El comercio que no va a mejorar

Elías Amor Bravo economista 

Si alguien puede apuntarse el peor resultado de gestión económica en un sector de la economía cubana, no cabe duda de que, el primer puesto del ranking lo ocupa Betsy Díaz, la ministra de comercio interior, que ha ganado con amplia ventaja a los demás dirigentes comunistas. Lo cierto es que lo tenía fácil. El comercio es uno de los sectores peor gestionados en el modelo comunista de la economía cubana, y en este ámbito no se pueden hacer milagros.

De modo que Betsy, que traía en su cartera “presuntos logros” como “el fortalecimiento de las entidades del comercio minorista, el reordenamiento de la gastronomía y el perfeccionamiento de la venta de mercancías”, se encontró con un clima apático, poco interesado por seguir sus informaciones, entre los diputados de la asamblea. Una frustración para ella, desde luego, pero es que, en materia de comercio, ya llueve sobre mojado.

Y es que por mucho que se pretenda presentar una realidad alternativa, no hay espacio para los inventos en el obsoleto modelo económico del régimen comunista.

Uno de esos inventos, el llamado “proceso de perfeccionamiento del comercio interior de subordinación local” ha pasado sin pena ni gloria, y la ministra simplemente se limitó a decir que se había estado trabajando en las acciones de capacitación para cuadros, funcionarios y trabajadores. Que es poco más o menos que nada.

Otras de las prioridades de la ministra en 2022 la llamada “consolidación del funcionamiento de las unidades empresariales de base” en la gastronomía, la introducción de nuevas formas de gestión en los servicios de gastronomía y el funcionamiento de las estructuras empresariales y estatales, a nivel provincial y municipal, tampoco atrajeron interés de los diputados, porque una vez más, los resultados presentados dejaban ciertamente mucho que desear. La gente pasea por la calle y ve lo que ve. Nada.

Hilarante se puede calificar que fueran prioridades del ministerio de comercio, concluir en La Habana “la extinción de las empresas provinciales de Mercados Agropecuarios, Gastronomía y la Empresa Mayorista de Mercado Paralelo, con la creación de las empresas mayoristas territoriales en número de cuatro”. Ante actuaciones de este tipo en el comercio, de quítate tu para ponerme yo, no es extraño de que los diputados mostrasen la más absoluta indiferencia, mientras que Betsy seguía hablando de formación y desarrollo de los cuadros, reservas y funcionarios. A más de uno extrañó ese empecinamiento, pero enseguida se supo por qué.

En este punto, presentó como un logro la incorporación de 129 trabajadores a cursos de ciclo corto, 40 en carreras universitarias y 24 en maestrías, tres en formación doctoral y seis para su caracterización científica. Si, lo han oído bien. 129 trabajadores, para que luego digan que en Cuba no hay dificultades para encontrar mano de obra. Mientras tanto, los diputados se miraban unos a otros asombrados, ¿y esto qué tiene que ver con el comercio mayorista y minorista?

En este punto llegó el mensaje ideológico para tratar de despertar a la audiencia y quedar bien con los jefes. Betsy justificó el gasto en formación informando que “en todo el país, bajo la conducción de las escuelas del partido y dirigida a directores de empresas y UEB, hubo una segunda edición del curso de habilitación, con 194 participantes. Asimismo, recibieron una preparación emergente 115 directivos y reservas del sistema empresarial mayorista de alimentos”.

Dicho en otras palabras, el dinero del presupuesto del ministerio de comercio, que debería servir para mejorar el funcionamiento de este sector para bien de todos los cubanos, despilfarrado en el mantenimiento de las escuelas del partido y otras infraestructuras comunistas que sirven de poco, o de nada, a los objetivos de prosperidad de la nación. Y, desde luego, nada al comercio. Todo ello muy ideológico y político, pero ineficiente e inútil. Las escuelas del partido sirven de poco para potenciar el comercio. Más bien, de nada.

Tras este punto en su discurso, Betsy abrumó a los diputados con un torrente de datos y cifras que alejaron más aún su presentación del interés de la cámara. Por ejemplo, cuando habló de las “transformaciones para fortalecer el funcionamiento de las entidades”, y a tal fin, indicó que el sistema de comercio minorista gestiona una red integrada por 23.215 establecimientos, de los que el 73% realizan ventas de mercancías, el 21% se dedican a la gastronomía y el 6% prestan servicios. No es extraño que el sistema funcione mal. No es posible que el estado asuma ese nivel de gestión. Por ello, como contrapeso, señaló que para la gestión por formas no estatales había 5.395 establecimientos. La ratio es de 1 establecimiento de gestión privada por 4 estatales, estos últimos ruinosos, desabastecidos y de pésimo servicio. Los cubanos saben de qué va. No hay solución.

