Gil "la economía cubana va a recuperarse" ¿Cómo, qué y cuándo? No hay respuesta

 Elías Amor Bravo

El ministro de economía de Cuba, en una sorprendente conferencia de prensa en el Centro internacional de La Habana, ha dicho que “aunque no de inmediato, la economía cubana va a recuperarse”. Por supuesto. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, ministro. Y en algún momento, la economía deberá recuperarse de los dos años de recesión inaugurados en el segundo semestre de 2019. Eso es seguro. La cuestión es cómo será esa recuperación, que sectores o actividades se verán afectados, y la pregunta clave, ¿Cuándo empezará la economía a salir del bache?

Lo siento. De nada de esto habló el ministro, que se perdió en una confusa perorata mezclando indicadores con políticas económicas y colectivos sociales que, de buen seguro, habrá despertado más incógnitas que certidumbres entre los analistas y observadores internacionales, los acreedores de Cuba y, por supuesto, el pueblo cubano que ya no puede más.

El ministro dedicó parte de su intervención a detallar la importancia del enfrentamiento a la inflación, que según dijo ha sido “el fenómeno que más quejas ha traído de la población, el más polémico y el más difícil de sobrellevar”. Tiene razón el ministro, pero no aclara ni asume la responsabilidad de su régimen en el descontrol de los precios, que se deriva de un pésimo diseño y aplicación de la llamada Tarea Ordenamiento, que por cierto, el ministro ni siquiera mencionó. A ver como salen del círculo vicioso de la inflación sin instrumentos de economía de mercado, como la oferta y demanda.

El ministro demostró un desconocimiento palmario de las relaciones económicas al insistir que “la mejor manera de enfrentar la inflación es creando ofertas, para que los precios se equilibren con la liquidez en manos de las personas”. No tiene razón el ministro. La inflación de Cuba no es de oferta y, además, solo se puede hacer frente a la inflación dejando que oferta y demanda actúen con libertad y limitando al máximo la intervención ministerial en precios. La inflación depende de la relación oferta y demanda, lo que en la economía cubana no puede funcionar por el modelo social comunista. Interpretaciones parciales de este tipo provocan errores de implementación de medidas y, por supuesto, un balance como el que presenta la economía cubana.

Por otra parte, es optimista el ministro. Es lo suyo, sobre todo, cuando afirma que “la economía cubana está entrando en una fase gradual de recuperación, que parte del control a la covid-19, gracias al sistema de salud y al avance de la vacunación”. La experiencia en todos los países de esta pandemia confirma que antes de las medidas económicas se tiene que resolver la crisis sanitaria, y alguien debería explicar por qué en Cuba, con tantas vacunas nacionales y un sistema de salud de “primer orden mundial” todavía se está luchando contra la enfermedad, con indicadores que no permiten apostar por un retorno a la nueva normalidad. El asunto no es baladí y merece mucha más atención. Abrir fronteras a un mes vista puede ser un error que se acabe pagando con un alto precio.

De hecho, el ministro no las tiene todas consigo, ya que dijo de forma explícita, con relación a esa recuperación que él espera de la economía, que “no pueden existir falsas expectativas, pues en solo unos meses no podrán apreciarse resultados significativos”. Las actividades que se pretenden relanzar son, como siempre, el turismo y sus complementarias, y se confía en el ritmo de creación de mipymes y cooperativas no agropecuarias, pero este proceso arrancó en septiembre y necesitará de tiempo para su consolidación, si es que se produce.

En tales condiciones, no conviene formarse expectativas como hace el ministro. No solo porque la inflación influye de forma negativa en el crecimiento del PIB, sino porque el margen de las autoridades para la política fiscal se encuentra limitado por el déficit que puede estar por encima del 20% del PIB, como consecuencia de los mayores gastos por el enfrentamiento a la pandemia y la paralización, por esta, de las principales actividades. El ministro, por supuesto, culpa al “bloqueo económico” del desastre y, sin citarla de forma expresa, a la Tarea Ordenamiento, refiriendo “las propias transformaciones –necesarias, dicho sea de paso– en el plano monetario, han sido factores determinantes en la situación actual de la economía cubana”. Ahí queda eso para la posteridad.

Llegó el momento de las concreciones y el ministro se perdió entre cifras de 2019, 2020 y de este ejercicio, del que no cito ni una sola. En tales condiciones, reconoció que el crecimiento previsto en el plan en 2021 un 6% no se alcanzará, y citó que el PIB crecerá un 2,2% este año, lo que supone una menor recaudación de ingresos de la prevista en los presupuestos que obligará a un nuevo ajuste de las cuentas públicas: más déficit. Si finalmente la economía cubana creciera en un 2,2% en 2021 todavía su nivel de PIB real se encontraría por debajo del alcanzado en 2016, hace 5 años. Una dinámica recesiva que hace más pobres a todos los cubanos e impide a las fuerzas productivas de la nación, prosperar. Hace falta otra política económica.

El ministro habló de las expectativas depositadas en los agentes económicos privados, los trabajadores por cuenta propia que se pretende transformar en mipymes y cooperativas no agropecuarias. Bajo el argumento de la personalidad jurídica, se pretende reducir el trabajo por cuenta propia que ha llegado a un 12% del empleo total, una decisión que entraña no pocos riesgos, porque no todo proyecto de TCP puede funcionar como mipyme. Se tendrá ocasión de comprobar lo que esto significa.

Incluidas las nuevas mipymes estatales a las que se otorga una importancia excesiva cuando se trata de simples ejercicios de “outsorcing” que tuvieron cierto éxito en los procesos de reconversión industrial en Occidente de la década de los 80 del siglo pasado cuando no podían competir en costes con los “dragones asiáticos”. Y sobre todo, un aviso para navegantes, se deben tener muy en cuenta las palabras del ministro, para que no haya duda: “la idea de los nuevos actores económicas está abierta a todos los emprendimientos que cumplan con el diseño de política aprobado por el gobierno”. En todo caso, hay que dar tiempo al proceso, y las expectativas del ministro son muy optimistas, como si tuviera prisas. No es extraño.

El titular del ministerio de economía aclaró que, por otro lado, hay más de 60 empresas estatales que iniciaron el proceso de retribución a los trabajadores, sin la obligación de aplicar la escala salarial que tanto limitaba la autonomía del sector estatal con respecto al no estatal y confió en que este nuevo mecanismo ayude a mejorar el poder adquisitivo de la población (más inflación, ministro).

Finalmente, el ministro definió el actual escenario como “una situación excepcional de tensión de liquidez” provocada, según su criterio, por las medidas restrictivas estadounidenses contra el pueblo cubano, que “no se han movido ni un milímetro”. Parece el mismo diagnóstico que a finales de 2019, antes de la pandemia. En esa lucha contra el bloqueo, no deja de ser curioso que aparezcan actores económicos privados en Cuba, 168 según datos oficiales. 

Ese dinamismo de las mipymes y las cooperativas no agropecuarias no se corresponde con ese “estado sitiado, bloqueado o embargado” del que hablan los comunistas cubanos. Ellos mismos se meten dentro del círculo vicioso del que luego no saben cómo salir. El ministro debería explica cómo se puede lograr la diversificación del tejido productivo, la flexibilización de los actores económicos y una mayor participación de los emprendimientos con esa espada de Damocles del embargo o bloqueo. Tal vez debería revisar el argumentario.


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