Cuba: ¿qué hay de cierto en el equilibrio economía y salud?
Elías Amor Bravo, economista
A propósito de la intervención de Vladimir Regueiro, viceministro primero de Finanzas y Precios, en la VI Reunión Iberoamericana de ministros de hacienda y economía celebrada en la República Dominicana, lo menos que se puede decir es que debería haberla preparado un poco mejor.
Su mensaje, defendiendo la Tarea Ordenamiento y la ejecución
de la política fiscal, tuvo mucho más que ver con un discurso propagandista que
con los contenidos técnicos de los programas de política económica rigurosa que se debe
seguir en un país. Sobre todo, en
momentos complicados como el actual. Menos mal que este tipo de discursos se
acaban olvidando, y tan solo la prensa oficial comunista se hace eco de los
mismos. En este blog le vamos a dedicar unos cuantos mensajes.
Primero, decir que Cuba
ha buscado el equilibrio entre la economía y la salud, es un alarde y algo que
a la vista de los resultados no se sostiene. Se fue imprudente al comienzo de
la pandemia, cuando las campañas para atraer turismo de Europa, en pleno azote de la
plaga, insistían en que en Cuba no había COVID-19, motivando a los turistas a
viajar. Esa campaña existió y fue una imprudencia de alto coste que se tuvo que
retirar en cuanto se vio que la movilidad internacional se detenía por la crisis. Más
reciente, los rebrotes de la pandemia siguen atacando a la población, y las
cifras reportadas indican que la situación sanitaria continúa siendo muy complicada. Nadie
se alegra de que ello sea así, pero las autoridades, el equilibrio del que
habló Regueiro, no lo han tenido presente en ningún momento.
Segundo, hay que ir olvidando
el "embargo y bloqueo" como el origen de todos los males de la economía. A este paso, acabarán
creyendo que es, incluso, hasta el responsable del COVID-19. Esos ataques
enfermizos contra Estados Unidos buscan adhesiones en el nicho ideológico que acaba dando su
apoyo a Cuba en los foros internacionales, pero la geopolítica mundial está
cambiando muy rápido y tarde o temprano, ese argumento del daño del bloqueo
acabará yendo en contra del régimen comunista cubano. En realidad, si fuera
cierto el “recrudecimiento oportunista y genocida del bloqueo hostil” como dice
Regueiro entonces, ¿Cómo podría Cuba invertir más de 300 millones de dólares en
pruebas PCR y en el funcionamiento de los laboratorios de biología molecular, y
casi 2.000 millones de pesos cubanos del presupuesto del estado para las
acciones vinculadas al combate de la COVID-19? ¿Cómo es eso posible?¿De dónde sale ese dinero?¿Y cómo?
Tercero, Regueiro afirma que, durante la pandemia, “se ha logrado sostener el sistema de salud pública con carácter universal y acceso gratuito a toda la población, y de profesionales consagrados y altamente calificados”. Y puede que tenga razón, y nadie va a discutir sobre este asunto del que tiene más información que, por cierto, no ofrecen. En realidad, todos los países del mundo han hecho esfuerzos encomiables para sostener sus sistemas de salud, lo mismo que Cuba e, incluso algunos más. Lo que ningún país ha hecho ha sido poner en venta a nivel mundial a sus médicos, para conseguir unos cuantos dólares de ingresos por servicios en la balanza corriente.
Eso es lo propio de Cuba, enviar médicos a otros países, en “contingentes”
y “brigadas”, revestidos de una “falsa cooperación internacional” y cobrar
cantidades millonarias a los estados que compran el servicio para luego pagar a
los médicos un sueldo mucho menor. Este negocio lo ha intensificado el régimen comunista
cubano durante la pandemia, aunque los cubanos, en sus centros de salud, tengan
que esperar. El desarrollo
biofarmacéutico sigue orientado al exterior para exportar más y obtener divisas que no llegan del turismo, y las investigaciones para las vacunas,
siguen en proceso, por muchos candidatos vacunales que se tengan. Perder un día
en esta lucha, es un grave error, cuando existen vacunas a nivel mundial que están disponibles, incluso para países sin recursos, como Cuba.
Cuarto, Regueiro ofreció cumplidas explicaciones del proceso de ordenamiento monetario y financiero
iniciado en 2021 como si fuera panacea. Destacó como principales atributos del mismo que "busca la corrección
de precios relativos, estimular el sector exportador, y propiciar un mayor
dinamismo de la industria nacional". Y obviamente se olvidó de citar la inflación de
tres dígitos que reduce el poder adquisitivo de los ingresos, las 500 empresas
en pérdidas e insolventes que acabará teniendo que cerrar y las potentes
señales que trasmite la cotización del peso en el mercado informal casi 3 veces
más que su valor oficial. De nada de eso habló, a pesar de que son los factores
que apuntan al absoluto fracaso de la Tarea Ordenamiento que ha abierto en
canal a la sociedad cubana, mostrando sus notables desigualdades económicas y sociales.
Quinto, y a propósito del ordenamiento, Regueiro alabó las funciones de la política fiscal basada en el presupuesto de gastos. ¿Es que existe otra política fiscal? Curiosamente, no citó ni una sola palabra de la “planificación central”, lo que indica que en el gobierno cubano los asuntos no son transversales, sino que cada ministro se centra en las materias de su competencia, sin invadir las de otros, a pesar de la relación que pueda existir entre las mismas.
Calificó la política fiscal de su gobierno de “expansiva” y que se iba a
mantener la financiación a los programas sociales y servicios básicos a la
población y al sector empresarial. La cuestión es que el dinero público llega
hasta donde llega, y quien mucho abarca poco aprieta. Con este enfoque,
Regueiro difícilmente logrará esa “mayor efectividad del gasto público y la
eficiencia” que planteó como objetivo hasta que se obtengan más ingresos
tributarios y no tributarios. Conclusión, en los próximos meses de consolidación fiscal nada, y déficit en
aumento generando no pocas distorsiones en el manejo de la economía.
Solo mencionó de pasada “los
problemas estructurales acumulados” para los que dijo que la solución del
gobierno se basa en aplicar políticas fiscales y monetarias activas, justo lo
contrario a realizar cuando lo que existe es un grave problema de oferta que
tiene su origen en la estructura jurídica del modelo social y económico comunista.
No querer ver la realidad, por motivos ideológicos, no evita la responsabilidad
de quién debe tomar decisiones.
Para colmo, Regueiro dijo que ve bien que crezca la deuda pública, ofreciendo un enfoque demagógico que defiende que “la deuda es buena si sirve para salvar vidas y salvaguardar el derecho al bienestar y empleo digno”. Esta afirmación es cuestionable, porque si bien es cierto que determinadas políticas fiscales pueden estimular el crecimiento económico, la deuda y el endeudamiento lo que hacen es trasladar problemas a las generaciones futuras y acrecentar el peso del estado en la actividad económica, y en Cuba, en realidad, estos vectores no son posibles a partir de un análisis de tendencias a medio y largo plazo.
La deuda es mala, genera distorsiones,
arruina a un país y acaba teniendo que pagarse. La historia ofrece numerosos
ejemplos de gobiernos irresponsables que se endeudan y que acaban peor. Un buen
ejemplo, es Cuba desde 1959. Ni la Estrategia Económica y Social para dinamizar
la Economía, ni tampoco el Programa de Desarrollo hasta el año 2030, van a servir
para sacar a la economía del actual caos. Las reformas que se tienen que implementar
son de otra índole. Y lo saben.
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