A propósito del "consejo" de innovación de Díaz Canel

Elías Amor Bravo, economista

Una de las iniciativas personales de Díaz Canel, en las que ha puesto más empeño y que, probablemente, pasará a la historia como algo suyo propio, ha visto la luz. El Consejo Nacional de Innovación, órgano consultivo que asistirá al dirigente comunista en el impulso de los procesos de innovación en el Estado, el Gobierno, la economía y la sociedad de forma coordinada e integrada, con el plan de desarrollo económico y social, ha sido puesto en marcha.

Como señala la nota informativa de Granma, “gente de gobierno y de ciencia (o una pequeña representación de ellas) comprometida con el impulso de la ciencia y la innovación en Cuba, coincidirán a partir de ahora en el Consejo Nacional de Innovación”, constituido este lunes por el presidente Díaz Canel en el palacio de la revolución. La regulación de este Consejo se encuentra en el Acuerdo No 156 del Consejo de Estado, publicado en la Gaceta oficial extraordinaria No 40 de 4 de mayo de 2021. Del discurso de Díaz Canel en la presentación del consejo conviene destacar algunas consideraciones.

Primero, es un grave error pensar que “para el neoliberalismo imperante y rampante”, no existe “compromiso del estado con los pueblos y su bienestar”. Tan solo hay que darse una pequeña vuelta por el mundo y comprobar que esa afirmación no se sostiene en la realidad. Más bien, ocurre lo contrario. Allí donde el “neoliberalismo” impera, también se alcanzan los mayores niveles de prosperidad y bienestar auspiciados por estados solventes al servicio de la sociedad, y en concreto, para lo que a él le interesa, es dónde más ha avanzado la innovación, la investigación y desarrollo. Que se dé una pequeña vuelta.  

Segundo, que está bien apostar porque los esfuerzos en los procesos de ciencia e innovación sean “más multisectoriales y multidisciplinarios, más allá de un organismo rector para estas actividades”, pero entonces ¿Qué sentido tiene crear el consejo? ¿es que acaso no estamos ante un organismo rector burocrático más, cuya necesidad es cuanto menos, cuestionable?

No hace falta ir muy lejos. El consejo, tal y como se establece en su Acuerdo de creación, está encabezado por “el presidente de la República, e integrado, como miembros permanentes, por el primer ministro, un viceprimer ministro, y titulares de economía y planificación; ciencia, tecnología y medio ambiente; educación superior; comercio exterior y la inversión extranjera; agricultura; fuerzas armadas revolucionarias; industria; energía y minas, y comunicaciones”. Todos ellos, sin duda alguna, distinguidos científicos de primer nivel o como mínimo, profesionales innovadores de reconocida solvencia y experiencia. Desde luego, ideales para “taponar” un consejo de estas características.

El orden burocrático no acaba ahí, ya que después viene la jerarquía, y así después de ese primer nivel político, forman parte, “los presidentes de la Academia de Ciencias de Cuba, del Grupo BioCubaFarma, cinco científicos expertos en temas de innovación y cinco empresarios que desempeñen roles relevantes en esferas del mayor interés para la innovación, designados por el Presidente del Consejo, quien puede nombrar a otros integrantes e invitar a ministros, expertos, científicos, gobernadores o intendentes, según el caso”. Dicho en otras palabras, Díaz Canel no quiere perder el control de su juguete.

Tercero, las funciones. De lo más variopintas. Quien mucho abarca, poco aprieta. El Consejo está pensado para actuar “como plataforma de discusión e intercambio de ideas y perspectivas entre especialistas del sector de la producción y los servicios, las universidades, las entidades de ciencia, tecnología e innovación y el Gobierno”, dando “impulso a la innovación en todas sus manifestaciones –organizacional, de procesos, productos y servicios, alcances y esferas de la vida económica y social del país– mediante el fortalecimiento de las conexiones entre el sector de producción de bienes y servicios, estatal y no estatal, con las universidades, entidades de ciencia, tecnología e innovación y otros actores vinculados a la producción, difusión y uso del conocimiento para el desarrollo sostenible”.

También se le atribuye la misión de “fomentar la innovación en la esfera de la administración pública para fortalecer su capacidad de gestión, así como de la elaboración, implementación, seguimiento, evaluación y mejora de las políticas públicas, y fortalecer la innovación en la producción de bienes y servicios para crear nuevos productos, procesos y tecnologías competitivos”.

Asimismo, se pretende que “coordine acciones y establezca prioridades que fomenten innovaciones relevantes para el desarrollo económico y social del país, a partir de la diversificación de fuentes de financiamiento nacional e internacional, la negociación de activos intangibles, y la inserción en ecosistemas de innovación en el exterior”.

Y, por último, “fortalecimiento de los vínculos y establecimiento de sinergias entre las políticas que contribuyen a la innovación; y constituir un espacio de intercambio de ideas, metodologías, modelos y experiencias, en materia de innovación entre directivos, funcionarios y especialistas de las esferas de producción y servicios, administración pública, universidades y entidades de ciencia, tecnología e innovación, atendiendo a las especialidades de los niveles nacional, sectorial y territorial”.

