Créditos en moneda extranjera al sector privado: ¿saldrá bien?

Elias Amor Bravo economista

Lo último que podíamos imaginar en este desconcierto que se ha convertido la economía cubana, acaba de ocurrir. Me refiero a la Resolución 2049/2021 del Banco Central de Cuba que autoriza a sus instituciones financieras conceder créditos en moneda extranjera a las cooperativas no agropecuarias y a las micro, pequeñas y medianas empresas en formación.

Una autorización sorprendente, y a la vez desconcertante, por varios motivos.

En primer lugar porque deja en suspenso uno de los principales objetivos de la Tarea Ordenamiento, llámese la unificación monetaria que pretendía eliminar el CUC de la circulación y dejar solo el CUP como referencia del dinero de curso legal en Cuba.

Con esta decisión, y otras muchas anteriores, el régimen comunista reconoce abiertamente que necesita contar con una moneda intermedia entre la economía cubana y el sector externo y que, a diferencia de otros países, los cubanos tendrán que seguir operando con diversas monedas en sus transacciones.

De la dualidad monetaria se pasa así a una pluralidad monetaria, tanto o más peligrosa, que recaerá de forma desigual en unos que en otros, a la vez que supondrá efectos muy negativos para las transacciones económicas.

En segundo lugar, porque el régimen ya no sabe qué hacer para obtener divisas. Agotada la vía de las exportaciones, las inversiones extranjeras, el turismo, los médicos o las remesas, ahora se les ocurre crear un subsector financiero en moneda extranjera para las cooperativas no agropecuarias y las mipymes en formación, que son aquellas que caen en el supuesto de retrasos en la aprobación por parte de las autoridades e incumplimiento de los plazos estipulados en la norma que regula la creación de estas entidades.

De algún modo, una mipyme podría llegar a tener interés en permanecer en formación más de lo necesario para acceder a estos créditos en moneda extranjera, lo que tampoco parece razonable desde la perspectiva de funcionamiento económico.

En tercero, con esta Resolución el régimen reconoce públicamente que en Cuba, para poner en marcha una iniciativa privada, se puede necesitar moneda extranjera. Y como no puede facilitar el cambio en las CADECAS ni interferir en el funcionamiento de los mercados informales, se lanza a conceder créditos a emprendedores privados que previamente dispongan de cuentas en moneda extranjera, que es un requisito esencial para poder obtener la financiación.

De modo que, al igual que antes con el CUC, ahora la moneda extranjera abre puertas, no solo para comprar en las tiendas cuyos precios se establecen en la misma, mucho más surtidas y especializadas, sino también en la operatoria bancaria y crediticia, desde donde el régimen, por su control de los bancos (son estatales y carecen de actividad independiente) logrará el objetivo de centrifugar esa moneda extranjera que se deposite y con la que se paguen los préstamos, para sus necesidades de gasto y, sobre todo, de atención a las deudas internacionales.

La propaganda comunista justifica la medida como “un nuevo paso en el actual proceso de perfeccionamiento económico”, pero realmente es un paso atrás, o más bien lateral, en la línea de facilitar la actividad económica. Lo que el Banco Central debería asegurar es el funcionamiento organizado del sistema económico con el CUP, y limitar las transacciones en moneda extranjera a los cambios en CADECAS. 

En Cuba, el régimen reconoce la dificultad de exponer la economía cubana a la exterior. Ya se pudo ver cuando en su momento se lanzó el tipo de cambio de 1x24 de la Tarea Ordenamiento. Ahora lo comprueba cuando tiene que establecer este modelo que rompe la necesaria unidad que debe tener el sistema financiero y crediticio de una nación.

Con este tipo de decisiones, el régimen comunista muestra ante los cubanos, y por supuesto ante el resto del mundo, lo poco interesado que está en lograr la integración económica nacional y la unidad de las transacciones. Al mismo tiempo, otorga un valor adicional a las divisas que entren en el país, pero esta vez, dentro del sistema financiero, donde podrán ser destinadas a préstamos cuya devolución no siempre  está garantizada, al tratarse de empresas que arrancan y que estarán sometidas a no pocas injerencias y trabas.

El sistema financiero y bancario de un país debe proyectar su actividad sin crear este tipo de compartimentos estancos que, además, crean desigualdades porque solo podrán beneficiarse de estos préstamos aquellos que ya hayan conseguido moneda extranjera, en tanto que los emprendedores cubanos que quieren funcionar con sus CUP, ni tan siquiera podrán plantearse abrir las cuentas, para las que deberán previamente cambiar en mercados informales a tipos actuales de 1x70 los CUP por dólares, sin los cuales no se puede acceder a estas cuentas.

Es difícil encontrar alguna economía en el mundo dirigida con este tipo de políticas. Los experimentos castristas salen mal, por definición, y este será uno más de la larga lista. Lo más grave de todo es que el Banco Central de Cuba, que se supone órgano rector de la política monetaria e independiente de las decisiones del gobierno, se preste a estos mecanismos torticeros. Mucho debe cambiar Cuba para recuperar la racionalidad económica. Este es un buen ejemplo.


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