¿Pueden cambiar las empresas estatales las maneras de pensar y rediseñar los procesos productivos?

Elías Amor Bravo economista

Ante el próximo Congreso Internacional de Gestión Empresarial y Administración Pública que se va a celebrar en La Habana hasta el 8 de julio, la viceministra de economía, Johana Odriozola, ha realizado unas declaraciones a Granma que se han publicado con el título “Transformaciones en el sistema empresarial cubano: crecer más y con eficiencia”.

Al parecer, en este congreso se va a abordar la forma de “cambiar las maneras de pensar y rediseñar los procesos productivos para incorporar en el sistema empresarial cubano temas como la industria 4.0, la Inteligencia Artificial, Big Data, Internet de las Cosas y computación de la nube”. ¡Qué gran pérdida de tiempo!

Los comunistas cubanos están convencidos que en su modelo socialista es posible desarrollar un sistema empresarial dependiente del estado, de lo que ellos llaman empresa estatal socialista, a la que quieren potenciar y dar un papel más relevante dentro del sistema económico. Pero ¿es que acaso estas empresas socialistas no han sido protagonistas de la historia económica de Cuba desde 1959?

Tras el final de los procesos confiscatorios iniciados en 1959, con la llamada “ofensiva revolucionaria” de 1968, todo el capital productivo cubano pasó a manos del estado sin dejar espacio para la actividad económica privada. El estado se convirtió en el propietario de los medios de producción y de las empresas, de modo que su capacidad para influir en la economía y la sociedad se incrementó de forma notable. Las empresas eran todas estatales, no había espacio para la empresa privada. Y así funcionó la economía cubana hasta que hace unos años se aprobaron fórmulas como el trabajo por cuenta propia o las mipymes, que, sin embargo, tienen poco que ver con el concepto de empresa privada que conocemos.

La empresa privada se basa en tres elementos fundamentales: los derechos de propiedad, la autonomía y el móvil de beneficio. Ninguno de los tres se encuentran presentes en las empresas estatales socialistas cubanas, y por ello, los dirigentes no consiguen atraer inversiones para ellas, ni aprovechar el talento humano que tienen o dar dar la mayor flexibilidad posible, nunca la autonomía para el ejercicio de sus derechos. Y esta fórmula es la que quiere presentar y reivindicar la señora Odriozola en el congreso.   

Para lograr transformaciones del sistema empresarial, los comunistas han abierto la mano con respecto a la empresa estatal, por ejemplo, con medidas como “la eliminación de los límites de distribución de utilidades, la ampliación de su objeto social, un encadenamiento con el sector no estatal y la creación de micro, pequeña y medianas empresas de titularidad estatal”. Nada que ver con la puesta en marcha de un marco jurídico basado en derechos de propiedad privada, como referencia principal para el ejercicio de la actividad empresarial, ni mucho menos con la autonomía de decisión o la generación de beneficios. Esto elementos  darían al sistema empresarial un impulso, pero son despreciados por los dirigentes comunistas cubanos y no quieren ni escuchar nada de los mismos.

Al parecer, a los dirigentes del régimen les preocupa la inserción de los nuevos actores económicos dentro del sistema empresarial cubano, sobre todo, que el régimen no pierda capacidades de injerencia y control de la actividad de los privados, dentro de la filosofía marxista de intervencionismo económico. Al régimen le interesa que las empresas, estatales o privadas, sean serviles y estén sometidas a unos principios de jerarquía política que establezcan, bien claro, quién manda y quién obedece.

Es por ello, que al mismo tiempo que introducen los parches anteriores para abrir la mano a la empresa estatal, se ven en la necesidad de mantener bajo control a los nuevos actores económicos reconociendo que cualquier apertura de espacios para las empresas estatales tiene su traslación al sector privado. Ya lo vio en su momento López Calleja desde GAESA y por ello utilizó todo su poder para limitar y frenar el desarrollo del trabajo por cuenta propia en el turismo o la gastronomía. El problema de la empresa estatal socialista cubana es que es ineficiente por naturaleza propia, carece de motivación y estímulos, y es incapaz de hacer frente a la competencia privada, cuando esta recibe una simple autorización del estado para funcionar.

De ahí que los dirigentes castristas piensen que las transformaciones que se han ido implementando en los últimos años han beneficiado a los actores privados, y en cambio, no lo han hecho a las empresas estatales, y por eso, quieren recuperar espacio y tiempo perdidos. Otra cosa es que lo consigan. La intención del régimen, anunciada por la señora Odriozola, es que lo que queda de la Tarea Ordenamiento, las 63 medidas del sector agropecuario, los macro programas del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social 2030, la gestión de gobierno basada en ciencia e innovación y el desarrollo territorial, la Estrategia de Díaz Canel, todo se revise para ponerlo al servicio de las empresas estatales socialistas. entre otras.

La viceministra dijo que la aplicación de estas medidas ha tenido efectos inesperados e indeseables para el régimen, y citó como ejemplo el mercado informal con un tipo de cambio en dólares que no se ajusta a la tasa aprobada oficialmente, y que frena los encadenamientos entre el sector estatal y los actores privados. Argumento falso, que no se sostiene, porque ese mercado informal nació por la incompetencia del régimen para consolidar un sistema de tipo de cambio fijo por el Banco central, careciendo de las divisas necesarias.

Otros efectos indeseados, como la escasez de financiamiento bancario son debidos a la creciente demanda de recursos financieros por el estado para financiar su déficit y endeudamiento crecientes; por otro lado, la idea de agilizar los procesos de importación no ha funcionado porque los organismos intermediarios estatales creados por Malmierca no funcionan de forma eficiente.

Por eso, empezar a construir la casa por el tejado, como quiere hacer la señora Odriozola, tiene una pésima lectura. Para lograr que las empresas estatales “cambien las maneras de pensar y rediseñar los procesos productivos, de manera tal que temas como la industria 4.0, la inteligencia artificial, el Big Data, internet de las cosas y computación de la nube” hace falta mucho más que un congreso internacional. Se necesita voluntad política, ideas claras y asumir el fracaso del modelo empresarial socialista. Los dirigentes no van a llegar a ningún sitio, si previamente ese sistema empresarial no se consolida de manera firme y con firmes  bases jurídicas de respeto a los derechos de propiedad. Y falta mucho para ello.

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