Después informó, empleando el complejo concepto de categorizar, que “se categorizaron 7.280 almacenes, el 81% del total de la red”. Y aprovechó para decir que quedan por categorizar 1.741, el 92% de los cuales requieren acciones constructivas, y señaló que fueron actualizadas las licencias sanitarias en 21.649 establecimientos, el 93,7% del potencial; quedan pendientes 1.452, porque requieren principalmente mantenimientos constructivos e inversiones. Y luego, gastando el presupuesto del ministerio en la escuela de formación del partido y en la actividad de categorizar que sirve de muy poco al funcionamiento del comercio.

Una de las cuestiones que despertó a algún diputado fue cuando se reconoció que “no se logra estabilidad ni variedad del servicio” en los 3.214 establecimientos de la gastronomía popular que deben garantizar las 627 kilocalorías, “por déficits en los aseguramientos planificados, insuficiente autogestión y limitaciones en los rendimientos de los productos”. Si, lo han oído bien, los establecimientos de gastronomía popular deben garantizar 627 kilocalorías, y luego habrá que dar 10.000 pasos para bajarlas. Desde luego, que estos planificadores comunistas son increíbles.

Prosiguió la ministra informando que el país cuenta actualmente con 623 UEB gastronómicas “perfeccionadas”, a las que se integran 1.667 unidades para garantizar una mayor autonomía en la gestión de compra y prestación de servicios. ¿Por qué no se privatizan, es decir, se venden al sector privado? Es además, una cifra insuficiente que confirma que los cambios apenas han avanzado. La ministra reconoció que en los análisis realizados no se logra la transformación necesaria en todos los establecimientos, además se mantienen con pérdidas 25 UEB. ¿Quién va a tener interés alguno en innovar en algo que sabe que no es suyo? Por otro lado, gracias al programa de mantenimiento y transformación de los servicios en las bodegas, se han recuperado 3.796 de esos establecimientos. Menos del 10% del total. Nada.

Hubo también referencias a la informatización de las oficinas del Registro de Consumidores, la modernización de la libreta y de las Oficodas, que se encuentra en desarrollo: de las 675 oficinas existentes, se informatizó el 99,7%, el 81% está en el proceso de digitalización de datos de los núcleos y el 71% en el de los consumidores. También señaló que, en los últimos años, la modalidad de casas comisionistas ha crecido significativamente, ya que de una red inicial de 62 establecimientos, se ha extendido a 483, con representación en todos los municipios del país. Estas actividades de control tampoco sirven para mejorar el comercio, pero si para mantener asegurado el poder del régimen con el consumo de la población. La regla de oro comunista, por excelencia.

Por otra parte, la red de ventas a plazo comprende 177 establecimientos, con mayor presencia en Cienfuegos y Holguín y se dijo que en el 2022 se han realizado ventas por 70 millones de pesos. Y de las 53 empresas autorizadas para su capitalización mediante el 70% del rendimiento de la inversión estatal, 30 fueron beneficiadas al cierre del 2021 por un valor de 80.507.000 pesos. Todas deberían ser autorizadas para capitalizarse. Las cosas irían mucho mejor con más inversión.

Se informó que a través de canales electrónicos se cobraron 533.772.000 pesos, el 1,3% de las ventas minoristas lo que ofrece una idea apropiada de la baja utilización de estos canales ya que los cubanos siguen prefiriendo el papel moneda para pagos. De esta cifra, con el uso del código QR se recaudaron 88.381.000 pesos, básicamente en las bodegas, y 436.785.000 en las tiendas de venta de materiales de la construcción mediante terminales de punto de venta, cantidades marginales que ni justifican la inversión tecnológica realizada. Realmente con este baño de datos, los diputados se quedaron con ganas de saber si el comercio va a mejorar o va a seguir igual. Betsy no aclaró la cuestión.

El comercio cubano se encuentra a años luz de lo que existe en otros países del mundo. Perdió el rumbo al comienzo de la revolución, con las nacionalizaciones y confiscaciones de propiedades mayoristas y minoristas, y luego nunca encontró un camino cierto para seguir. El modelo comunista lo impide. En el comercio, la libre elección es la clave para un funcionamiento adecuado de oferta y demanda. Desde 1962 ningún cubano ha podido ejercer este derecho. Betsy lo sabe, por eso, llueve sobre mojado.

 

 

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