El desastre del sector ganadero en Cuba
Elías Amor Bravo economista
Muchos cubanos se preguntan por qué no hay carne en Cuba. En 1958 había en la Isla el mismo número de cabezas de ganado vacuno que habitantes. Las familias compraban en los mercados bien surtidos, y libremente, la cantidad que deseaban de cualquier producto pecuaria, con la única restricción de los precios. Llegó la revolución y una de las primeras medidas adoptadas acabó destruyendo la ganadería, con la confiscación y expropiación de las propiedades privadas que pasaron a ser de titularidad estatal. La pena por matar una res de titularidad estatal alcanzaba severos castigos.
A resultas, ya se sabe, en 2022, el número de cabezas de
ganado vacuno es apenas unos 3,7 millones (la población es de 11,4 millones) y
los cubanos tienen grandes dificultades para consumir cualquier tipo de carne.
En una economía de mercado libre no hacen falta de medidas de control de la
masa ganadera, ni absurdas políticas confiscatorias de los derechos de propiedad.
El ganado es de quién lo explota. La producción puede aumentar sin necesidad de
intervenciones estatales en la actividad de los ganaderos. De hecho, cuando tiene
lugar cualquier tipo de injerencia, la producción ganadera se ve obstruida y
acaba teniendo problemas. El estado rara vez se dedica a producir carne. Esta
es una actividad privada.
Granma ha anunciado de manera enfática “la creación de 175
centros de desarrollo de novillas como elemento fundamental para el incremento
en los indicadores productivos y el crecimiento de la masa, y la selección de
diez productores de avanzada en cada municipio para desarrollar y transmitir
las tecnologías de manejo y explotación, forman parte de las medidas para la
recuperación de la masa ganadera”. Medidas que están concebidas por el régimen
en su obsesión por dirigir y controlar al 100% la producción ganadera.
De hecho, anda circulando por la prensa oficial del régimen un
documento relativo al “anteproyecto de ley ganadera” que viene a confirmar la
voluntad comunista de impedir en Cuba un modelo de explotación ganadera similar
al que existe en otros países del mundo, en el que la libre elección de los
productores sirva para adoptar cualquier tipo de decisión. Los controles
iniciados por la revolución hace seis décadas se mantienen e incluso, van más
allá en este anteproyecto.
Precisamente, uno de los títulos de la norma regula el
concepto de “masa ganadera”, que se pretende mejorar con el aprovechamiento de
los recursos endógenos y de la infraestructura desarrollada bajo la dirección y
control absoluto del Ministerio de la Agricultura. Este departamento, al que la
norma otorga funciones de control y dirección, asume la política ganadera de
forma integral y cierra el paso a cualquier régimen jurídico de explotación
basado en los derechos de propiedad privada. Las granjas de los propietarios privados
son marginales en el conjunto de los actores y formas de producción que
autoriza la ley.
El Ministerio se ha estado entreteniendo en ejercer su
predominio en el sector promoviendo la selección de 433 escenarios de
intervención en el país para desarrollar las tecnologías que “garanticen una
ganadería de forma sostenible como guía del proceso recuperativo” sin que se
entienda muy bien qué es todo este galimatías; y qué curioso, de los escenarios
citados, 224 pertenecientes al Minag y 209 al Grupo Azucarero (AzCuba),
distribuidos en todas las provincias. Todos absolutamente, bajo control
estatal, para que nadie se llame a engaño.
Se informa también que se trabaja actualmente en la
selección de diez productores de avanzada en cada municipio para desarrollar y
transmitir las tecnologías de manejo y explotación. Ya veremos qué productores
son elegidos. Hay poco margen para el ganadero privado cubano.
Según el régimen, los principales problemas de la ganadería
se encuentran en “el cambio en la posesión del ganado, mal manejo de la masa,
inadecuadas condiciones de tenencia, pérdida de los sistemas de control de la
base productiva y falta de exigencia para cumplir las normas jurídicas por los
propietarios jurídicos y naturales, que demuestran fisuras que afectan el
control de la masa”. Ni una sola referencia al régimen de titularidad de los
derechos de propiedad. Esta es una cuestión que ni se aborda, tan solo se cita
de pasada en esas “condiciones de tenencia”, ya que la “posesión” no tiene que
ver con la propiedad.
Además, las medidas de control se intentan modernizar, y así
se anuncia “la informatización progresiva del control de la masa desde el productor
hasta la nación con la introducción de nuevas tecnologías para el control
básico, individual, sanitario y la trazabilidad del ganado mayor, priorizando
en la primera etapa los rebaños genéticos y raciales, al parecer esta actuación
se corresponde con una medida, la número 60, relativa a acelerar la
informatización de los procesos en el sector. Pero ¿dará de comer más carne a
los cubanos esta medida, o es solo una forma más de entretenerse de manera
improductiva?
El control, del que el anteproyecto de ley no escatima
recursos, se manifiesta en 728 Oficinas de Registro Pecuario en 162 municipios
de los 165 que tienen ganado mayor registrado. La coordinación centralizada, jerárquica
y burocrática de este aparato de control consume tanta energía y esfuerzos que
luego apenas queda tiempo para dedicarlo a producir más carne y más comida a
precios asequibles. Un buen ejemplo es que al régimen le importa más entregar 139
laptops a estos municipios, que producir más y mejor. Al final, acaba pagando
siempre el mismo y la masa ganadera nacional lejos de crecer y consolidarse, no
levanta cabeza.
En la búsqueda de algo qué hacer, el Ministerio informó como
novedoso el método de trabajo de colaboración con el Grupo de la Industria
Electrónica, la Informática, la Automatización y las Comunicaciones (Gelet) en
aspectos técnicos y organizativos para la identificación electrónica individual
del ganado, por lo que se pretende concluir 2023 con el censo ganadero
realizado al 100 % de los animales. Con todo eso, no habrá más carne y más
comida. Deberían saberlo. Más control imposible.
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