Balance de la economía en 2022: un modelo que no funciona y debe llegar a su fin

Elías Amor Bravo economista

Acaba un año que no ha sido feliz para la mayoría de los cubanos. La situación económica ha ido empeorando con el paso de los meses, porque la ideología comunista no sirve para dirigir la economía de un país, ya que dicho modelo va en dirección contraria a la condición humana.

Los ejemplos sobran, de países como los que integraban el telón de acero que, atrapados en las reglas del control económico y la intervención estatal comunista durante décadas, tan pronto como se despojaron de esas cadenas, florecieron, mejorando notablemente las condiciones de vida de sus ciudadanos.

En los últimos años, varias crisis continuas han golpeado la economía mundial obligando a los gobiernos a cambiar las reglas del juego exigiendo un diseño y puesta en marcha de nuevos procedimientos y actuaciones para afrontar un escenario cada vez más complejo de resolver. Esto ha supuesto que, en todos los países, en mayor o menor medida, haya tenido lugar un aumento del intervencionismo estatal en las economías y en la vida de la gente, con especial incidencia en las decisiones económicas.

Y si ésta ha sido la tendencia observada a nivel mundial, en Cuba, el último baluarte de la guerra fría, con una constitución comunista impuesta en 2019, la presión no ha sido menor. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en otros países, donde el intervencionismo estatal ha servido para corregir excesos, adecuar y eliminar el comportamiento deficiente de los mercados, en Cuba ha ocurrido todo lo contrario.

La tarea ordenamiento, una política económica “vendida” por el régimen como necesaria y urgente para poner fin a la vergonzosa duplicidad monetaria creada en la Isla por Fidel Castro durante el período especial, acabó provocando un escenario si cabe peor, y mucho más injusto, en el que la salida desesperada ha llevado, por iniciativa del régimen, a la creación de las tiendas que solo venden en moneda libremente convertible (el 20% de la circulación mercantil) para quienes tienen acceso a divisas, en tanto que el resto de la población debe malvivir con los comercios que venden en pesos cubanos (el 80% de la circulación). Mas dualidad monetaria y más injusticia social.

Otras políticas intervencionistas del régimen comunista cubano, como las 63 medidas de la agricultura, o las 94 del azúcar, la llamada estrategia, el PNDES 2030, o el resto de las actuaciones emprendidas bajo el epígrafe de “lineamientos”, no han servido para lograr ni uno solo de sus objetivos. Los documentos de referencia de las políticas, como la llamada Estrategia o el plan de desarrollo 2030, adolecen de los mismos defectos técnicos, conceptuales e ideológicos.

A diferencia de otros países, donde la actuación de los gobiernos ha conseguido lograr estabilidad macroeconómica y devolver la normalidad al funcionamiento de los mercados de bienes, servicios y factores, en Cuba, el rearme ideológico comunista e intervencionista en la economía, ha postergado las decisiones políticas y, muy en contra de lo que es necesario, ha provocado la más absoluta desorientación y desestabilización de la economía. La economía cubana a finales de 2022 se encuentra un 8% de PIB por debajo de 2019..

La última demostración de la debilidad e incertidumbre económica se encuentra en la apuesta por la descentralización de poderes de decisión económica a los gobiernos territoriales, lo que va a provocar un aumento del gasto y del déficit, en contra de lo que sería recomendable en este momento, una auténtica estrategia de consolidación fiscal. Como consecuencia de todo ello, el régimen con sus actuaciones es un obstáculo a la libre iniciativa y al crecimiento de la economía, a la vez que se muestra incapaz de aprovechar el potencial del sector privado emergente, las mipymes y las CNA, entre otros.

Los economistas, y no solo los liberales, sostienen que el estado debe limitar, en la medida de lo posible, su intervención en la economía a las funciones clásicas de asignación, estabilidad y distribución, ejerciendo las menores influencias en el comportamiento de los mercados. En Cuba, las autoridades se mueven justo en la dirección contraria, y desde la constitución comunista de 2019 han ido construyendo un sistema jurídico que, si bien reconoce la existencia de una determinada actividad no estatal, al mismo tiempo sigue sin dar las debidas garantías al ejercicio del derecho a la propiedad privada de los medios de producción, la libre elección y la iniciativa de las personas como el mejor diseño para lograr el resto objetivos económicos.

En Cuba, lo que ha ocurrido es que, aprovechando el escenario crítico de la pandemia, el estado comunista ha aumentado su participación en la actividad económica, y con ello, se han reforzado los mecanismos de intervención y control, ya de por sí elevados, lo que ha tenido consecuencias negativas sobre los equilibrios interno y externo que dificultan el logro del objetivo de estabilidad macroeconómica.

