No se destraba la agricultura cubana con comunicación, sino con libertad
Elías Amor Bravo, economista
A ver si nos enteramos de
una vez por todas. Porque día sí, y al otro también, los dirigentes comunistas
cubanos no dejan de sorprender al mundo entero por su absoluto desconocimiento
de las reglas básicas de funcionamiento de las economías, confirmando así lo
que ya se sabía: la directa responsabilidad que tienen en el colapso de la economía
cubana en 2021.
Esta vez nos llega una
definición de lo que entienden por “destrabar” la producción y comercialización,
que es uno de los rasgos principales del embargo/bloqueo que provoca el modelo
social comunista al pueblo cubano impidiendo su prosperidad y bienestar.
Sabido es que las trabas se encuentran
en todas partes, y tienen un mismo origen. Cuando la tierra que se cultiva
depende de la decisión administrativa de un dirigente comunista local, cuando
el ejercicio de la actividad por cuenta propia depende de una autorización,
cuando exportar exige hacerlo con un intermediario estatal e improductivo, o
cuando se impide establecer vínculos directos entre los cubanos y los inversores
extranjeros, los comunistas no hacen otra cosa que trabar la economía, y
resulta muy difícil su funcionamiento dinámico, productivo y competitivo.
Pero sin duda alguna, en
el caso de la agricultura, la traba más importante se encuentra en la estructura
jurídica de los derechos de propiedad, según la cual, como se afirma en la constitución
comunista de 2019, los medios de producción son de propiedad colectiva de todo el
pueblo, siendo gestionados por el estado. En este diseño tan peculiar, por llamarlo
de algún modo, se encuentra la traba principal de la economía cubana, que consiste
en que nada es de nadie y todo es de todos, pero no es cierto ni lo uno ni lo
otro.
Metidos en harina algunos
dirigentes comunistas, como Valdés Mesa, de recorrido por Sancti Spiritus afirman
que para destrabar la producción y la comercialización no basta con adoptar las
nuevas medidas, sino que es preciso también comunicar oportunamente las
decisiones del país y organizar los procesos. ¿Y solo hace falta eso realmente?
Si producir más y mejor fuese solo un asunto de comunicación, la “gente comería
planes” a diferencia de lo que dice Murillo, y en Cuba sobraría para dar y
vender, porque si hay algo que abunda en aquel país, son los planes, que además
tienen un rasgo muy destacado, es que nunca se cumplen.
Valdés Mesa explica que
destrabar es “llegar hasta el último productor y no solo una vez, sino muchas
veces”, justo lo contrario que necesita el campesino empeñado en sacar lo máximo
del surco. Al productor agropecuario no le hace falta tener a alguien dándole arengas
y comunicados, cuando sus problemas son otros, como, por ejemplo, que acopio recoja
la cosecha a tiempo, que el peso no se hunda más en su cotización con el dólar en
el mercado informal para poder conseguir la moneda verde que sirve para comprar
insumos y aperos de labranza en las tiendas de Gelma.
También le preocupa cómo
hará para devolver un préstamo al banco que nunca debió pedir, si cobrará a
tiempo lo que le debe acopio, o saber el tiempo que debe esperar antes de que
le entreguen alguna tierra más, de las que están ociosas en manos del gran latifundista
del país, que es el estado comunista.
Esos y no otros, son los
problemas que quitan el sueño al campesino cubano y, por ello, que venga alguien
del partido comunista a comunicarle cualquier majadería, como quiere Valdés Mesa,
es algo que le importa un bledo. Otros pasan la vida perdiendo el tiempo, pero
el guajiro cubano quiere producir y ganar dinero, que es lo suyo, porque nadie
trabaja gratis para nadie ni por nada.
Valdés Mesa sostiene que
la comunicación es necesaria porque se ha aprobado por el gobierno “un complejo
entramado de nuevas regulaciones y normas, dirigidas a productores de sol a sol
que no siempre tienen tiempo para ver la televisión y las mesas redondas”. Y
entonces, habría que preguntarse a Valdés Mesa por qué de tantas normas, tantas
resoluciones, decretos y acuerdos que inundaron la gaceta oficial en diciembre para
luego desdecirse, porque la mayoría de las disposiciones generaron un alto
grado de malestar y hubo que dar marcha atrás.
Es mucho más eficiente y
correcto publicar menos normas, hacerlas bien, no cometer errores ni imprudencias
y sobre todo, implementar medidas que ayuden a los campesinos y que no les
pongan trabas. Esa es la clave de una gestión pública eficiente.
Las arengas y los llamados
de Valdés Mesa a incrementar la eficiencia, reducir los gastos y trabajar para alcanzar
los potenciales productivos de la entidad no llegan al campesino cubano porque
está al límite de sus capacidades y aunque su esfuerzo es encomiable, las cosas
no salen bien. No hay producción suficiente de alimentos, y lo peor es que las 63
medidas aprobadas no van a ayudar a dinamizar la oferta porque el problema no
está en los costes de producción, que es lo que han atendido los dirigentes,
sino en las condiciones técnicas y productivas de la tierra, su régimen de tenencia
y explotación y, sobre todo, la libertad de decisión de los productores para determinar
su oferta y precios.
Mientras tanto, seguiremos disfrutando de las visitas que los delegados comunistas locales preparan a los dirigentes, como Valdés Mesa, para que explique en qué consiste, en su opinión, destrabar. Se repiten tanto que acaban siendo intrascendentes. No obstante, Granma otorga una amplia difusión a estas noticias en las que se mezclan una planta de secado y beneficio de granos, el cultivo del maíz híbrido transgénico cubano, la contratación planificada para asimilar los granos (frijol, maíz, garbanzo) a las bases productivas y a la industria, las casas de cultivo, los sistemas de riego estatales por usufructuarios. Si realmente existe todo eso, por qué no llega al pueblo, por qué hay tanta carestía y la producción de alimentos no alcanza.
En vez de tanta arenga, lo que hay que hacer es dar a conocer lo que realmente
está pasando y por qué no hay comida y la poca que se sirve es a precios
imposibles. Mientras tanto, Valdés Mesa seguirá con sus visitas y arenas, una
absoluta pérdida de tiempo, porque con ello no va a liberar las fuerzas productivas
y mejorar la producción de alimentos ni a corto ni a medio plazo.
Buen análisis
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