Raúl Castro: 92 años, nada que celebrar

Elías Amor Bravo economista

Felicitar a Raúl Castro en su 82 cumpleaños es lo mismo que haberlo hecho con su hermano, a los 90. Es lo que ocurre cuando un oligarca totalitario vive tantos años y experimenta tantas cosas, que al final todo queda diluido por la caída de las hojas del calendario Y peor es comprobar que los sueños no se hacen realidad sino  todo lo contrario, la pesadilla eterna en que vive el pueblo cubano es el lado oscuro, el yang de los hermanos Castro. Al final de sus vidas, lo que dejan es mucho peor de lo que encontraron.

Claro, siempre habrá un propagandista del régimen dispuesto a decir lo contrario, pero si nos atenemos a hechos reales, aquella Cuba de hace 92 años era mucho mejor que el destrozo sin futuro que se vive actualmente, que Raúl Castro debe contemplar con pavor todos los días al ver que Dios le deja vivir uno más.

Todos, o la mayoría de sus compañeros de aquella época ya marcharon hace tiempo. La sensación de soledad debe ser agobiante, pero lo peor será comprobar que se ha desperdiciado una larga vida esperando la llegada de un "hombre nuevo" que no ha venido ni vendrá, y que Cuba en vez de prosperar y mejorar la calidad de vida de todos los cubanos, cada vez está peor, no sale del círculo vicioso en que se encuentra y los herederos autocráticos del poder son peores en todos los aspectos.  

No tiene mucho sentido comparar la situación económica y social de Cuba en 2023 con la existente en 1933. Aquel fue un año intenso, revolucionario, de grandes cambios políticos y sociales que marcaron el devenir posterior de la patria, pero Cuba objetivamente, se iba confirmando como uno de los países con más futuro de América Latina y del mundo. La economía de entreguerras permitió a la república sentar las bases de su desarrollo y prosperidad, para ya en los años 40 y 50 realizar el cambio estructural. 

Se podría decir que en 1933 la economía cubana se encontraba atravesando su propio “milagro económico”, ese término que los economistas utilizan para describir la superación del atraso y subdesarrollo por un país, para situarse en una  posición de riqueza y prosperidad creciente. Milagros económicos, como el de Japón o España y después el de los “dragones asiáticos”, que se experimentaron durante el siglo XX ya lo había vivido Cuba en los años que el niño Raúl Castro inició su andadura en la vida.

Y justo cuando la nación se encontraba dispuesta a dar el salto adelante definitivo, con un nivel de renta per cápita similar al de países europeos e indicadores económicos y sociales de los más elevados del continente, Raúl Castro con su hermano y un grupo de fieles revolucionarios se adueñaron del poder político del país, e iniciaron su andadura con tan solo 26 años, sin experiencia laboral, porque no habían trabajado nunca en su vida, pero con una extensa hoja de vida como "guerrillero", alborotador, revoltoso, en definitiva, el modelo del hombre nuevo que defendía uno de sus colegas en aquel momento, Che Guevara, que murió hace la friolera de 56 años.  

Así, de ese modo, se pusieron a implantar una obra que para unos significaba motivar a aquellos que aspiraban a cambiar el mundo, pero que en realidad supuso, miles de fusilados, robo y confiscación de patrimonios privados, persecución a los que pensaban de forma diferente y una diáspora de más de 2 millones de nacionales en el extranjero. Raúl Castro y sus colegas tienen el récord mundial de haber creado un país que tiene el mayor porcentaje de sus nacionales en el exterior, el 20% del total. Busquen y verán que nadie alcanza esas cifras. Y lo que es peor, 64 años después de hacerse con el control político del país, para muchos cubanos la principal aspiración es huir del país y dejar atrás la vida miserable que les ofrece el régimen político ideado por los Castro.

Hay quienes afirman que Raúl Castro tuvo que hacerse cargo de una herencia nefasta de su hermano y que su espíritu transformador de la economía tropezó con las resistencias internas de los poderes que sostienen el régimen creado por la llamada revolución. No es cierto. Hizo lo que le dio la gana y aprobó medidas que efectivamente fueron innovadoras con respecto a la situación que había creado su hermano, pero no respondieron a las necesidades de la economía y del país, y por ello fracasaron. Su último legado, acompañado de su sucesor Díaz Canel que heredó una situación mucho peor que Raúl Castro, fue la tarea ordenamiento, una política económica errónea, injusta y mal implantada, que ha trastocado a la economía cubana en los últimos años.

Díaz Canel ha destacado el desarrollo de la economía nacional, la lucha por la paz y la firmeza ideológica como los grandes atributos de la herencia de Raúl Castro para la revolución cubana, y al decir este tipo de cosas, no logra más que distanciarse de lo que piensa la mayoría de los cubanos, alarmados por la situación de la escasez de alimentos y altos precios, la falta de suministro eléctrico y de combustible, el deterioro de los servicios públicos, de la vivienda familiar, incluso de los programas sociales.  Ni una sola de las medidas económicas de Raúl Castro han dado resultados positivos y no se han completado por la inercia de sus sucesores que apostaron por una constitución comunista que apuesta por un modelo que impide a la nación prosperar.

Así que hay poco que celebrar o nada. Tan solo a nivel privado, la satisfacción de haber vivido, y en condiciones razonables, 92 años es lo único meritorio. De aquella época, por desgracia, nos quedan muy pocos referentes que puedan dar testimonio personal de lo vivido. Generaciones de cubanos que ambicionaron con un país diferente y que vieron con tristeza que la nación soñada y los principios que inspiraron la transformación radical de 1959 no servían de nada, más bien todo lo contrario, impedir que la nación progresara y diera el salto definitivo al desarrollo que tenía a las puertas en aquel momento. Ni siquiera para aprovechar un momento histórico como el que surgió con la normalización de las relaciones con Estados Unidos que el régimen comunista cubano destruyó con sus barrabasadas de siempre.  

92 años de Raúl Castro. Poco que celebrar.

 

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