En busca del turista perdido

Elías Amor Bravo economista

Nadie entiende cómo es posible que todavía, algunos dirigentes del ministerio de turismo de Cuba, a estas alturas de la historia, sigan creyendo que la recuperación del sector en la Isla pasa “por sus esfuerzos”. Se trata de una forma, como otra cualquiera, de negar la realidad y de imponer la ideología política a la racionalidad y la eficiencia económica. El turismo solo saldrá del agujero en que se encuentra si un sector privado sólido y potente dirige el sector a nivel nacional. 

El ministerio está para otras cosas. Si esto no se entiende, y no parece que los argumentos convenzan, la necesaria recuperación del turismo no se producirá a corto ni a medio plazo, por mucho que los dirigentes comunistas se crean lo que dicen “expertos”, en concreto, 70 periodistas de 10 países, especializados en turismo y que pasaron en La Habana una semana, vaya qué cosas, "conmilitones a gastos pagados del gobierno". La cuestión es qué van a decir estos invitados de lujo, agasajados por aquel que desea escuchar su opinión. La valoración deja mucho que desear. Tal vez habría que preguntar a los turistas que vienen a la Isla, y no vuelven. Esa información es, sin duda alguna, mucho más adecuada para tomar decisiones.

El dato es elocuente. En lo que llevamos de 2023, el turismo cubano sigue situado un 40% por debajo del nivel alcanzado en 2019, último año normal antes de la pandemia del COVID-19. Otros destinos del Caribe ya han superado ampliamente los registros de aquel año, pero el turismo que llega a Cuba se retarda y no despunta. Algo hay que impide al sector prosperar. La garra del estado comunista tiene mucho que ver. Pero también se debe prestar atención a otras cuestiones por resolver.  

Por ejemplo, el plan del régimen para el turismo, que ha sido informado hasta la saciedad, tiene la esperanza de cerrar este año con 3,5 millones de visitantes extranjeros, que podría acercar la cifra al nivel de 2019 pero sin llegar a alcanzarlas. En realidad, nadie cree a estas alturas de año que ese plan se vaya a cumplir, por lo que todos los establecimientos que dependen de esa programación están plegando velas, para luego no tener mayores quebrantos.

¿Y qué decir de la política de promoción turística estatal? A nadie se le engaña que seguir recalando en el balneario de Varadero, como principal polo de vacaciones de la isla, y en La Habana, para concentrar la demanda turística internacional que llega a la Isla. es apostar por un modelo que ya estaba funcionando en la década de los años 50 del siglo pasado. Cierto que se interrumpió entre 1959 y 1990, cuando se volvió a abrir el turismo internacional, pero ya cansa tanta repetición de destinos y polos turísticos. ¿No habría que empezar a pensar en otro tipo de cosas? 

¿Y qué de la construcción hotelera por el estado comunista? Según datos oficiales, Cuba ya cuenta con más de 300 hoteles, unas 70 mil habitaciones, sobre todo de cuatro y cinco estrellas, distribuidos por todo el archipiélago. Pero los dirigentes piensan que esta oferta es insuficiente para apreciar un verdadero impacto de la entrada de viajeros, y por ello, el estado sigue construyendo hoteles para luego cederlos en explotación a empresas turísticas extranjeras. Como todo el dinero viene del mismo sitio, lo que se invierte en turismo se tiene que detraer de otras necesidades sociales y de infraestructuras, y luego, los hoteles no aumentan de un grado de ocupación del 16%. El desastre es total y absoluto.

¿Y qué decir de la reacción del estado comunista a los retos tecnológicos? Esto es mejor aún. Los dirigentes han descubierto que “hay que potenciar las tecnologías de la información y su relación con el turismo”. Esta conclusión se alcanzó durante el XVI seminario internacional de periodismo y turismo, los "expertos" del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, de La Habana. Allí se plantearon algunas “recetas turísticas” que deberían dar resultado en un período relativamente breve.

La tesis suscrita es que se tienen que extender las redes de comunicación electrónica a todos los hoteles de la nación y demás establecimientos que lo requieran. En el seminario se habló de "turismo 4.0" en la cuarta revolución industrial y la digitalización. Un tema académico, sin duda interesante para aquellos países que hayan experimentado las etapas previas del turismo 1.0, 2.0 y 3.0, que en Cuba ni se han transitado ni se esperan. 

De modo que querer saltar esas fases e ir directamente al turismo 4.0, donde se supone que existe “un viajero digital que emplea estas herramientas antes, durante y después de sus vacaciones (…) que está siempre conectado, informado y requiere servicios rápidos, junto a un trato personalizado”, es un despropósito absoluto que puede acabar dando un resultado mucho peor del actual. Las prisas son malas consejeras. Cuando el estado dirige y controla un sector económico, en este caso el turismo, pasan estas cosas que nadie puede entender.

Es lo mismo que elucubrar sobre el futuro del destino del turismo del Caribe, como producto turístico global y que debe prepararse para una nueva época para este segmento. Cierto que el Caribe lleva funcionando y con éxito desde los años 50 del siglo pasado, y que su prestigio se ha ganado por mérito propio, pero si se quiere realizar un diagnóstico realista hay que olvidarse del Caribe como un espacio homogéneo y constatar que hay muchos Caribes y que en esa variedad es donde se encuentra el éxito del destino que no tienen otras áreas del mundo. El problema, en concreto, es cómo situar a Cuba en el exitoso turismo del Caribe y la conclusión es que no es fácil.

Por ejemplo, el sector inmobiliario, que en Cuba está ausente, ha sido uno de los puntos fuertes del destino Caribe que atrapa a turistas fieles, residentes estables, que generan una demanda efectiva muy sólida. De hecho, el sol y playa como elemento básico de la oferta se encuentra más que superado y ningún país de la zona apuesta solamente por esa combinación. Los que entran tarde, como ocurre a Cuba, debería pensar en otras propuestas más sostenibles y duraderas. Pero es lo que ocurre cuando el estado dirige y controla un sector, que su prioridad no es la rentabilidad y la continuidad de los negocios, sino llenar las arcas con divisas para luego destinarlas a sus actividades improductivas e ineficientes. Y ese círculo vicioso se tiene que romper para que el turismo signifique algo real para Cuba,

Los dirigentes estatales de la política turística siempre tienen la posibilidad de eludir sus responsabilidades, que son muchas y utilizar el argumento fácil de que los problemas del sector en la Isla se deben a las eternas dificultades, la inflación, las situaciones del comercio internacional y por supuesto, cómo no, las presiones de los Estados Unidos contra Cuba, precisamente en materia económica, pero en realidad todo eso, en cierto modo, afecta a otros países que han tenido un gran éxito en la recuperación del sector turístico. Por cierto, en todos ellos el estado no tiene participación, ni dirige, ni controla el turismo. ¿Por qué será?

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