La lucha del régimen cubano contra las criptomonedas
Elías Amor Bravo, economista
En un país, donde el estado tiene poder absoluto para
decidir qué puede y qué no funcionar dentro de una economía controlada e intervenida,
en la que están prohibidos los derechos de propiedad, el mercado como
instrumento de asignación y la libre empresa, cuesta creer que el Banco
Central, como autoridad monetaria, tan solo se limite a “aconsejar” a la población no
involucrarse con supuestas empresas internacionales que ofrecen servicios de
intermediación de valores y criptomonedas, entre otras, Mind Capital, Mirror Trading, Arbistar,
Trist Investing, Qubit Tech, X-Toro, entre otras, identificadas en la nota del Banco,
publicada en Cubadebate.
Vaya por delante que la decisión es correcta, e
incluso se queda corta, si se compara con lo que están haciendo otros países
más avanzados, como los que integran la Unión Europea, contra estas empresas
que especulan con acciones y criptomonedas utilizando potentes soportes
informáticos que escapan de cualquier control o regulación por las autoridades
monetarias nacionales. La prudencia aconseja no vincularse en exceso con este
tipo de empresas cuando los ahorros que se disponen son escasos y pueden resultar
necesarios en algún momento para atender necesidades imperativas y que no se
pueden dilatar en el tiempo.
Por lo tanto, decisión correcta del Banco Central que
en este blog vamos a valorar de forma positiva, por cuanto supone de ejercicio
de responsabilidad. En realidad, el régimen debería preocuparse, como consecuencia de las privaciones económicas
que sufre el país, y, sobre todo, la sensación de “sálvese quien pueda” como
consecuencia de la aplicación de la Tarea Ordenamiento, en Cuba, que se haya venido
observando un incremento muy destacado de las operaciones de agentes privados
que amparados en las nuevas tecnologías informáticas prestan unos servicios de
intermediación en valores y divisas extranjeras, asesoría de inversión o
administración de inversiones. Si estos servicios crecen es porque hay demanda, y esto es lo que debe ser motivo de preocupación.
A resultas de la gestión, ha habido inversores que
han obtenido ganancias espectaculares en muy poco tiempo, lo que ha atraído a
otras personas a participar en el negocio, cuya viabilidad depende en buena
medida de que se produzcan nuevos entrantes dispuestos a participar de ganancias
futuras no seguras.
Este tipo de organizaciones, que en algunos países
han sido prohibidas o reguladas para su sometimiento a la autoridad monetaria,
lo que les quita una parte importante de su popularidad y atractivo, basan su
negocio en ofrecer, por medio de una publicidad agresiva en las redes sociales
y otras plataformas, la opción de invertir en operaciones sencillas, a la
vez complejas, en valores, acciones o en criptomonedas, y se promete al mismo
tiempo, ganancias elevadas con rapidez y facilidad, con muy bajo nivel de
riesgo aparente.
Otro aspecto, a destacar de estas operaciones es que suelen ejecutarse con un muy bajo nivel de transparencia y la utilización de términos complejos y de difícil comprensión para la mayoría de la gente, lo que permite esconder una parte importante de las transacciones realizadas. Algunos comparan el modelo de gestión de estas empresas con las estructuras piramidales o “multinivel” que con su funcionamiento provocaron pérdidas muy importantes en varios países sobre todo a pequeños ahorradores que se quedaron, de la noche a la mañana, sin el respaldo financiero de una vida de trabajo.
Estos negocios
basan su crecimiento en la continua captación de nuevos “inversionistas” para que paguen
con su dinero fresco los rendimientos prometidos a los inversionistas
anteriores, de modo que, con el crecimiento del número de
inversionistas captados, se van obteniendo más beneficios. Pero esta tendencia
es insostenible a largo plazo, y en algún momento se rompe la cadena, y llegan
los problemas con estafas y la pérdida de patrimonio de los inversionistas.
Hace bien el régimen comunista cubano al no promover
ni aprobar el funcionamiento de estos negocios, negando la licencia para prestar
sus servicios en el territorio nacional. Pero esta posición, siendo correcta,
no va a resolver la presencia de estas empresas y se tiene que ir más lejos. ¿Las
razones? Muy sencillas. ¿En qué puede invertir un cubano sus ahorros, si los
tiene?
En Cuba las empresas no tienen acciones, ni existen
fondos de inversión o planes de pensiones. Sin modelos de inversión institucional
privada, salvo los rudimentarios depósitos en la banca, el cubano que tiene
capacidad económica necesita contar con opciones rentables en las que colocar
su patrimonio. Estas empresas, aunque entrañan riesgo, son una opción. Mucho
más rentable que arriesgar en una iniciativa de trabajo por cuenta propia o
cualquier otra actividad de las autorizadas por el régimen.
Después está la obsesión del régimen por controlar todos
los dólares que entran en la economía, que son bien pocos (en el primer
trimestre solo llegaron 76.000 turistas, una verdadera debacle) lo que obliga a
la gente con acceso al billete verde a buscar formulas para su colocación
rentable, teniendo en cuenta que, si lo hace en una cuenta bancaria, lo más
probable es que cuando necesite el dinero le den un “certificado de depósito”,
modelo de corralito financiero de la Tarea Ordenamiento. Es posible que el régimen ande dando vueltas para ver cómo puede controlar esas criptomonedas e inversiones en valores que circulan por la Isla.
No basta que el Banco Central de Cuba, como autoridad
monetaria y regulador del sistema financiero, de consejos a la gente sobre el
riesgo de estas operaciones y que no deben participar en las mismas. Se
requiere un marco de regulación similar al adoptado en otros países porque bien
poco puede hacer un país como Cuba, luchando en solitario contra estas empresas
que son globales y se escudan en las nuevas tecnologías.
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