En medio de las sanciones, vuelve el petróleo ruso a Cuba
Elías Amor Bravo economista
La noticia ha llamado la atención informativa en las últimas horas. Vladimir Putin ha querido dar un firme apoyo a la dictadura comunista cubana, uno de los pocos aliados que continúan dando el apoyo a Rusia tras la sangrienta invasión de Ucrania. En La Habana no tuvieron duda. Desde el primer momento, la prensa estatal del régimen hablaba de “ejercicios militares” y de otros términos ajenos a la realidad, y cuando llegó el momento de la condena en la ONU se alió a chinos o iraníes en el sentido del voto.
El caso es que un petrolero ruso, de los que han sido sancionados por Occidente, ha llegado a Cuba hace unos días, justo en el preciso momento en que el régimen afrontaba protestas ciudadanas por las carestías de bienes de consumo y los apagones, y con ello, controlar el creciente malestar. Pensar que un barco de petróleo puede parar un proceso que tiene profundas raíces, es bastante imprudente e irreal.
Quizás este sea un buen momento para determinar, con datos, qué alcance tiene el apoyo de Rusia al régimen cubano realmente, utilizando para ello las estadísticas oficiales de La Habana. Dos son los datos que se pueden citar para tal ejemplo.
En primer lugar, el comercio exterior. Si se trata de exportaciones, entre 2015 y 2020, Cuba vendió a la Federación Rusa una media de 25,5 millones de pesos en concepto de exportaciones de bienes, apenas el 1% del total. China o Venezuela lo hicieron por más de 400 millones al año. España o Países Bajos, por unos 200 millones. Las compras rusas muy escasas, realmente.
Por
otro lado, las importaciones de Cuba procedentes de Rusia promediaron en los
mismos años 337,5 millones de pesos, apenas el 3,3% del total. La distancia
aquí con otros países es, si cabe mayor aún. Venezuela o China por encima de
los 1.200 millones de pesos de media y España acercándose a dicha cifra.
Cabe
apreciar, en tales condiciones, que el comercio de mercancías de Cuba con Rusia
es marginal y, además, ha mostrado una tendencia decreciente.
El otro
dato, el relativo al turismo, supone que Cuba haya recibido hasta junio de este
año 37.654 turistas rusos que, a causa de las sanciones, es una cifra inferior
a la del pasado año cuando alcanzó 72.304 turistas, lo que representó un descenso
del 48%. Da igual, en 2019 que fue el último año normal para el turismo cubano
antes de la pandemia, los rusos fueron unos 177 mil para un total de 4.275.559
turistas, es decir, el 4,1%. Un porcentaje igualmente marginal.
Es evidente
que, por migajas como éstas, el régimen comunista cubano no se compromete en foros
internacionales a dar apoyo a una guerra cruenta y criminal. Debe haber algo
más, pero las estadísticas oficiales se quedan ahí y no permiten disponer de
otros datos. Sucede, sin embargo, que ante situaciones como la que vive Cuba,
que se puede calificar de extremadamente crítica, los rusos suelen tratar con
gestos de afirmar su posición con la Isla.
Y Díaz
Canel no está dispuesto a hacer ascos a ayuda alguna. Ya ocurrió cuando las
relaciones con Estados Unidos empezaron a desarrollarse, y ante la eventual
condonación de la deuda del Club de Paris, Putin no dejó que le tomaran la delantera
y acabo cancelando, él primero, la deuda que tenía Cuba nominada en rublos de
la época soviética (más de 30.000 millones de dólares incobrables, según algunas
fuentes).
En esta
ocasión, con Venezuela cada vez menos interesada en cumplir los compromisos
petroleros con la Isla, y teniendo en cuenta que esta carece de solvencia
financiera para acudir a comprar petróleo en los mercados internacionales,
Putin vuelve a entrar en escena y ofrece a la dictadura comunista cubana este
carguero de petróleo que es un ejemplo más de ese “pan para hoy y hambre para
mañana” de las relaciones entre Rusia y Cuba tras el comunismo.
Al
parecer el carguero cisterna con el valioso fuel oil ruso, el mismo que acabó
destruyendo las refinerías de Cuba al poco de comenzar la revolución, llegó a
Cuba con suministros destinados a las centrales eléctricas, sin olvidar que
estas plantas de energía no solo adolecen de derivados del petróleo, sino que
su obsolescencia y falta de piezas acaba provocando más paradas y caídas del
suministro.
Para Rusia,
la cantidad de petróleo ofrecida a la Isla es una gota en el océano, comparado
con el negocio petrolero de dicho país con Occidente. El petrolero Aframax
Suvorovsky Prospect, con bandera de Liberia transportó apenas 700.000 barriles
de fuel oil, desde el puerto ruso de Ust-Luga y valorados en 70 millones
de dólares. Una cantidad poco significativa si se tiene en cuenta que Venezuela
compromete con Cuba el envío de 56.610 barriles por día de crudo, gasolina,
diésel, turbosina y fuel oil a lo largo del presente año, una cifra que volvió
a situarse por debajo de los niveles de 2021.
Dada su
reducida dimensión, la operación de suministro ruso a Cuba tiene todos los visos
de una provocación de Rusia al embargo decretado por Occidente a su petróleo, a
causa de la guerra de Ucrania. El buque es propiedad del principal conglomerado
naviero ruso Sovcomflot, que se encuentra sometido a sanciones británicas,
canadienses y estadounidenses, y ha perdido el seguro de las empresas
occidentales para su flota.
Algunos
analistas creen que la disminución de los suministros de Venezuela y la necesidad
de Rusia de saltar el embargo puede acabar provocando un aumento de los envíos
de petróleo a Cuba, lo que para los dirigentes comunistas puede ser una nueva tabla
de salvación que permita lo que hacen siempre, ganar tiempo para evitar la
adopción de las reformas que lleven a Cuba hacia caminos de libertad.
De
momento, al menos, el fuel ruso puede servir para frenar el disgusto social por
los continuos apagones de electricidad que se deben en parte, a la falta de combustibles.
Los expertos creen que el problema está lejos de resolverse y que el petróleo
ruso no es la solución. Sobre todo,
porque ante un entorno internacional de embargos a Rusia, este tipo de
provocaciones de los rusos con sus aliados, los comunistas cubanos, pueden
acabar siendo peores.
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