A diferencia de lo ocurrido en las economías que registran más bajos niveles de intervencionismo, la economía cubana se ha encontrado inmersa en un proceso de recesión, primero, y estancamiento después, del que no saben salir las autoridades. De modo que, a mayor penetración del intervencionismo estatal en la economía cubana, tanto en gestión como en la regulación de actividades, se han producido restricciones también mayores al crecimiento de la riqueza y su distribución.

El modelo comunista basado en la planificación central, la intervención y la ausencia de propiedad privada de medios de producción, explica por qué a finales de 2022 la economía cubana sigue estando, en términos de PIB, un 8% por debajo de los niveles alcanzados en 2019 y los cubanos son más pobres que hace tres años. Al mismo tiempo, ninguno de los sectores de la economía ha logrado ese retorno a la normalidad, recuperando los niveles. La economía cubana, presa de mayor intervencionismo y regulación, se queda atrás a nivel mundial.

Sin la necesaria libertad económica y política, los dirigentes comunistas cubanos han situado a la economía cubana en los últimos puestos de crecimiento, para 2023 la CEPAL espera un 1,8% desde el 2% actual. Los países más libres han sido capaces de salir adelante con mayor facilidad. Por contra, los que apuestan por el comunismo en su modelo económico, el populismo intervencionista o el socialismo no democrático, se quedan atrás. 

Allí donde se observa mayor intervención y regulación económica, se registran los mayores descensos de riqueza y las situaciones más injustas. Lo que precisamente quieren combatir. Incluso hasta China, donde se combinan una actividad económica libre y competitiva con un sistema político e ideológico vergonzoso.  

Cuba se encuentra atrapada en un círculo vicioso dominado por un desempeño económico muy deficiente, cuyo origen no es otro que las características del modelo impuesto por las autoridades desde hace 63 años. En seis décadas, los cubanos han visto con sorpresa que cada vez que se abren espacios a la libertad económica, los mercados y la generación privada de riqueza, su situación económica mejora de forma inmediata.

Luego, el régimen ejerce sus poderes y acaba cercenando los espacios de actividad privada con más intervencionismo. El diseño final es conocido. Precios intervenidos y topados, circulación monetaria intervenida, mercado laboral controlado e intervenido, y así todos los sectores de la economía. Y ahora para mayor escarnio, aprueban una ley que regula las operaciones expropiatorias y confiscatorias, para dejar bien claro, quién tiene el poder económico real.

La ausencia de libre mercado y derechos de propiedad en la economía cubana, combinada con una regulación intervencionista y totalitaria, provoca determinados comportamientos anómalos de los agentes económicos como los coleros, especuladores y otras figuras que atienden necesidades de las personas que no se cubren por los sistemas oficiales. Y al régimen no se le ocurre otra cosa que criminalizar y atacar a esos agentes para propiciar su desaparición, en vez de revisar las normas que los crean. 

En el caso de la economía cubana, el problema a resolver ya no es el intervencionismo que existe en el adn del modelo económico, sino en tener en cuenta que es necesario retirar definitivamente las medidas que frenan el desarrollo pleno de las fuerzas productivas. El intervencionismo y la regulación excesivos en la economía cubana suponen una amenaza porque han provocado efectos negativos en el conjunto de las actividades, impidiendo a los actores económicos alcanzar economías de escala, acumular, invertir y crecer.

El precio que se paga en una economía por el exceso de intervencionismo y regulación es bien conocido. No solo la pérdida de bienestar para la población, sino el freno a la actividad productiva y la pobreza. Los apagones en Cuba no ocurren por casualidad, los edificios se caen, explotan los super tanqueros y tampoco es por casualidad, las gasolineras tienen largas colas y eso no es fortuito, las cosechas alcanzan bajos rendimientos y ello tampoco se debe al azar, las colas son para todo, los transportes de mercancías se reducen y ello no sucede por casualidad.

Los efectos del intervencionismo comunista en la economía tienen numerosos tentáculos, y solo pueden comprenderse desde la perspectiva del control económico de la sociedad. Un buen ejemplo, los casi 1.800 millones de dólares que el régimen destina a la compra en el exterior de los productos y bienes que componen la canasta normada, que es rechazada por amplios sectores de la población porque cada vez es más magra y de peor calidad.

Los cubanos están hartos del círculo vicioso en que han vivido tres generaciones, observando como un capitalismo de estado cada vez más ambicioso y excluyente concentra los escasos recursos del presupuesto en la construcción de hoteles, mientas que sanidad y educación, los logros de la revolución, tienen cada vez peor calidad. Llevado a extremo, el crecimiento económico logrado por el régimen en 2021, un 1,3% se debió en buena medida al aumento del gasto en los sectores como educación y sanidad, ya que las actividades productivas siguieron en recesión. Cuba necesita otro modelo, que entre oxígeno en la economía y que las libertades se hagan realidad. No hay otro camino.

Mis mejores deseos para 2023. Feliz año nuevo.


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