Ante el cierre de otra pésima campaña turística
Elías Amor Bravo economista
Se acaba de conocer el dato del turismo hasta el mes de noviembre en Cuba. La cifra alcanzó los 1.377.253 turistas, lejos de 1,7 millones del objetivo del plan, revisado por el régimen, ya que el inicial era muy superior. De modo que, si se pretende llegar a esa cifra o superarla, cosa que parece muy difícil a estas alturas, en diciembre deberían entrar a la Isla un récord de 322.747. Imposible.
El dato alcanzado hasta noviembre se debe a que en dicho mes entraron 178.851 turistas, con un aumento de 55.263 respecto del mes de octubre, un 4,6% más, lo cual se debe a que la temporada alta suele comenzar en estas fechas y repunta la estacionalidad. El problema es que este año no lo ha hecho en la cifra planificada. Más de uno se preguntará qué sentido tiene tanto plan si luego no se cumple.
Y los más de 300 mil que se necesitarán para alcanzar el objetivo revisado del plan parecen inalcanzables, imposibles, a estas alturas de año, y mucho menos en un solo mes como diciembre. Pero, ya se sabe. A la hora de revestir los datos, el régimen comunista cubano tiene creativos de sobra. Ojalá tuvieran la misma capacidad para producir más y mejor.
Cierto que los 1.377.253 turistas hasta noviembre representan un aumento de 1.122.122 con respecto al mismo período del año anterior, en concreto, un 539,8%, pero hay que tener en cuenta lo anómalo que fue el año 2021, con la influencia de la pandemia cerrando los viajes internacionales y los aeropuertos. Y, por otro lado, si se detalla la cifra por países de procedencia, los aumentos son incluso superiores. Por ejemplo, la comunidad cubana del exterior pasa a ocupar el segundo puesto, con cerca de 300 mil viajeros, y un aumento del 965,8% con respecto al año anterior. De hecho, los turistas procedentes de Estados Unidos pasan a ocupar el tercer puesto, con unos 86.502 y un crecimiento del 1000%. Y eso que hay bloqueo/embargo.
Lo cierto es que el turismo mejora sus cifras en 2022 con respecto a 2021. Pero eso era previsible y entraba en el plan de la economía, incluso con una cifra superior. No cumplido el objetivo del planificador comunista, qué se puede decir del resultado de 2022 con respecto al último año “normal” del turismo, antes de la pandemia, que fue 2019.
Pues que, en realidad, si nos remontamos a aquel año para realizar la comparación de resultados, resulta que en 2022 el turismo que llega a la isla se mantiene cerca del 65% por debajo del obtenido en 2019. De recuperación, nada. No es posible maquillar dato alguno. La principal actividad que aporta divisas a las arcas del estado, reconocido oficialmente por el régimen (que se resiste a hablar de las remesas en sus informes económicos) sigue produciendo unos resultados muy bajos. Inferiores al plan, y desde luego, inferiores a los obtenidos en el último año antes del comienzo de la pandemia del COVID-19 que lo ha trastocado todo.
Y realmente, se está viendo que para el modelo turístico comunista cubano no es fácil reducir la brecha con 2019 como han hecho otros destinos turísticos de la región del Caribe, como Cancún, Costa Rica, la Riviera Maya o la República Dominicana (que en 2019 registró hasta noviembre 5.821.768 turistas y este año 2022 alcanzó 6.397.000, un 10% más, todo un éxito). Que en estas condiciones, Cuba se quede atrás, con los hoteles prácticamente desocupados (la tasa de ocupación rara vez se ha situado en media anual por encima del 20%) tiene una incidencia negativa sobre la rentabilidad de las explotaciones hoteleras y lo que es peor, sobre los ingresos que obtiene el sector privado del turismo.
La parálisis del sector está siendo más que evidente, y las cifras no mejoran, pese a que ya están abiertos todos los aeropuertos y los nuevos resorts hoteleros, abiertos porque el régimen no frena la inversión en habitaciones hoteleras, pese a las notables necesidades que existen en otros sectores de la economía (agropecuario, electricidad, transportes, etc.).
En realidad, lo que confirman estos datos es que el turismo se está convirtiendo en un auténtico quebradero de cabeza para los comunistas cubanos, incapaces de orientar el sector para que crezca de forma estable, sin altibajos. No hay política turística que combine los intereses privados y estatales, ni tampoco una política de estado que atraiga con una marca bien definida. El turismo es otro fracaso, aunque nadie lo quiera reconocer. De hecho, ya en 2019, último año normal antes de la pandemia, el turismo a Cuba no tuvo el mismo comportamiento en el primer semestre que en el segundo, cuando empezó a flexionar a la baja.
Y esto en Cuba ya se sabe cómo acaba. Fidel Castro en cuanto se cansó del azúcar y sus bajas rentabilidades a comienzos de este siglo, ordenó el cierre del sector y el abandono de los campos. Y ahora la zafra no remonta el medio millón de toneladas. No es lo mismo, por supuesto, pero alguien podría pensar que este tipo de decisiones políticas son imposibles a estas alturas de la historia, y que la irresponsabilidad no llegará a tanto.
Pero ¿Cuántos años estarán dispuestos los hoteleros españoles a seguir soportando tasas de ocupación inferiores al 20% y caída sin remedio en los ingresos y beneficios? ¿Hasta dónde llega esa presunta apuesta por la Cuba de después? A lo mejor el cierre hotelero viene por otro sitio, y nadie lo espera. Ni siquiera en la atribulada GAESA, que lucha por definir su nuevo cuadro de mando interno.
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