La "Cuba grande" del campesino es una falacia castrista
Elías Amor Bravo, economista
La propaganda castrista es una máquina potente. No pierde ni
un solo instante en reforzar sus posiciones, muchas de ellas, contrarias a la
razón. Es como en el caso de la agricultura, donde existe un empeño histórico
en justificar las atrocidades cometidas por los comunistas en los primeros años
de la revolución, contra propietarios agrícolas y ganaderos cubanos, que vieron
cómo en el curso de unos pocos meses todas sus tierras y explotaciones pasaban a manos del
estado y sin el oportuno pago por la expropiación, se vieron obligados a marchar al
exilio o vivir en pobreza hasta el final de los días, a pesar de que habían
dejado atrás años de mucho trabajo y esfuerzo.
La reforma agraria comunista fue una actuación demoledora de los derechos de los campesinos cubanos, que ya tenían sus propias explotaciones
(ninguno de ellos era latifundista ni se dedicaban a explotar a nadie, salvo a
ellos mismos) conseguidas con años de intensa dedicación. Nadie les había regalado
nada. Todo lo que habían conseguido, muchos de ellos procedentes de estratos
sociales muy pobres, fue de forma honrada y sin engañar a nadie. Tan solo respetando
las claves del éxito de la economía de mercado: producto, servicio, calidad e innovación.
Aquella generación de gigantes desapareció con las transformaciones revolucionarias
y Cuba empezó una nueva etapa en la agricultura.
El punto de partida de esta época fue la denominada “reforma
agraria” que quitó la tierra a unos para dársela a otros, en una condiciones
técnico productivas que limitaban las posibilidades de crecimiento, de
prosperidad y de creación de riqueza. Una “propiedad” de la tierra sometida a
unas condiciones. Es cierto que no podían ser desalojados de las tierras o las
rentas a pagar desaparecieron, pero ahora el estado comunista obligaba a
trabajar como aparcero en sus tierras, realizar “guardias” de fin de semana, o
dedicarse a otras actividades poco relacionadas con la agricultura, como
asistir a mítines, manifestaciones o algaradas.
No se trata de evaluar lo ocurrido en aquel momento de la
historia, que ha recibido valoraciones desde distintas perspectivas. Lo que se
pretende en esta entrada en realizar una previsión contrafactual de qué ocurriría
en Cuba si el sistema agropecuario no hubiera pasado en un 80% a la propiedad
estatal, trastocando completamente el modelo productivo de la república en sus
primeros 59 años de existencia. Hay varias ideas a tener en cuenta.
Primero, sería difícil que las condiciones sociales en el
campo cubano no hubieran cambiado para bien, de seguir las cosas como iban.
Desde luego, la fortaleza de la actividad económica y su éxito serían mayores,
y también los impulsos a la movilidad social ascendente, a la mejora de las
condiciones asistenciales educativas y sanitarias, todo ello asociado a un
nivel de vida en continuo aumento. Este sector posiblemente se habría visto
beneficiado de reformas jurídicas, laborales, económicas y sociales que situarían
al sector agropecuario cubano como una referencia del sistema económico.
Segundo, los contactos de esta comunidad agropecuaria con el
resto de los sectores de la economía serían muy estrechos. La agricultura habría
desarrollado su propia especialización con la industria en la fabricación de
todo tipo de insumos, abonos, herbicidas y demás medios de producción, todos
ellos de factura nacional, lo que supondría una menor o muy baja dependencia
del exterior. En algunas actividades Cuba seguiría siendo líder mundial en producción
e innovación, como en el azúcar y sus derivados o tabaco. No obstante, la
estructura de la producción estaría muy diversificada, y el azúcar, aun cuando
mantiene su presencia cuantitativa y cualitativa, habría sido complementada por
otros productos de demanda inelástica.
Tercero, existiría una fuerte orientación exportadora en los
principales renglones de la producción agropecuaria. Cuba se habría consolidado
como potencia comercial hacia los países de América Latina y el Caribe y también,
al sur de Estados Unidos, en una amplia gama de productos alimenticios de
consumo diario, una vez satisfecha la demanda nacional. Esto permitiría a la balanza
comercial agraria registrar resultados muy positivos que mantendrían la competitividad
del sector.
Cuarto, el auge agropecuario habría extendido y consolidado
las actividades de I+D en el sistema de investigación y ciencia, desarrollando
patentes en productos y servicios, así como en procesos productivos, para la
agricultura. Cuba por ejemplo sería un país productor de bajos niveles de
consumo de agua y orientado a la sostenibilidad y circularidad económica. La
responsabilidad social empresarial y la colaboración público y privada en
materia agropecuaria sería de las más potentes del mundo.
Quinto, el sistema de derechos de propiedad de la tierra
habría alcanzado posiciones de solidez y estabilidad que permitirían a las
nuevas generaciones dar el salto de la empresa individual a las corporaciones
agroalimentarias en estrecha relación con las cadenas de distribución
mayoristas y minoristas a escala regional. El sistema financiero cubano
especializado en la agricultura, de larga tradición en la Isla, actuaría como
potente motor de las transformaciones en el marco jurídico de derechos de
propiedad privada de la tierra, donde la participación de capital extranjero
sería muy destacada.
