Díaz Canel y la economía en el II pleno del comité central comunista

Elías Amor Bravo economista

El discurso de Díaz Canel en la clausura del II Pleno del Comité Central de Partido Comunista de Cuba, no solo ha sido excesivamente largo, es que ha perdido una oportunidad histórica para decir verdades y no ocultarse detrás de los mismos argumentos de siempre. Dado que el discurso tiene una extensión desproporcionada y se tratan numerosos asuntos que, de buen seguro, serán valorados en otros informes y análisis, en este Blog, como siempre, atenderemos a las cuestiones de la economía, de las que Díaz Canel no habló mucho. Tal vez porque había muy pocas cosas que decir.

A modo de resumen, y antes de esbozar las líneas del argumentario económico, Díaz Canel volvió de nuevo a sacar los pies del tiesto y mirar para otro lado, a la hora de definir los problemas económicos de su régimen. Y cito textualmente su frase: “se trata de sembrar (evidentemente por los “enemigos”) la matriz de que nada funciona, de que todo funciona mal, y se trata de negar la obra de justicia social lograda”. Bien, si eso fuera así, el argumento contrario podría igualmente ser cierto, pero es que cuesta encontrar algún dato que avale que esa justicia social está en camino. 

Por otra parte, los ministros de Díaz Canel rara vez practican, ese “análisis crítico de la realidad, la autocrítica y el alejamiento de la complacencia, potenciando la necesidad de comunicar más oportunamente y mejor y que todas nuestras estructuras de trabajo escuchen, dialoguen, den respuestas y también soluciones”, como estrategia de acción. Todos, absolutamente todos, culpan a los demás de sus errores, y ahí están los archivos de Granma para ser consultados.

Pero bien, dejando de lado estas cuestiones generales, Díaz Canel señaló que “en un encuentro como este no podemos soslayar la situación económica que vive el país” que trató de centrar en la problemática de la inflación que enfrenta la economía, actualmente en niveles superiores a los previstos en la Tarea Ordenamiento, “afectando la capacidad de compra de los ingresos que en pesos cubanos reciben los jubilados, los pensionados, los trabajadores y la población”, y añado también, la recaudación de ingresos tributarios, la circulación minorista nominal, la estructura de precios relativos de las empresas y sectores, lo que hace más difícil la previsión de resultados y el logro de un sistema económico ordenado.

Reconocer que la inflación es alta, superior a la que había antes del 1 de enero, que tiene su origen en la Tarea Ordenamiento y que va a ser difícil hacer frente a la misma, configura un escenario complicado para el que el régimen socialista cubano no tiene soluciones eficientes, y por ello, puede llegar a arraigarse en las expectativas de los agentes económicos, con efectos muy negativos sobre la actividad. La implementación de medidas de corte antiinflacionario que, según Díaz Canel, “exigen una mayor participación de los productores nacionales, estatales y no estatales, en función de satisfacer la demanda de la población, combinada con acciones que permitan un mejor control de la liquidez en manos de la población y que su aumento venga acompañado del incremento de la oferta” no logran sus objetivos, porque los sistemas de asignación basados en el mercado son inexistentes y no dan resultados.  ¿De quién es responsabilidad de esta inflación y, sobre todo, su descontrol? Ni una palabra.

Eso sí, al recrudecimiento del bloqueo y los efectos de la COVID-19 se le atribuyen buena parte de los males de la economía, sobre todo, la reducción a mínimos de los ingresos en divisas del país, “lo que no ha permitido financiar las producciones industriales, ni importar materias primas y bienes de consumo para mantener una estabilidad de la oferta minorista estatal en pesos cubanos”. Díaz Canel debería saber que la crisis ha tenido este mismo impacto sobre la mayor parte de las economías del mundo, que la van superando este 2021. Si Cuba no lo consigue, ¿de quién será la responsabilidad de la recesión de la economía? 

Ni una palabra de ello, al contrario, el escenario descrito sirvió a Díaz Canel para denunciar “que personas inescrupulosas aprovechan la situación para lucrar a costa de las necesidades del pueblo revendiendo productos, incluso alimentos y medicamentos a precios muy superiores a los oficiales”. La eterna cuestión sin resolver en la legalidad socialista cubana, ajena completamente a los principios de eficiencia y racionalidad económica. Inasequible al desaliento, Díaz Canel dijo que “ante el recrudecimiento del bloqueo contamos con apoyo internacional, con la denuncia constante que hacemos del mismo y también moviendo la participación y el apoyo de la comunidad cubana en el exterior que no ha roto con la revolución ni ha roto con su país”. ¿De verdad se cree lo que dice?

Díaz Canel reconoció que como consecuencia de “la demanda creciente de divisas por la población y el sector no estatal para compras en plaza o importaciones, unido a la imposibilidad de vender divisas al tipo de cambio oficial, se ha generado un mercado informal de compraventa de divisas con cambios muy superiores también a los oficiales que se expresan en los precios que enfrenta la población”.  Pero esto ya se advirtió en cuanto se supo el cambio oficial del peso el 1 de enero. Cambiar el dólar por 24 pesos era una quimera que ni convenció al mercado informal ni a los analistas de la economía. 

