¿Qué habrá que hacer con BioCubaFarma?

Elías Amor Bravo economista

Cuando se trata de celebraciones, la prensa estatal comunista cubana no escatima en gastos ni en epítetos. Más o menos, esto es lo que se ha podido leer este miércoles con los titulares dedicados BioCubaFarma, el sueño de Fidel. Fue Díaz Canel el encargado de honrar las celebraciones del décimo aniversario de la constitución del Grupo de las Industrias Biotecnológica y Farmacéutica de Cuba (BioCubaFarma) y tres décadas de la fundación del Polo Científico del Oeste. En fin, cada uno puede celebrar lo que le dé la gana, pero andar a estas alturas de la revolución comunista con dedicatorias corporativas no deja de ser interesante.

Los comunistas cubanos celebran así que el sueño de Fidel, sus proyectos y contribuciones al desarrollo de la ciencia en Cuba, se ha hecho realidad, y por ello, el máximo dirigente del régimen felicitó a los trabajadores y directivos de la empresa, “con todo respeto y cariño” en su discurso en el palacio de convenciones de La Habana, elegido para el evento.

Y de paso, los comunistas cubanos volvieron a realizar su interpretación tan particular de la historia, realizando “un breve recorrido por el desarrollo de la ciencia en Cuba, que tuvo como institución madre al Centro Nacional de Investigaciones Científica (CNIC), fundado el 1 de julio de 1965”, primera de las instituciones creadas por la llamada revolución para el desarrollo de la ciencia en Cuba y, especialmente, del sector biofarmacéutico.

Olvidando el pasado de la República, donde la actividad científica antes de 1959 tuvo numerosas referencias importantes, se destacó que BioCubaFarma fue una idea de Fidel Castro, que ya entonces, dueño del presupuesto del estado y de la economía, en vez de aplicarse a resolver el problema de la comida o la vivienda, decidió que Cuba, en medio de su alocado proceso político revolucionario, tenía que ser una potencia científica y farmacológica,  que acabó dando lugar a BioCubaFarma el 7 de diciembre de 2012.

Cierto que Fidel Castro, en vida, conoció su sueño, pero despreció su coste. Esto es algo que nunca se ofrecerá a los cubanos, porque es información reservada. Pero el dinero que se destinó del presupuesto público a consolidar este Grupo Empresarial ha alcanzado proporciones gigantescas, en un país que debía atender otras muchas necesidades. BioCubaFarma es el resultado de decisiones políticas ajenas a la racionalidad económica, algo que ha estado presente en todos los regímenes comunistas conocidos, donde los máximos dirigentes sueñan con dejar algún hito cuando ya han desaparecido. Más o menos lo mismo que ahora hace Díaz Canel construyendo más y más hoteles.

El problema es que los comunistas no reparan en gastos estatales para impulsar sus proyectos, y el resultado acaba siendo peor que lo logrado. No hay forma de calcular, porque la información en todo este asunto es reservada y desde luego, manipulada, pero el valor actual descontado de la producción de medicamentos, vacunas, sistemas diagnósticos, equipos y dispositivos médicos que se producen por BioCubaFarma es claramente inferior al coste de ejecución de este complejo industrial, financiado 100% con dinero estatal. Este cálculo de análisis coste beneficio se tendrá que realizar en algún momento, y los cubanos conocer cómo se gastaba su dinero.

De hecho, Díaz Canel destacó el proceso de diseño y producción de las vacunas contra la COVID-19 como uno de los resultados más importantes alcanzados por BioCubaFarma en estos 10 años, pero la realidad bien cierta es que estas cinco vacunas siguen sin obtener la preceptiva homologación de la OMS, a pesar de los positivos apoyos con que cuenta Cuba en la ONU, y todo parece llevar a una idea, los inmunógenos cubanos no han conseguido demostrar su calidad, seguridad y eficacia, allí donde han sido aplicados, incluyendo la Isla, de modo que los efectos del virus siguen estando ahí, a diferencia de lo ocurrido en otros países.

Otro ejemplo que citó Díaz Canel, el vínculo de la producción de medicamentos de BioCubaFarma con los principales problemas de salud de la población cubana, lo que en realidad cuesta entender si se piensa en que la empresa está siendo utilizada como “negocio de estado” para la venta de sus productos y servicios en otros países del mundo y obtener ingresos de exportación. Los cubanos no dejan de quejarse de la ausencia de medicinas en las farmacias. ¿Por qué será?

A resultas del empeño castrista, BioCubaFarma cuenta con más de 19.000 trabajadores en la actualidad, y su capital es 100% del estado. Exporta a más de 50 países (a pesar del embargo/bloqueo) y tiene como resultado destacado el desarrollo de productos y tecnologías para potenciar la producción de alimentos. Recientemente, la industria biofarmacéutica se abrió a la inversión extranjera, y ya se llevan a cabo importantes proyectos para el país. De los que tampoco se informó.

Se destacó que en los últimos diez años, la organización ha logrado la introducción de más de 200 productos, tecnologías y servicios en el Sistema Nacional de Salud y en la agricultura, 85 nuevos objetos de invención a la Oficina Cubana de Propiedad Intelectual y más de 2.500 artículos publicados en revistas científicas nacionales e internacionales.

A modo de conclusión, Díaz Canel dijo que “Con BioCubaFarma, Cuba va”, pero ¿Cómo va? Y, sobre todo, lo más importante ¿A dónde va? Dadas las penurias actuales, los límites presupuestarios y la escasez de bienes y servicios básicos de la economía cubana ¿Tiene sentido continuar invirtiendo desde el estado en esta empresa? ¿A dónde van los beneficios obtenidos de la misma y cuál es su importe real? ¿Se ha amortizado el ingente gasto estatal dirigido a esta empresa durante su larga existencia?

El reconocimiento por el dirigente comunista de que “se han logrado resultados con este consorcio empresarial, pero estamos conscientes de que queda mucho por hacer”, obliga a poner los puntos sobre las íes y clarificar qué es lo que se tiene qué hacer, y sobre todo, lo más importante, quién y cómo.

Al parecer el régimen no quiere desprenderse de BioCubaFarma, a pesar de que ya ha abierto sus estructuras a la inversión extranjera, ¿habrá interés del capital internacional por tomar posición en la empresa, y, sobre todo, en qué condiciones? No es lo mismo la fórmula de un complejo farmacéutico (patentes y tecnología incluidas) y que compite globalmente con empresas trasnacionales de un enorme poder mundial, que un sector hotelero gestionado por empresas de otros países. Algo habrá que hacer con BioCubaFarma, pero la apuesta del régimen sigue siendo la peor de todas.


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