Sexto, las condiciones de vida en el campo cubano serían muy
similares a las de las ciudades. Los avances tecnológicos y en infraestructuras,
y las favorables condiciones de financiación (posiblemente habrían prosperado
las cajas de ahorros con una vocación especialista al campo) habrían transformado
las viviendas rurales con los mismos niveles de equipamiento que las urbanas.
Ello daría lugar al desarrollo de un turismo rural activo, basado en un urbanismo
rural y local muy atractivo, canalizado a un segmento de alta demanda procedente
del exterior.
Séptimo, las organizaciones agrarias independientes en un sistema
democrático y de derecho, con representación plural, tendrían un notable poder
para influir en las políticas gubernamentales, como ocurre en otros países. La
administración pública contaría en sus plantillas de altos cargos con
funcionarios procedentes del sector agropecuario y los lobbys del sector, sobre
todo, los azucareros, marcarían la orientación de la política exterior de la
Isla.
Octavo, las capacidades potenciales del sector agropecuario
cubano y sus generosas donaciones a la cooperación al desarrollo en las
campañas para mitigar el hambre en el mundo le otorgarían un papel fundamental
en organismos especializados como la FAO y en Naciones Unidas, la solidaridad agroalimentaria
cubana habría sido objeto de reconocimientos en numerosas ocasiones.
Podríamos continuar con este análisis contrafactual de una
realidad que pudo ser, y no fue. Una realidad que la historia nos ha negado,
como herederos de aquellos gigantes que fueron expropiados por la denominada “revolución”.
Lo que cuesta aceptar es el mensaje llorica de la “dura realidad del campesino”
en aquella Isla anterior a 1959. Es posible que alguien pudiera creer que en el
transcurso de estos 62 años su vida ha mejorado mucho gracias al impacto
transformador de la “revolución”. La propaganda del régimen no ha escatimado
recursos para conseguir este objetivo.
Pero es muy posible, casi se puede afirmar con certeza, que
Cuba en 2021, de no haberse producido aquella invasión en la vida y propiedades
del sector agropecuario, sería mucho mejor de lo que es. Lo único que hay que
hacer es proyectar las tendencias que se vislumbraban en el sector a mediados
de los años 50 y situarlas en una perspectiva reciente para constatar ese análisis
diferencial.
La letanía castrista de los "pobres agricultores, amenazados por
la renta y el desalojo de sus tierras, con niños devorados por los parásitos, desempleo
crónico y analfabetismo, de familias hacinadas en bohíos o barracones, sin luz
eléctrica ni letrina sanitaria, con sus pisos de tierra y el hambre de cada día",
se parece más a la realidad actual que a la contrafactual que se ha descrito.
De lo que no cabe duda es que, si nada hubiera cambiado, la denominada “Cuba profunda”, que tanto detestan los comunistas, sería un espacio distinto, mucho mejor para vivir y trabajar, de alto nivel de productividad y con oportunidades de trabajo para todos (posiblemente no se hubiera reducido la llegada de inmigrantes y Cuba sería una gran potencia de acogida a nivel internacional gracia a su agricultura). Y por supuesto que sí.
El mismo derecho
se tiene a condenar aquella nación que nunca volveremos a ver, que a calificarla
como «tacita de oro». Un espacio en que muchos sueños se hacían realidad y
otros empezaban a avanzar, para salir de la miseria, lograr un mejor futuro
para los hijos (el viejo Ángel Castro lo logró viniendo de la nada) y, prepararse para una
jubilación tranquila. Ese sueño se convirtió en pesadilla por culpa de la
revolución.
ANAP está estos días de celebraciones y desde aquí les mando mi felicitación, deseando que cumplan muchos más en una nación libre, democrática y plural. Les pido que no se dejen confundir por cantos de sirena trasnochados de jerarcas de un régimen que tiene un modelo económico y social obsoleto, que no funciona y que ha sido aparcado de forma definitiva en todos los países del mundo.
Que incrementen sus reivindicaciones para alcanzar esa eficacia y resultados en las explotaciones agropecuarias que merece el trabajo intenso y dedicado que realizan. Al gobierno comunista le importa muy poco lo que está ocurriendo en el campo cubano. Si tuvieran interés, realmente, habrían puesto en marcha reformas como Vietnam. Dicen que hay que producir alimentos, pero esas arengas se acaban en un titular de Granma y poco más.
Nadie quiere regresar al pasado. A mi ni se
me pasa por la cabeza y a los cubanos de la diáspora que conozco, menos aún. Lo
que tenemos que recuperar es el sentido común y devolver la economía a un
espacio de libertades en el que el estado se limite a desempeñar sus funciones
básicas, dejando que sean los agentes económicos privados los que se encarguen
de producir y generar riqueza y empleo. En el contrafactual realizado, esta es
la Cuba de 2021.
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