Una devaluación del 2.300%. única en la historia de la economía mundial, no pudo conseguir sus efectos porque se diseñó mal, de forma asimétrica y con unos costes desproporcionados. ¿De quién es entonces la responsabilidad de este desastre? Al respecto dijo que “ante los limitados ingresos en divisas tenemos que seguir avanzando en la reanimación de la economía en las condiciones actuales, potenciando el turismo, la exportación de vacunas, la exportación de divisas, potenciando la producción nacional de alimentos y también contribuyendo al ahorro y eficiencia energética”. Una solución que, por donde quiera que se mire, es bastante improbable.

En cuanto al turismo, Díaz Canel confirmó las tesis de sus ministros de que es la gallina de los huevos de oro, y que “la apertura del turismo y de la actividad económica, como parte del éxito con que vamos enfrentando la epidemia, nos pondrá en mejores condiciones para enfrentar este complejo escenario”. Bien. Supongamos que esto no ocurre y que la luz al final del camino se apaga, ¿hay plan B? ¿De quién es la responsabilidad de apostar todo a rojo? Dada la premura de los problemas a resolver, la propuesta de Díaz Canel de “debate colectivo para potenciar las salidas a los problemas, argumentarlas, socializarlas, convencer, asegurar, movilizar, participar y mejorar”, llega tarde y posiblemente no se podrá ejecutar.

Díaz Canel dijo que “ante los desabastecimientos que hemos vivido por un tiempo prolongado, tenemos que poner en el mercado producciones nacionales, hacer todo lo posible por abastecer mejor las tiendas en moneda nacional, elevar la comercialización de productos agropecuarios y también buscar una mayor incidencia e impacto con las medidas que hemos tomado en momentos recientes de apertura de la economía, el desarrollo y aporte de los nuevos actores económicos junto al desarrollo de la empresa estatal”. 

Una agenda que se ha visto difícil de lograr con las estructuras jurídicas imperantes en la economía, y que, desde luego, no se va a cumplir con el "perfeccionamiento del comercio interior, mejor oferta de bienes y servicios, mejores horarios, mejor gestión". De algún modo, este debería ser el final del camino, pero si se quiere llegar ahí, es preciso modificar muchas cosas antes, en la esfera técnica y productiva de la economía.

El ejemplo que citó, relativo a la inestabilidad del Sistema Electroenergético Nacional, los apagones, no se resuelve “avanzando en reparaciones, mantenimientos, ahorro, ni tampoco con la atención a los trabajadores de este sistema, lo cual nos propiciará estar en una mejor situación a finales de este año”. El sistema se tiene que cambiar en 180º si se quiere que sea sostenible. No hay otra. ¿De quién es la responsabilidad de no decir la verdad a los cubanos?

A los escasos datos económicos que adornaron el discurso del dirigente comunista (lo cierto es que no hay mucho donde elegir) Díaz Canel añadió la campaña de vacunación que, en su criterio, ha provocado un resultado de inmunización en la población, lo que permitirá volver a la nueva normalidad y con ello potenciar la actividad económica y social. Sin más concreciones, esta vía, a la espera de los últimos datos de incidencia del COVID-19 en la Isla, parece todavía lejana en el tiempo. Por otra parte, la OMS sigue sin certificar las vacunas elaboradas en Cuba.

Para hacer frente a los problemas descritos, la receta de Díaz Canel a los comunistas es debatir, debatir y debatir con las personas, “atendiendo adecuadamente a la población, trabajando en los barrios y reactivando los mecanismos de participación popular”. ¿Es que acaso no lo hacen ahora mismo? ¿De quién es entonces la responsabilidad?

En su criterio, desde el partido único se debe “dar argumentos convincentes, plantear debates y sostenerlos con coherencia, comunicar con precisión y claridad, colocarnos en el lugar del otro para intentar comprender su realidad, contraponer ideas y posiciones que conduzcan a conclusiones objetivas y que permitan construir una percepción sólida de las circunstancias alrededor de un fenómeno”. Demasiadas peras al olmo. ¿Y lo más importante, quién va a trabajar y a producir? Esta es la cuestión.

La centralidad comunista se ha quedado anticuada y en la sociedad cubana surgen nuevas generaciones que aspiran a un enfoque plural, independiente y diverso de los problemas y soluciones. Esto es lo que Díaz Canel no quiere reconocer, o tal vez, no le informan debidamente sus asesores. Debería tomar buena nota de ello, porque los cubanos no quieren “pedagogos a la hora de interactuar con la sociedad”. Ya se ha visto con el caso que los campesinos han hecho a las 63 medidas "mágicas" con las que se pretendía revolucionar la agricultura. Díaz Canel sigue sin escuchar al pueblo cubano. Le recuerdo que el día 11-J dijeron “Libertad” y “No al comunismo”. Por ahí es por donde hay que empezar.

 

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