En definitiva, el objetivo general es que el Consejo "irradie los conceptos relacionados con la innovación al conjunto de los sistemas de trabajo del país", como, por ejemplo, las acciones a favor del desarrollo territorial, o los más de cien programas de ciencia e innovación que se han estado coordinando entre las empresas o los gobiernos territoriales con las universidades del país.

Diaz Canel estaba contento. Ha salido su consejo, y eso le llevó a afirmar que “hoy se respira innovación”, Quizás tenga razón, pero antes de seguir con tanto entusiasmo, se recomienda plantear otra cuestión bien distinta, ¿Y mañana qué pasará?

La pregunta no es baladí, porque estamos de acuerdo en algo: sin I+D un país, el que sea, no tendrá mañana. El desarrollo económico de los países depende de sus inversiones en investigación y desarrollo, en la capacidad para innovar y adaptarse a los retos tecnológicos. Los expertos en estrategia saben que se puede construir el futuro a partir de un análisis del presente, y que los resultados del mañana dependen, y mucho, de lo que se haga bien o mal en el día de hoy. Por ello, invertir hoy en investigación y desarrollo, en innovación, en estudio, en conocimiento, es construir un mejor mañana para las generaciones venideras, más crecimiento económico, bienestar y prosperidad. Y sin recursos hoy, qué cabe esperar.

Pero vayamos a la realidad de hoy, del presente de Díaz Canel, para ver si se corresponde con las funciones de su “consejo”. Según la Oficina Nacional de Estadística de Cuba, en su publicación “Inversión. Indicadores seleccionados 2020”, las inversiones destinadas a la ciencia y tecnología en Cuba representaron en promedio, durante el período 2015 a 2020, un 0,8% del total, ocupando los últimos puestos del conjunto de actividades que en número de 18 recoge la publicación. Pero es que, para mayor gravedad, en 2020 la participación de las inversiones en ciencia y tecnología cayeron al 0,6% del total, siendo el menor porcentaje de los seis años referidos.

Dicho en otras palabras, apenas 57 millones de pesos es el esfuerzo del que habla Díaz Canel en materia de innovación. Se puede decir de otro modo y más claro: la inversión en ciencia y tecnología en Cuba es 72 veces menor que la inversión en servicios empresariales, inmobiliarias y de alquiler. Dicho de otro modo, esos 57 millones de pesos de inversión en ciencia y tecnología en 2020 apenas representaron el 0,06% del PIB. Cifras tan bajas y poco representativas dan una idea de lo mucho que tendrán que hacer el Consejo y Díaz Canel para cambiar ese lúgubre escenario.

Pero lo tienen difícil. Cuba no está preparada para el futuro, porque no se adoptan reformas estructurales básicas en el presente para modificar el marco jurídico de derechos de propiedad. Si esto no se hace, llegará el mañana y todo será mucho peor. Se está viendo con las dificultades de la economía cubana para remontar los pésimos resultados provocados por la pandemia del COVID-19. Mientras que otros países, como República Dominicana activan sus entradas de turismo, Cuba no consigue despegar. Y qué decir de las empresas estatales cubanas que bastante tienen con sobrevivir a los efectos de la Tarea Ordenamiento, que ha arrastrado a más de 500 a situaciones de grave insolvencia, ¿Cómo se puede dedicar recursos a la I+D cuando no se llega a fin de mes?

Con frecuencia se habla que Cuba tiene un capital humano de primer nivel que debería contribuir al desarrollo de la productividad de la economía, y sin embargo no ocurre así. El cubano es productivo en cuando abandona la Isla y se establece en cualquier otro país del mundo, donde logra sacar adelante su proyecto personal y profesional. ¿Por qué en Cuba ese cubano formado y de talento no progresa y se debe conformar con salarios de 32 dólares mensuales?

Los economistas saben que el capital humano es necesario, pero no suficiente para el desarrollo de las naciones, y que junto al talento y la cualificación debe existir un capital privado financiero y tecnológico que impulse la motivación para innovar, la ambición individual y colectiva para hacer las cosas diferentes y mejores, apostar por la excelencia y la libre elección de consumidores en el mercado, que son al final quienes deciden quien gana y quien pierde.

Díaz Canel no va a conseguir que la economía cubana, que se encuentra rezagada a nivel tecnológico y de innovación, avance con su "consejo" de innovación. Eso significa que no va a dejar futuro mejor para las generaciones venideras, lo mismo que Fidel y Raúl Castro acabaron dejando a Cuba en una situación mucho peor que como la encontraron. El “consejo” de Díaz Canel será un organismo más del sector presupuestado cubano, con una existencia lánguida y terminal, que no tendrá éxito si no se remueven las trabas que hacen que la economía sea distinta del resto del mundo, improductiva, ineficiente e incapaz de dar prosperidad a todos sus hijos. Para innovar y hacerlo con éxito hay que cambiar el modelo económico social comunista, que impide a las fuerzas productivas progresar. La fuga de talento de Cuba irá a más, porque la Isla es cada vez menos un lugar idóneo para científicos o investigadores.


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