiar el entorno, de lo que se trata es de cambiar el entorno microeconómico en que funciona la empresa. El país ha estado, generalmente, siempre muy atento a los elementos macroeconómicos. Sin embargo, ha estado menos a los elementos de cómo funciona esa microeconomía”. Toda la razón.

En tercer lugar, dijo algo que es cierto, “la microeconomía ha estado de algún modo distorsionada” y en concreto, citó el caso de los precios, que deben cumplir la función de medición y de dar señales, lo que le permitió descalificar los controles y topes de precios. Un control que va más allá de la formación de precios e, incide en las variables macro, como tasa de cambio, del precio de la de la divisa, tasa de interés, los salarios. Las decisiones administrativas de precios “interrumpen el proceso lógico y normal que debe mantenerse y debe ser un círculo virtuoso para la empresa”. Totalmente cierto.

En cuarto lugar, dijo que “el empresario tiene que ser empresario, como su nombre lo indica, lo que implica que tiene que tomar decisiones”. Una de ellas, fundamental, es el acceso a los recursos, que en Cuba se realiza de “forma administrativa”; y que debe pasar al mercado y los precios. El empresario tiene que acceder al mercado y el mercado dar señales, de modo que quien es más eficiente como empresa, tendrá mejores condiciones en ese acceso. Nada que objetar.

En quinto lugar, el empresario tiene que tomar decisiones sobre sus trabajadores. Por ejemplo, el salario, o si le sobra personal. Y hay que tener en cuenta que puede aumentar los precios, la inflación. Pero este tipo de decisiones debe permitir trabajar en un ambiente microeconómico virtuoso, en el que el precio no puede subir de forma continua. Para eso sirve el mercado.

Además, hay que proteger al personal de la empresa, pero lo fundamental es crear riqueza y mejorar la rentabilidad y ello, “porque en la medida en que usted cree riqueza no solo satisface las necesidades de la población sino también las del estado, pues va a pagar más impuestos y tendrá mayores aportes al presupuesto del estado”.

En sexto lugar, la señora Díaz está en contra de la práctica del homologuismo en las empresas cubanas, porque ninguna es igual a las otras, aun cuando produzcan lo mismo. Tal vez el término homologuismo no sea el más adecuado, pero se entiende. Tratar a todo el mundo igual es un falso igualitarismo que va en contra de las posibilidades de desarrollo de las empresas. Y por ello, afirma que no son iguales “ni sus trabajadores son los mismos, ni sus directivos, ni su historia, ni la manera en que se desarrolla, ni los territorios son iguales. No puede hacer elementos que sean iguales para todo el mundo y ahí viene entonces la necesidad de clasificar las empresas”.

En séptimo lugar, y conectado con lo anterior, viene la necesidad de dotar a las empresas de autonomía por medio de la Ley de Empresas, porque “si eso no lo hacemos, es sal y agua”. Al respecto, la señora Díaz dijo que “la constitución de la República dice que la empresa estatal es autónoma y en la realidad no lo es completamente, pues muchas veces tiene que estar esperando un sinnúmero de autorizaciones. La idea es que la empresa opere en un ambiente donde pueda ejercer y tomar decisiones empresarialmente y entonces, de ese modo, pueda lograr un aporte mayor al país”. La concesión de autonomía debe ser un proceso gradual. No se puede quitar un mecanismo de ahora para luego en la economía, porque va al fracaso.

En octavo lugar, explicó la intencionalidad de clasificar las empresas, con el argumento de que “hay un grupo que tiene, o pudiese llegar a tener mejores posibilidades de transitar hacia un ambiente de competencia de mayor autonomía, de buscar los mercados, de dirección mandar dentro de la empresa y de exigencia de resultados”. La clasificación de las empresas anunciada en la próxima Ley es una actividad burocrática que tiene poco sentido porque estabiliza a las empresas en segmentos que después no podrán ser modificados. Y ello, obviamente, atenta a los principios de transformación y desarrollo de las empresas. Fue este quizás uno de los puntos más oscuros de la presentación.

En noveno lugar, y con respecto de la clasificación de las empresas, dijo que los trabajos en curso han conducido a “una primera propuesta con más de 1.000 empresas indiferenciadas, de todo tipo. Una segunda clasificación de los monopolios, como los monopolios naturales, la electricidad, el agua, etcétera que son unas 200 empresas en total. La tercera, sería un tipo de empresa subsidiada, muy vinculada por ejemplo a los bienes que forman la canasta básica, y que lógicamente tienen un respaldo del presupuesto estatal”. Mantener en el tiempo esta estructura de empresas es una decisión suicida, si se llega a adoptar.

En décimo lugar, criticó lo que denomina mercado de divisas dual que actúa como un freno al funcionamiento de las empresas, y que debe avanzar hacia un mercado de divisa funcional, que ha de permitir un “tránsito de lo que tenemos hoy a buscar que la empresa realmente tenga la autonomía y pueda operar”. En su criterio, esto “lleva un modo de hacer desde un mecanismo que se denomina precios duales, donde la misma empresa tendrá que operar de algún modo, al mismo tiempo, con las mismas condiciones que tiene hoy, porque debe satisfacer determinados elementos, productos, bienes… Mientras, por otro lado, todo lo que haga de un punto en adelante es suyo, pero va a regir en estas condiciones”.

Al respecto, señaló que “es inminente cambiar las reglas del juego que existen en la actualidad”. Una afirmación que puso en relación con el programa de estabilización macroeconómica en curso, que no tendrá éxito “si no hacemos un programa de transformación estructural de la economía y de la empresa estatal”. En concreto, afirmó que “hay que lograr que ese entorno microeconómico realmente se convierta en un entorno virtuoso para la empresa, donde esta pueda realmente tomar sus decisiones y pueda ejercer como una empresa y el director como un director de empresas o empresario”.

Es bueno que estas ideas anden dando vueltas en el panorama sombrío de la economía estatal comunista cubana. Es una magnífica noticia que exista un pensamiento alternativo que se dirija a dar consistencia y apoyo técnico a los proyectos económicos que emergen en el paisaje gris del castrismo tardío. Este decálogo es un buen ejemplo.

 

 

Comentarios

  1. La clasificación no se establecerá en la Ley, por tanto no es inamovible. Y además su sentido no es de encasillar, sino de diferenciar las reglas de juego. No deben ser iguales las de monopolios respecto a las mercantiles

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  2. Sin lugar a dudas debe haber sido como un cubo de agua fría para los ideólogos de los cambios económicos en la isla. Lo expuesto por ella con ideas lógicas y con solido argumento seria algo asi como un giro de 180 grados y estoy seguro choca con la visión viciada de quieres dirigen y proyectan los cambios. Al menos fue dicho. La duda esta en si son tomadas en cuentas estas ideas. Gracias por traer el tema

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